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24/03/2020

Unas semanas decisivas

Todos sabíamos, conscientes o no, que el coronavirus iba a ingresar a nuestro país sin avisar y, por las condiciones de debilidad estructural en nuestro servicio de salud pública, está lastimando a la gente no sólo en lo que se refiere al control de esta enfermedad, sino a nuestra fortaleza física y psicológica. Lo más dañino es que está afectando a nuestra sociedad, aprovechando las debilidades que este flagelo trae. Hay gente que cree que es un designo de las más altas esferas de algunos Estados para terminar de sojuzgarnos o doblegarnos. Algunos quieren obtener grandes ganancias con el miedo ajeno y otros apuestan a la obtención de votos criticando ácidamente a las autoridades por una u otra razón sobre las acciones que se hace para enfrentar al monstruo de la pandemia.

En el mundo ya cunde la desesperación y el miedo se ha apoderado de todos, incluso de los que pensaban que iba a pasar en cuestión de semanas o meses o era un simple resfrío. Algunos médicos y analistas consideran que para fin de año los contagiados llegarán a más de la mitad del planeta. Por el momento, los muertos ya no se los contabiliza por centenas, sino miles: muchos de ellos ni siquiera tienen una cristiana sepultura, directamente los llevan a fosas comunes. Esta realidad es dura, compleja y triste, pero en medio del dolor y la tragedia hay atisbos de una luz de esperanza a través del trabajo denodado de investigadores médicos en varias partes del mundo que están contra el reloj para intentar lograr un antídoto para doblegar al Coronavirus.

Las próximas semanas van a ser decisivas para el mundo, para nuestro continente y principalmente para nuestro país, que desea que esta pesadilla acabe lo más pronto posible. Por el momento (mientras escribía este artículo) no hay ningún muerto en Bolivia, pero los infectados avanzan y no hay forma de detenerlos. Italia es un claro ejemplo del descuido de las autoridades por no exigir de forma drástica la cuarentena y de la población que pensaban que iban a tener una vacación y podían hacer lo que les venía en gana.

Si nosotros como ciudadanos no hacemos los mayores esfuerzos para evitar el contagio de este virus y no nos quedamos en casa por el tiempo señalado, más allá de que las autoridades tengan la intención de hacer cumplir esta medida, incluso a la fuerza, las consecuencias podrían ser nefastas para todos y con ello se pueden derrumbar muchas ilusiones y esperanzas que venimos construyendo con mucho esfuerzo, cada día. Aunque se descubra una vacuna contra el coronavirus, demorará todavía varios meses, quizás un año, hacerla comercializable.

¿Se imaginan lo terrible que puede ser? ¿Peor que la hambruna de inicios del anterior siglo, o incluso tan devastadora como la Guerra del Chaco? No podemos tomar a la ligera un mal que ya se llevado más de 16.000 almas en todo el mundo en países que el sistema de salud pública es muchísimo más eficiente que el nuestro y que lamentablemente han colapsado.

Creernos invencibles y desafiantes ante semejante virus es una coartada de lo más cobarde, porque mientras no se produzca un muerto y menos cerca nuestro, estaremos tan campantes como si la conciencia estuviera adormilada, atiborrada, posiblemente por el efecto del alcohol o de la ignorancia más supina que obnubila la conciencia.

 Gastón Flor es comunicador social.



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