Gregorio Lanza: Lo sustantivo es que se forman dos polos de lo que fue la base de la “Revolución democrática y cultural”, que tiene un voto duro que difícilmente va a migrar a otro candidato o corriente.
Brújula Digital |06|10|23|
Gregorio Lanza
En el corto plazo, realizado el congreso de
Evo Morales, este tiene un paso adelante en la disputa de la sigla y la candidatura,
pero debe pasar primero por la validación del TSE y el pendiente sobre sus derechos,
que según la Constitución no puede postularse y ser presidente más de dos
periodos discontinuos o una relección, además de procesos que pueden ser
incubados por su renuncia en 2019 y la orden a la entonces presidenta del Senado,
Adriana Salvatierra, para que no acepte el cargo de Presidenta de Bolivia, vulnerando
así las leyes que establecen la prelación para evitar un vacío de poder. Algo
parecido a lo que hizo el expresidente Jair Bolsonaro en Brasil y que le valió
la suspensión de sus derechos políticos.
Aun así, al final de este conflicto, lo sustantivo es que se forman dos polos de lo que fue la base de la “Revolución democrática y cultural”, que tiene un voto duro que difícilmente va a migrar a otro candidato o corriente.
Esto significa que en una primera vuelta electoral en 2025, esa torta se puede dividir en partes más o menos iguales. El presidente Arce recibe el apoyo de buena parte de las organizaciones sociales de occidente y de una franja importante de Santa Cruz.
En cambio, el polo de Morales quedaría solo con el Chapare, su cuartel general, que sigue cohesionado por la base económica, que es la producción de hoja de coca, pasta base y su imbricación con la refinación de clorhidrato y carteles de exportación. En el área rural, Morales cuenta con un electorado de poblaciones vulnerables: pobres y con bajos niveles de educación, que se identifican con el expresidente por el factor de identidad y el mito del indígena que ha escalado a las cumbres del poder.
La consecuencia de la división es que en el sistema político ya no existe un partido hegemónico, como lo fue el MAS durante los 14 años. Y con ello se democratiza la democracia a pesar de las tensiones para la gobernabilidad en el corto plazo.
El otro tema que se plantea como producto de la división del MAS está relacionado con los límites del modelo económico y si este ha llegado a su techo. Sostengo que ha llegado a su techo, porque de ahora en adelante lo que quedan son ajustes y concesiones que liberalicen la economía. Eso nos enseña la historia, por ejemplo con el proceso de normalización capitalista de la revolución de 1952; después de las medidas revolucionarias de los primeros años, nacionalización de las minas y reformar agraria, le tocó al presidente Siles Zuazo hacer la estabilización en 1956; en 1962 Paz Estenssoro acentuó el viraje a la derecha, lo que significó la ruptura con la COB y el alejamiento del vicepresidente Juan Lechín.
La huida de Evo Morales rompió su imagen del líder valiente, heroico, heredero de las luchas de los Katari, con lo que todavía García Linera le gusta lisonjearlo. Todo ello hace que ambos –Morales y Arce– vuelquen sus ojos a las clases medias y a los actores económicos centrales de oriente, viraje en el que el actual presidente tiene más posibilidades como detentor del Ejecutivo. Ese acercamiento ha comenzado con los empresarios de la agroindustria y si Arce desea avanzar en ese sentido tendrá que hacer concesiones importantes en estos temas: autorizar la biotecnología (cultivos transgénicos), crucial para aumentar la competitividad de la producción de granos; levantar los cupos de exportación, que afectan a la producción; y frenar los avasallamientos manejados por grupos delincuenciales vinculados a la estructura de Morales, que organizan y cobran a campesinos y les ofrecen seguridad con grupos armados.
En ese contexto, el presidente Arce aparece mejor posicionado para las elecciones de 2025, claro, frente a los diversos y desnutridos contrincantes de la oposición, más aún cuando el gobierno de la presidenta Jeanine Añez mostró que una parte de las elites y los políticos conservadores ofrecen lo mismo: corrupción e ineficiencia.
Pese a todo, Arce tiene un duro camino por delante: mejorar la gestión empantanada por la ineficiencia y la corrupción y deshacerse de lo velos ideológicos que por ejemplo se exhiben en el caso del litio, en el que necesariamente, si quiere ingresos en el corto a mediano plazos, tendrá que abrir las puertas a empresas occidentales (norteamericanas, inglesas y otras), para que compitan con las tres que se encuentran en el país, dos de China y una de Rusia.
Finalmente debe dialogar, tender puentes para la inclusión de todos los sectores y hacer cumplir el debido proceso en casos como del gobernador de Santa Cruz y de la expresidenta; para no hablar de la esperada reforma de la justicia.