Las declaraciones del presidente Luis Arce
admitiendo que “hemos tocado fondo” en la producción de gas y que por eso los
ingresos por la coparticipación para los municipios y gobernaciones han
disminuido considerablemente, reflejan la crisis de las políticas
extractivistas que durante casi 15 años se concentraron en explotar sin
explorar. Sin embargo, el verdadero desafío consiste en tener claro cómo se
puede salir del fondo y reencausar el país hacía un progreso sostenible.
Primero, habrá que reconocer que difícilmente hayamos “tocado fondo” como lo describió el presidente Arce. Lamentablemente, siempre se puede estar peor, como hemos visto una y otra vez en la historia latinoamericana, incluido casos recientes como el de la Argentina y Venezuela. Obviamente, se entiende que un Presidente no está para generar pánico ni para desacreditar su propia gestión, por lo cual los gobiernos procuran infundir de optimismo a la opinión pública; en este caso con el mensaje de que los nuevos descubrimientos de la estatal petrolera nos permitirán en pocos años recuperar nuestra seguridad energética.
En nuestro caso, el fondo se puede ir profundizando en la medida que nuestra producción continúe declinando y requiramos importar mayores volúmenes de combustibles, diésel y gasolina, y, además, se necesite importar gas natural para nuestra propia matriz energética, hacía fines de la presente década, tal cual han proyectado algunos expertos del área. Esta situación plantearía al país el inmenso reto de conseguir las divisas para financiar la importación casi total de la energía que requiere nuestra economía y la propia sociedad para subsistir.
Desde la racionalidad no se puede desear llegar a esta situación, por más diferencias que se tenga con el actual gobierno, puesto que implicaría un escenario de gran incertidumbre sobre nuestra capacidad de garantizar la energía que necesita la sociedad para subsistir y la economía para producir. Claramente, este escenario generaría una grave situación de inestabilidad y conflicto social. Sin embargo, el hecho de que no sea racional desear este escenario, no significa que se deba negar la realidad de que se podría llegar al mismo sino se hacen las cosas diferentes.
Creo que un buen primer paso es reconocer el problema, en pocos años hemos pasado de los discursos del “mar de gas” a admitir la caída de la producción. Un segundo paso positivo es admitir que durante años se descuidó la exploración y que esta debe ser la gran prioridad para los próximos años. Sin embargo, no creo que apostar a que la solución la va a conseguir YPFB y sus proyectos de exploración sea realista. Para revertir la situación actual se requieren inversiones, tecnología, experiencia, know how como se dice comúnmente y equipos humanos altamente capacitados que la estatal petrolera y sus filiales no tienen, como ha quedado demostrado en sus múltiples fracasos exploratorios.
Para revertir el declive en la producción de hidrocarburos, Bolivia necesita crear un nuevo marco para la atracción de inversiones, puesto que desarrollar el sector energético de un país demanda múltiples proyectos de exploración ejecutándose simultáneamente. A diferencia de los años 90, las circunstancias son adversas para atraer inversiones, ya no tenemos los mercados externos de antes, el cambio climático hace que las empresas europeas descarten las inversiones en combustibles fósiles; adem;as, las de Estados Unidos difícilmente vendrán a un país con políticas que rechazan su inversión y nuestras leyes y las condiciones que generan están concebidas para ahuyentar la inversión extranjera en este rubro.
Aquí chocamos frontalmente con la trampa ideológica y el mito de la nacionalización. Estoy seguro de que quienes gobiernan conocen que para encontrar una solución duradera se debe modificar el marco legal que rige al sector de hidrocarburos y resolver los obstáculos normativos para el desarrollo sostenible del sector. Sin embargo, temen que cualquier movimiento hacía la modernización de esta normativa constituya un suicidio político en el contexto de la competencia por la radicalidad que implican las primarias oficialistas. Lo que se puede explicar desde el cálculo político choca contra la solución económica.
El maniqueísmo político por el cual se debe elegir entre alabar la nacionalización de hidrocarburos o convertirse en un vendepatria, tiene entrampado al país y amenaza su futuro. Debemos superarlo mediante un debate serio y responsable para evitar descubrir que podemos encontrar que siempre se puede caer más bajo.