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Tinku Verbal | 18/03/2019

¿Tiene remedio la Policía?

Andrés Gómez V.
Andrés Gómez V.

Después de tantos policías acusados de corrupción y otros delitos, tú y yo podemos concluir que no hay remedio para la Policía. Sin embargo, no podemos perder la esperanza, más cuando hay policías honestos. Debemos comenzar con ellos lo que tantas veces fracasó: la reforma. Para comenzar, urge hacer un cuadro de situación, determinar las causas e identificar los destinos o departamentos policiales donde más casos de corrupción se presentan.

Aceptemos de principio que la Policía es, en cierta medida, el reflejo de la sociedad boliviana. Si hay un corrupto, hay una persona que corrompe. Y una de esas malas personas es el padre o madre de un estudiante de Policía que coimea para que su hijo o hija, no apto para ser servidor del orden y la Ley, ingrese a la Academia Nacional de Policías (Anapol).

A propósito de este punto. Hace como seis años, escuché que un capitán, de trayectoria limpia, dijo al padre de un cadete: “Profesor, su hijo postuló y aprobó limpiamente los exámenes y debe acabar su formación; la mayoría de los otros postulantes tienen familiares contrabandistas o vinculados con otras actividades ilícitas, hasta con el narcotráfico; por eso, están dispuestos a pagar para que sus hijos ingresen a la Academia, saben que luego ese policía protegerá y encubrirá sus actividades ilegales”.

Quizá el capitán tiene razón. A principios de año, los investigadores establecieron que de 351 postulantes a la Anapol sólo 45 aprobaron los exámenes sin coimear, en la gestión 2018. La delincuencia comienza así. Entonces, ¿por qué no revisar los antecedentes de los padres, madres, hermanos, primos de los postulantes? La depuración previa de casos extremos evitará que sean policías aquellos que tienen como objetivo primordial el enriquecimiento ilícito y no el servicio a la comunidad. En este sentido, el Ministerio de Gobierno dio este año un buen paso al evitar que gente maleada comience la carrera policial y reprogramar exámenes más transparentes y rigurosos.

Parte de esa transparencia es la declaración jurada y debe ser realizada apenas el postulante apruebe el examen a una institución policial. Así aún no perciba ingresos, la sociedad tiene derecho a saber con cuánto de capital está comenzando su formación. Esos documentos, posteriormente, deben estar a disposición de la gente, en la página web de la Policía. Serán útiles para hacer un seguimiento a cada policía. 

Paralelamente a este proceso preventivo, es necesario identificar los destinos más apetecidos por los policías. Entonces, automáticamente se conocerán las razones. A priori, deduzco que en esos destinos hay actividades ilícitas muy lucrativas: contrabando, autos chutos, narcotráfico. Obviamente, el primer objetivo será disminuir esas actividades y el segundo: enviar a esos lugares a los policías más probos.

Sin embargo, no basta ser probo. En algunos casos, la tentación puede ser grande. Para precaver, se debe aplicar un sistema de control con la ayuda de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC). De este modo, se facilitará la rendición de cuentas en línea ante la sociedad. Las TIC pueden sistematizar operativos, resultados, incautaciones y abreviar pasos en trámites burocráticos para evitar contactos entre el policía y el posible corruptor.

Vale la pena considerar el ejemplo de la Policía británica, que pone a disposición de los ciudadanos toda la información referida a la institución. En el caso de la Policía Boliviana, las declaraciones juradas, ingresos, títulos académicos y otros datos de los policías deben estar disponibles a la sociedad para que esta ejerza su derecho a la información.

Ya en la parte punitiva, en casos extremos de gravedad, como el caso del excomandante de la Policía de Oruro Rommel Raña, acusado por la Fiscalía de recaudar 300 mil dólares por cobros al contrabando y cobros al personal subalterno, la investigación debe alcanzar a los familiares porque, generalmente, la gente corrupta no abre una cuenta bancaria personal para depositar el dinero de sus fechorías.

Hay esperanza, hay policías honestos. Con la ayuda de éstos podemos identificar las logias o grupos delincuenciales incrustados en la Policía. No creo que la gente honesta sea parte de esas bandas. Yo sé que tú tienes otras ideas, entre ellas, subir el salario de los policías, fortalecer los sistemas de control con gente de la sociedad civil o hacer depuraciones sin anestesia. Discutamos. Intentemos otra vez.

Andrés Gómez Vela es periodista.



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