Aunque parezcan celebraciones distintas, la Noche de los Muertos y Halloween tienen un origen compartido que se remonta a la Europa antigua, específicamente a la festividad celta de Samhain.
 
                    
                Brújula Digital|31|10|25|
Mirna Quezada Siles
En medio de una de las crisis económicas más complejas de las últimas décadas, marcada por la inflación, la escasez de combustibles y alimentos y una creciente inseguridad social, Bolivia vive un contraste cultural llamativo.
Mientras el poder adquisitivo de las familias se reduce, las calles del país se llenan de luces naranjas, calabazas y disfraces. Halloween, una celebración relativamente reciente, logró consolidarse entre niños, adolescentes y jóvenes, desplazando parcialmente las tradicionales festividades de Todos Santos y el Día de los Difuntos.
En ciudades como La Paz, El Alto, Santa Cruz y Cochabamba, la atmósfera urbana se tiñe de símbolos como telarañas artificiales, máscaras y figuras fantasmales que decoran tiendas, peluquerías, supermercados y hasta farmacias. Debido a la crisis, la fecha representa una oportunidad comercial que muchos negocios aprovechan. Halloween se impone como un fenómeno de consumo y entretenimiento.
Pese a los esfuerzos de grupos católicos por minimizar la fiesta de Halloween, esto es muy difícil debido al atractivo que esta entraña para los niños: disfrazarse de fantasmas o monstruos e ir a pedir dulces gratis a desconocidos.
Sin embargo, las festividades de Todos Santos y el Día de los Difuntos resisten. Aunque los costos de los insumos para las ofrendas –flores, panes, tantawawas, frutas y otros alimentos típicos– se incrementaron hasta en 50% respecto al año anterior, muchas familias continúan preparando sus mesas. Destinan entre 100 y 1.000 bolivianos para honrar a sus seres queridos y mantener viva una práctica que une generaciones.
En paralelo, Halloween generó su propia economía. Un recorrido por zonas como la calle Illampu, San Miguel y Achumani, en La Paz, revela que los disfraces se venden entre 100 y 700 bolivianos, mientras que las discotecas y bares ofrecen entradas desde 50 hasta 80 bolivianos. El gasto por persona puede superar los 200 bolivianos en una sola noche. Comercios como Hipermaxi registran un notable incremento en la venta de dulces y decoraciones temáticas, lo que muestra cómo, aun en tiempos difíciles, el entretenimiento se convierte en refugio frente a la incertidumbre.
Un breve sondeo urbano refleja una división generacional. Muchos padres disfrutan acompañando a sus hijos pequeños a pedir golosinas en tiendas y centros comerciales, pero expresan preocupación por el rumbo que toman estas celebraciones. Consideran que con Halloween perdieron sentido los valores y que los eventos para adolescentes y jóvenes no son seguros.
Además, lamentan que las tradiciones bolivianas no se promuevan adecuadamente y señalan la ausencia del Ministerio de Educación en el fortalecimiento del aprendizaje cultural. Los consultados mantienen la esperanza de recuperar el valor de sus costumbres como en México, Perú y Ecuador, donde las celebraciones tradicionales se fortalecen con apoyo institucional y educativo.
El párroco de la Iglesia Señor de la Exaltación, Gregorio Arreaga, recordó que Halloween nació como la víspera de Todos los Santos, una noche destinada a preparar el corazón para la fiesta de la santidad; pero con el paso del tiempo perdió su sentido original y se transformó en una celebración del miedo y de lo macabro. Aclaró que la Iglesia no se opone a la alegría ni a los disfraces, sino al riesgo de normalizar lo oscuro y de convertir lo diabólico en motivo de diversión.
El padre Arreaga considera que esta fecha puede transformarse en una oportunidad para educar en la fe. “Podemos enseñar a los niños que la luz vence a la oscuridad, que la vida supera al miedo. El cristiano no celebra el miedo, celebra la vida. No adora la oscuridad, camina en la luz.”
Sobre Todos los Santos, recordó que “la santidad no es un lujo, sino una vocación para todos”, ya que los santos no fueron seres extraordinarios, sino personas comunes que amaron, perdonaron y sirvieron en lo cotidiano y respecto al Día de los Difuntos, destacó que no se trata de una jornada de tristeza, sino de comunión espiritual. “El amor es más fuerte que la muerte”, expresó. Invitó a visitar los cementerios, encender velas y orar con esperanza, porque recordar a los difuntos es un acto de amor y de fe.
Consultado sobre el papel de la Iglesia frente a esta dualidad cultural, el padre Arreaga explicó que la Iglesia trabaja cada día en Bolivia evangelizando y que una de sus estrategias es “inculturarse dentro de la cultura para mostrar desde la realidad el rostro de Jesús, que es múltiple, diverso y que invita a encontrarnos con Él”.
Añadió que como cristianos y como familias el trabajo debe ser mancomunado. “Las instituciones educativas deben luchar para que no se pierdan las tradiciones autóctonas y ancestrales, que son motivo de orgullo y fuente de identidad. La Iglesia realiza campañas de concientización porque asustar no es lo nuestro y debemos recordar que la cultura boliviana es sensible, espiritual y profundamente humana”.
La socióloga Renata Carvajal, por su parte, explicó que la expansión de Halloween en Bolivia se debe al impacto de la globalización y los medios de comunicación. Según su análisis, la juventud urbana adoptó la fecha como parte de su identidad contemporánea y como un espacio de socialización.
“Halloween ya forma parte de la cultura urbana boliviana”, afirmó y añadió que el mercado y la publicidad la han convertido en una fecha rentable que promueve el consumo de disfraces, dulces y decoraciones.
Carvajal considera que no se trata de rechazar lo nuevo, sino de fortalecer lo propio. Sugiere que las instituciones públicas, educativas y culturales promuevan políticas que incentiven la participación de niños y jóvenes en actividades ligadas a Todos Santos, incorporando expresiones artísticas y tecnológicas que los motiven.
“Nuestras tradiciones están vivas, pero deben dialogar con las nuevas generaciones”, afirmó. Para ella, el desafío no es eliminar Halloween, sino equilibrar su presencia con el fortalecimiento de las prácticas que expresan la identidad boliviana, la memoria y el sentido de comunidad que aún perviven en medio del cambio.
Origen común
Aunque parezcan celebraciones distintas, la Noche de los Muertos y Halloween tienen un origen compartido que se remonta a la Europa antigua, específicamente a la festividad celta de Samhain.
Hace más de 2000 años, los pueblos celtas que habitaban las actuales Irlanda, Reino Unido y norte de Francia celebraban Samhain el 31 de octubre, marcando el fin de la cosecha y el inicio del año nuevo celta. Esta fecha representaba un momento en que, según sus creencias, el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se hacía más delgado, permitiendo el contacto entre ambos planos.
Con la expansión del cristianismo en Europa, la Iglesia Católica integró estas tradiciones paganas en su calendario, estableciendo el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre y el Día de los Fieles Difuntos el 2 de noviembre. De ahí surgió "All Hallows’ Eve" (víspera de Todos los Santos), que derivó en el término “Halloween”.
Cuando estas tradiciones cruzaron el Atlántico, evolucionaron de formas distintas: en México y América Latina se fusionaron con rituales prehispánicos dando origen al Día de Muertos; mientras que en Estados Unidos Halloween adoptó un carácter más festivo y comercial.