Panorama|02|06|25|
En Bolivia, hablar del abastecimiento continuo de medicamentos de calidad no es solo referirse a un proceso logístico o productivo. Es hablar de un compromiso profundo con la salud pública, con el acceso justo y con la sostenibilidad en un contexto desafiante.
Como industria farmacéutica, iniciamos cada producto con un paso crucial: la adquisición de materias primas importadas que cumplen con los más altos estándares internacionales. Estas materias primas son seleccionadas con rigurosidad, evaluadas en cada lote, y trazadas hasta su origen para garantizar que el producto final tenga la calidad necesaria para asegurar eficacia terapéutica y seguridad para el paciente. Este primer paso, que parece técnico, representa un acto de responsabilidad con la vida.
A esta exigencia se suma la realidad económica que enfrentamos. La escasez de divisas ha llevado a una constante reingeniería de nuestro sistema logístico: rutas de transporte más eficientes, costos de importación dolarizados, adaptación de tiempos, y cumplimiento estricto de las condiciones de almacenamiento (temperatura, humedad, integridad del producto) desde el origen hasta el punto final. Nada se deja al azar, porque la calidad no es negociable.
Una vez en planta, la producción se realiza bajo estrictos controles de calidad, que no solo garantizan el cumplimiento normativo, sino que honran el compromiso con la salud de las y los bolivianos. Equipos de alta tecnología, reactivos importados y talento humano calificado se articulan para que cada medicamento que llega a manos del paciente cumpla su propósito de sanar, aliviar o prevenir.
Este esfuerzo diario conecta directamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el ODS 3 (Salud y Bienestar) y el ODS 12 (Producción y Consumo Responsables). Porque producir con responsabilidad significa no bajar la calidad a pesar de las presiones económicas, y consumir con conciencia significa valorar el esfuerzo detrás de cada comprimido, ampolla o jarabe que se pone a disposición del sistema de salud.
A pesar de los costos crecientes, la industria farmacéutica nacional ha evitado trasladar el impacto total al consumidor. Hemos apostado por la sostenibilidad real: esa que pone en el centro a la persona, que busca la eficiencia sin comprometer la ética, y que demuestra que es posible resistir con visión y propósito.
Por eso, hoy más que nunca, es necesario que como consumidores elijamos productos nacionales. Porque al hacerlo fortalecemos un ecosistema que genera empleo digno, tributa en el país, cumple con criterios ESG, y contribuye al desarrollo económico y social de Bolivia. Apostar por lo nuestro es apostar por un país más fuerte, más justo y más preparado para el futuro.