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Política | 08/04/2024   05:01

|OPINIÓN|La travesía de los aspirantes hacia una candidatura ganadora|Walter Guevara|

Foto: OEA

Brújula Digital|08|04|24|

Walter Guevara Anaya

En Bolivia existen muchas personalidades independientes que pueden conformar una comisión nacional de primarias. Si se la conforma se habrá dado un ejemplo de acción colectiva en un país donde reina la desconfianza mutua.

Uno de los pilares del éxito del MAS es satanizar todo acuerdo como una “juntucha”. Su principal táctica es atacar para dividir, polarizar para dominar. Le espanta la idea de que la oposición convoque a una comisión de primarias conformada por los odiados “notables”.

Eso a pesar de que el MAS enfrenta su propio problema de primarias. Es el único contendor que tiene dos candidatos internos en pugna. Si deja las actuales primarias intactas, forzará a que los inscritos en el MAS, como sea que los definan, escojan entre Evo Morales y Luis Arce y que los opositores derrochen sus recursos para ratificar a sus respectivos postulantes.

Lo que decida hacer el MAS con sus dos precandidatos es cosa suya. A la oposición le conviene armar su propio sistema de selección, cuanto más alejado del organismo electoral, mejor. Antes de nada tiene que resolver el gran obstáculo que bloquea esta solución.

La mayoría de los precandidatos de la oposición no parecen dispuestos a ceder ante nadie. Prefieren perder como en la guerra. Hace años saben cómo competir entre sí para que ninguno gane. Lo que les hace falta es aprender a cooperar para lograr un objetivo común.

El objetivo común es armar una cancha pareja en la que compitan todos los aspirantes que se creen ganadores. Una gran ventaja de la lucha compartida por mejorar las reglas del juego es que obliga a cada aspirante a salir de su propio pozo y mirar el horizonte.

Carlos Mesa y Amparo Ballivián lo han planteado con excepcional visión y valentía.

No se trata de que los precandidatos se encierren en un cuarto lleno de humo y trago hasta lograr un consenso. Hay mejores opciones que esa inopinada quimera. Basta con dar una rápida ojeada a lo que acaba de pasar en México, Argentina y Venezuela.

En México hubo fuerte discusión en la coalición oficialista así como en la opositora sobre cómo elegir sus candidatos.

Los oficialistas, encabezados por MORENA, contrataron cuatro firmas encuestadoras. Un total de 12.500 cuestionarios se aplicaron a la población de electores inscritos, sin distinción de su militancia. Representantes de cada precandidato acompañaron a los encuestadores.

Los partidos de oposición PAN, PRI y PRD contrataron sus propias encuestadoras. Organizaron un foro seguido de una primera encuesta, la que arrojó tres punteros que debatieron en un  nuevo foro seguido de una segunda encuesta. Al final vino una encuesta madre que definió al precandidato presidencial. Un comité imparcial fue el árbitro de todo este proceso.

También está a la vista el ejemplo de las primarias en Venezuela. La oposición las organizó por su cuenta y riesgo. Enfrentó el bloqueo del Consejo Nacional Electoral (CNE) en el que el chavismo es mayoría. No contó con la cobertura de los medios nacionales, presionados por el Gobierno para ignorar el proceso.

El punto de partida fue la conformación de un bloque político plural, compuesto por los cuatro principales partidos opositores y más de 30 organizaciones de la sociedad civil. Esta Plataforma Unitaria Democrática designó una Comisión Nacional de Primaria. La integraron personas imparciales con trayectorias intachables, capaces de transmitir una gran credibilidad.

Expertos escogidos por la Comisión Nacional de Primaria redactaron un Reglamento Marco y normas anexas. Tomaron en cuenta las observaciones de los precandidatos que apoyaron el proceso. Los rivales cooperaron para mejorar la cancha y las reglas de este primer combate.

Se habilitaron 3.008 centros de votación en 331 municipios de Venezuela, que abrieron 5.134 mesas en lugares céntricos del país y en 85 ciudades alrededor del mundo; lo hicieron con fondos propios bajo fuerte obstrucción del Gobierno.

Ningún freno pudo con la masiva afluencia. La jornada se tuvo que alargar por varias horas. Había que atender largas colas después del cierre de las urnas. Un total de 2,4 millones de votantes se arriesgaron a participar. Lo hizo el 12% de los inscritos en el registro electoral.

Salió electa una mujer, María Corina Machado, con más del 90% de apoyo popular. El régimen del presidente Nicolás Maduro la inhabilitó con acusaciones falsas. La inhabilitada designó una sucesora. Desacuerdos en el bloque opositor y bloqueos del Gobierno impidieron que inscriba su candidatura.

Las primarias de la Argentina también contienen lecciones valiosas para la oposición boliviana. Una ley dispuso que se realizaran Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Todos los inscritos en el registro electoral fueron obligados por ley a votar un mismo día, ya sea por uno de los candidatos del oficialismo o por uno de los de la oposición. No importaba si esos votantes eran independientes o pertenecían a algún partido político. Podían votar por quien quisieran.

Volvamos a Bolivia.

Hay un montón de candidaturas menores en pos de una sigla, así como varias siglas menores en pos de un candidato mayor. No hay por qué ningunear estas dos aspiraciones. No es un pecado contentarse con copar algunos curules en la Asamblea. Ostentar la propia vanidad no es punible por más que sea risible. La democracia es ancha como la puerta de un establo.

Lo importante es que surja un candidato preponderante. Los principales precandidatos que salgan punteros en varias encuestas pueden nombrar un grupo de gente capaz que goce de alta credibilidad. Este grupo puede asumir la compleja tarea de organizar las primarias.

Los éxitos de México, Venezuela y Argentina no nos hablan. Nos chillan. El mensaje es claro. Si la oposición se divide en docenas de candidatos ineptos, tiene todas las de perder. Ese es el primer y más importante obstáculo que se debe vencer antes de 2025.  





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