La joven argentina alemana Tamara Bunke Bider cumplió 27 años unos días después de haber ingresado a Bolivia. Traspuso la última frontera atravesando Yunguyo tras un largo recorrido que inició en Praga y terminó en La Paz. Portaba una identidad falsa, minuciosamente memorizada para no encender suspicacias. Su nombre de ahí en adelante sería Laura Gutiérrez Bauer.
Gustavo Rodríguez Ostria investigó como nadie el paso de Tamara-Laura-Tania por nuestro país. Entre 1964 y 1966, esta chica con el pelo teñido de negro no ejecutó ninguna labor heroica. “Anodina” es la palabra aplicada por nuestro historiador. Hay desinformados que afirman que usó aquel trienio para montar una red urbana, presta a acoger a la guerrilla del Che Guevara. Es falso. Otros aseguran que su labor de espionaje fue tan penetrante que llegó a intimar con el Presidente Barrientos. Otro invento.
Laura Gutiérrez Bauer era lo que los manuales de la Guerra Fría definen como una “durmiente”. La inteligencia cubana la infiltró sin urgencia en la sociedad boliviana ante la eventualidad de necesitarla para alguna misión aún incierta. A fin de poseer un pasaporte boliviano, la joven se casó con Mario Martínez, un sucrense de 23 años, quien luego sería becado a Bulgaria para evitar que averiguara más sobre su peculiar esposa, de cuya muerte se enteraría por los diarios mientras estudiaba en Sofía.
El encargo final para nuestra Tamara encubierta llegaría en los días difusos en los que el Che huía del Congo para luego tener que cancelar sus travesías armadas a Argentina y Perú e improvisar su último foco en Bolivia. Según Rodríguez, la “durmiente” inició sus movimientos con vuelos a Brasil y Argentina. En su país natal se contactó con el pintor Ciro Bustos, enlace que el Che requería para fundar el nexo con los guerrilleros rioplatenses. En junio de 1966, falsa Laura retorna a Bolivia. Recibe un jeep para desplazarse por la geografía de este supuesto nuevo Vietnam sudamericano. Lo deja en un garaje en Camiri y regresa en avión a La Paz, donde recibe a Bustos, quien aparece acompañado por el célebre Regis Debray. El único error de quien iba en camino de convertirse en Tania consistió en acompañarlos hasta el campamento guerrillero del Che. De allí saldría sin vida.
Cuando el Che está regresando de su primera exploración por la zona, ve con perplejidad que su compatriota sale a recibirlo. Nadie, ni Guevara, ha podido explicar hasta ahora qué buscaba Tania ahí. El jeep, donde Debray y Bustos habían dejado su ropa, era confiscado por las autoridades en Camiri. Solo encuentran una libreta de teléfonos. Como la joven se había sumergido en una vida social inocua, la lista no aporta nada. Según Rodríguez, el hallazgo del vehículo evitó que Tamara pudiera salir de la base como sí lo hicieran Bustos y Debray. La explicación no satisface. Un arresto de Laura no hubiera sido más oneroso que la caída de los otros dos extranjeros que entraron con ella a la zona. El caso es que ella quedó prisionera en aquella jaula candente. Rodríguez cuenta que la ponían a coser, a escuchar noticieros radiales y a cocinar. Como consuelo quedó en posesión de una pistola. El día en que la patrulla dirigida por Mario Vargas Salinas le perforó un pulmón en el río Grande, Tamara-Laura-Tania se hundía en la corriente líquida sin haber podido combatir ni un solo día, aunque sus admiradores insistan en llamarla guerrillera.
La noticia de su muerte, aquel 31 de agosto de 1967, llegó a Alemania con lentitud exasperante. Un año después, su madre le entregó a las autoridades de la llamada República Democrática Alemana (RDA) 30 páginas con información básica sobre esa vida cegada en Sudamérica. Tras varias cartas insistentes y dolidas, la serie impresa sobre Tania apareció publicada en marzo de 1969. ¿Por qué los camaradas germano-comunistas tardaron ocho meses en revisar 30 páginas? Friedrich Trappen, el encargado de esta tarea, justificó así la tardanza: “Se tiene que impedir, de alguna manera, que terminemos difundiendo la concepción cubana de la revolución, debe evitarse la difusión de cualquier pensamiento aventurero”. Queda claro.
Esta excusa muestra que en Europa del Este, Tania debía ser etiquetada como aquella joven, más argentina que alemana, cuya repentina huida hacia el sur solo podía ser explicada de forma condescendiente mediante una mágica y pasional atracción por el Che. Solo así resultaba comprensible el modo encandilado e hipnótico en el que ella cruzó sin órdenes de Camiri a Ñancahuazú para saltar al vacío.
Rafael Archondo es periodista y docente universitario