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Política | 05/11/2018   16:01

Caída en el ranking de inversiones, baja del gas y aislamiento internacional, malas noticias para el Gobierno

ANÁLISIS: Hundida en el fondo crítico de los rankings globales sobre inversiones, aislada internacionalmente por caprichos ideológicos y con los ductos de la integración energética cada vez más vacíos, Bolivia vive un momento complejo. Hernán Terrazas

Argentina cada vez compra menos gas.
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Hernán Terrazas (Análisis)
Brújula Digital, 5|11|18
Que en Bolivia hay muchas trabas para hacer negocios, no es ninguna novedad, pero que lo ratifique todos los años el ranking Doing Business del Banco Mundial, afecta el clima de inversión y deja al país fuera del radar global de los interesados en desarrollar proyectos que podrían tener un impacto positivo sobre la economía.

Según el estudio elaborado anualmente por el Banco Mundial, con base en la medición de 10 indicadores económicos relacionados a la facilidad para iniciar un negocio, pagar impuestos, conseguir permisos, obtener crédito o servicios básicos, Bolivia ocupa el lugar 156 entre 190 países e integra, junto a buena parte de las naciones africanas, el pelotón de los más débiles. No es la Biblia, pero el mencionado ranking es una referencia importante para los inversionistas.

El país no vive los mejores tiempos económicos. La bonanza quedó atrás y la incertidumbre está delante, agravada por un proceso electoral que se presume complejo y polarizado y un entorno regional en el que predomina una tendencia que va en sentido contrario a la línea política adoptada por el gobierno de Evo Morales desde hace casi 13 años.

Los astros ya no están alineados para el mandatario boliviano. Ni siquiera el repunte de los precios internacionales del petróleo sirve para mejorar las expectativas, porque la demanda de los mercados tradicionales, particularmente de Argentina, se reduce dramáticamente.

El último dato al respecto señala que los envíos de gas al país vecino se redujeron a un mínimo histórico de 10 millones de metros cúbicos de gas por día y todo hace suponer que las cosas podrían ser peores hacia delante si se toma en cuenta que los argentinos ya no necesitan el gas boliviano y que los brasileños consideran también fuentes de abastecimiento más confiables.

Las relaciones ideológicas han comenzado a pasar facturas. Se sabía que el ALBA, mecanismo de integración comercial concebido en tiempos de la euforia populista, tenía una muy corta fecha de caducidad y que sus posibilidades de convertirse en una alternativa a los grandes acuerdos comerciales, estaban seriamente limitadas desde su origen. Sucede lo mismo con la quebrada UNASUR, de la que solo quedan costosos elefantes blancos habitados por fantasmas en Bolivia y Ecuador.

Condicionar el futuro de la economía boliviana al de las alianzas o afinidades políticas fue sin duda una torpeza y las consecuencias saltan a la vista: el aislamiento regional de Bolivia es alarmante y se refleja incluso en hechos que van más allá de la anécdota, como que, en sus más recientes viajes a Argentina y Perú, el presidente Morales ni siquiera hubiera recibido una llamada de bienvenida de sus pares.

La asfixia diplomática que experimenta el gobierno boliviano le resta oxígeno a la economía y eso podría agudizarse en los próximos meses, sobre todo con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, a quien por cierto Morales recibió con la acusación infundada de ser, junto al chileno Sebastián Piñera, financiadores de la derecha boliviana.

Bolsonaro ganó la elección con un discurso firme contra el populismo de izquierda y una postura radical contra el crimen organizado y el narcotráfico. Una de sus primeras decisiones, la más aplaudida hasta ahora, fue invitar al juez Sergio Moro –el responsable de haber llevado a la cárcel al ex presidente Lula da Silva y a muchos empresarios y políticos vinculados al caso Lava Jato– para comandar un Ministerio de Justicia, que incluirá además la seguridad ciudadana y los delitos financieros.

Cuando en Brasil se habla de narcotráfico se mira de reojo hacia Bolivia, porque buena parte de la droga atraviesa la extensa frontera que divide a ambos países. Como lo hizo Argentina hace poco, es de esperar que el mandatario brasileño opte por militarizar la zona fronteriza para contrarrestar la actividad de las mafias que durante más de una década, especialmente en el lado boliviano, enfrentaron una sospechosamente débil, por no decir nula, tarea de interdicción.

Sin el tema de la reivindicación marítima en la agenda, las relaciones con Chile son las mínimas necesarias. Bolivia ha perdido en La Haya el impulso que representaba su histórico reclamo y tendrá que pasar un tiempo antes que haya voluntad para que las partes vuelvan a un escenario de diálogo, menos contaminado por las diferencias políticas.

Hundida en el fondo crítico de los rankings globales que evalúan las ventajas competitivas de la economía, aislada regional y globalmente por caprichos ideológicos y con los ductos de la integración energética cada vez más vacíos, Bolivia vive un momento complejo de su historia reciente, cuya lectura seguramente influirá en el voto de los próximos comicios generales.

Para el presidente Evo Morales y el gobierno del Movimiento al Socialismo los astros ya no están alineados. En esas condiciones gobernar será mucho más difícil, como seguramente lo será también ganar una elección. Al tiempo.

Hernán Terrazas es periodista.





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