Con la consabida frase de que “eres joven y tendrás muchas oportunidades en el futuro” vio cerrarse interesantes escenarios que correspondían a su condición de vicepresidente de las federaciones cocaleras del trópico cochabambino, por ejemplo formar parte del binomio presidencial en los comicios de 2020. Sin embargo, tuvo que resignar sus aspiraciones para que el representante aymara sea el acompañante de fórmula del clasemediero ideólogo del modelo económico, degradado ahora a cajero.
Ya en la Asamblea Legislativa, ejerciendo como presidente del Senado, buscó diferenciarse de las figuras más conocidas del masismo -Evo Morales, David Choquehuanca y hasta Luis Arce-. La idea era proyectarse como un perfil fresco y articulador desde una instancia legislativa caracterizada por ser menos conflictiva, en comparación con la Cámara de Diputados, donde la acción política es más intensa y, por tanto, proclive a la polémica permanente.
El joven de 35 años, politólogo de profesión, dirigente cocalero con trayectoria pese a su juventud, hizo de la conducción del Senado su zona de confort en 2021, 2022 y parte de 2023. Ser el tercer hombre en importancia del país -ejerció interinamente la presidencia del país por el viaje de los mandatarios-; sancionar proyectos de ley aprobados por Diputados y de interés del Ejecutivo; aprobar las designaciones de embajadores y generales en las Fuerzas Armadas y la Policía; y representar al MAS en ámbitos institucionales eran suficientes para eludir los problemas propios de la actividad política de primera línea.
Pero, la guerra entre arcistas y evistas, agudizada en la pasada gestión, le obligó a dar un viraje en sus planes, al menos en los de corto plazo. Al finalizar la tercera legislatura, enfrentó hasta dos competidoras de su propia bancada para presidir la Cámara Alta -una senadora de La Paz primero y luego otra senadora de Potosí-. Tuvo que firmar un acuerdo con las bancadas opositoras -golpistas, racistas y vendepatrias- para mantenerse al mando, algo impensado en filas del masismo que alcanzó la hegemonía política en tiempos de Morales.
Se dio cuenta que mantenerse equidistante de las facciones en pugna, buscando abrir su propio camino en medio del fuego cruzado, podría truncar su objetivo de ser el relevo generacional dentro del MAS. Y es que es visto como parte del evismo, aunque circularon videos que insinuaron que estaba dispuesto a traicionar a Morales, y recibió el mensaje desde el otro bando de que ya no lo querían como número uno del Senado.
Salió de su cómoda posición, desafió el receso parlamentario impuesto mediante un comunicado y denunció a Choquehuanca de ser cómplice del Ejecutivo en maniatar a la Asamblea Legislativa.
Si bien la confrontación no es parte de su ADN político, aunque proviene de un territorio en alerta permanente y con un caudillo que no da un paso sin tener el cuchillo entre los dientes, empezó a cambiar su estilo de hacer política: fijó una posición crítica sobre la autoprórroga de mandato de los magistrados y en torno a los artículos de contrabando introducidos en la Ley Financial. Mostró que no estaba dispuesto a sentarse y esperar a que se le abran las puertas para ejercer roles de mayor responsabilidad, producto de la inercia política.
Intuye que la rivalidad por el poder entre el evismo y el arcismo puede terminar de la peor manera y percibe que la próxima gestión gubernamental (2025-2030) puede acabar fagocitada por la crisis económica. Se encuentra frente al dilema de ejercer el liderazgo nacional de su partido de una vez o postergar ese paso hacia el 2030, esperando que las fuerzas populares se reorganicen y para ese entonces estén en la fila de la jubilación política Morales, Arce y Choquehuanca, entre otros.
Andrónico Rodríguez no debería esperar mucho para resolver el dilema. Morales está siendo empujado al precipicio y Arce jamás tendrá el liderazgo de quien lo eligió como su delfín electoral. Además, se sabe que el multimillonario boliviano que ha estado enviando señales de querer pasar de la actividad empresarial global a la política nacional buscó reunirse con el joven presidente del Senado en la perspectiva de un proyecto político-electoral de características modernizantes para el país. Eso no es necesariamente para el siguiente período constitucional, pero se nota que el destino está tocando su puerta. ¿Tendrá el coraje de abrirla?
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista.