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15/11/2019

Saliendo del evismo, una mirada propositiva

Debemos tener una agenda mínima de trabajo. No podemos permitirnos la venganza. Las “evadas” desde este lado –del lado gubernamental- parecen brillar. El racismo desbordante de Morales podría, y es fundamental repetir la palabra “podría”, replicarse desde la vereda gubernamental con una anti-evismo no menos delirante. Convengamos en este mínimo piso de consenso: Evo es patológicamente racista. Y ese delirio, traslado a filas del actual gobierno, puede ser perverso. Es preciso, frente a posible esta euforia revanchista, proponer los siguientes puntos mínimos:

1.  Se debe lograr el desarme y el aislamiento inmediatos de los violentos

Los violentos han quemado los buses Puma Katari. Los violentos han entrado a viviendas privadas destruyéndolas. Los violentos han irrumpido en Farmacorp o el Hipermaxi con el claro afán de robar. Los violentos tienen nombre y apellido: el MAS. No hay duda, no están solos: en Potosí, por ejemplo, algunos opositores han incendiado hogares de personas allegadas al MAS. ¿Excepciones? Por supuesto que sí. No quiero caer en falsos empates técnicos. La verdad deja un saldo pavorosamente masista. Son ellos quienes irrumpen contra la paz. Es una obligación inmediata aprisionar a este conjunto menor pero dañino de la población. Podría ser mayor. Podría escuchar al delirante y violento Evo Morales y emprender con violencia. No debemos ser ingenuos, aunque tampoco vengativos (ni racistas), y debemos apurarnos. El ex presidente Morales quiere sangre. Desde su rincón en México propone venir a pacificar el país después de haber instruido a Salvatierra, ex senadora, incurrir en actos de insubordinación. Le ordena ser violenta. Le manda reclamar la presidencia para sí misma y, al estilo venezolano, engalanar dos presidencias. Bolivia dividida en dos. Y él, Evo, como el salvador. Por supuesto que no podemos ni debemos permitirlo. Los violentos a la cárcel.

2.  Se debe tener el reconocimiento y el apoyo internacional para el proceso de normalización institucional del país

Es vital este apoyo. No se puede ni debe correr el riesgo de que la versión del golpe de Estado se masifique. No podemos permitir que esa versión, falaz y cínica, se extienda. Una izquierda acrítica latinoamericana, entre la que el populismo de López Obrador cobra sentido, reclama con vehemencia “solucionar el golpe de Estado en que derivó el caos en Bolivia”. Es una opinión miserable. Han muerto 4 personas y todas ellas son no-masistas. Esta fantástica revolución social ha sido eso: una revolución de la gente. Una alucinante movilización social ha derivado en el alejamiento de Evo y Álvaro. He leído con cierto azoro esta versión. He leído con asombro como una izquierda de manual amplifica esta versión. Cabe hacer conocer al mundo, y, por supuesto, a esa izquierda de postal, que don Evo Morales fue a su cuarta (¡sí señor, a su cuarta reelección!) reelección. No es joda, es cierto: la cuarta. Y en esta ocasión su triunfo fue del… !10,56 por ciento de los votos! Si se tiene en cuenta que el 10 por ciento es legal, el fraude fue de un 0,56 por ciento de los votos. Es decir, de 32 mil votos de un universo total de más de 7 millones de votos. Una burla contra la sociedad civil boliviana. Un fraude monumental, que la población boliviana, gran parte de ella, no se tragó. La puso en evidencia y actuó en su contra. Gran población.

3.  Se debe impulsar un gran acuerdo nacional para la pacificación y democratización real del país

Aterra observar que el actual gobierno puede ser (no lo es, pero podría serlo) el evismo al revés. Si el evismo actúa con una lógica vulgarmente racista, azuzando a poblaciones vernaculares a que se manifiesten sin demora a favor del “hermano campesino e indígena”, el antievismo puede tornarse inquietantemente similar. Más edulcorado pero con los mismos contornos de discriminación. La palabra “q’ara” es sustituida por la palabra “t’ara” fungiendo ambas con igual ímpetu. ¿Qué significa esto? Pues lo obvio: hay ministros y ministros (algo de lo que no pretendo hablar en esta nota) y cabe ser dubitativo aunque ciertamente optimista. Ya lo dije: en buena cuenta la tesis masista tiene una réplica en esta antítesis de los partidos no masistas. ¿Qué cabe hacer? Debemos apuntar a una síntesis fulgurante en la nueva elección.

Mientras tanto, los nombramientos de autoridades exmasistas y/o indígenas son cruciales para poner en evidencia la condición “plurilingüe” que vivimos. La muestra me parece débil pero es mayor que el masismo repleto de los Arce, Quintana, Montaño o Rivero. En todo caso, es preciso convocar a un diálogo (o algo similar). Sí, es de esa palabra perdida en esta larga vigencia masista que debemos agarrarnos. Evitamos nuestro desdén por el otro y nos obligamos a pactar. Cabe reafirmar el diálogo y el pacto, tan venidos a menos en estos 14 años, como los pilares institucionales de la nueva Bolivia.

4.  Se debe auspiciar un proceso electoral transparente y efectivamente democrático

Hay un grupo dispar pero enorme (de por lo menos 80 “democracias”) de países que ejecutan elecciones sin creer en ellas. Sí, definitivamente es algo que debemos saber: las nuevas dictaduras son democráticas. O para ser precisos: las nuevas dictaduras llevan adelante dinámicas electorales. Se vota, sí se vota en regímenes no-democráticos. La usanza electoral es un rito usual y practicado. Nadie en su sano juicio impondría un régimen autoritario a su imagen y semejanza. No señor, los autoritarismos sin elecciones han sido sustituidos por los populismos con elecciones.

Las nuevas dictaduras son en realidad eso: populismos, desenfrenados y cortoplacistas. Evo clasifica sin el menor tapujo en estas lides. Es un populista a carta cabal. Es un nuevo molde de dictador, que se convierte en dictador en un periodo largo. No se vuelve tirano de jueves a viernes una vez consumado con todo éxito el golpe militar. No, se vuelve un dictador luego de un proceso largo de “empoderamiento autoritario”: de ser una democracia con todas las de ley, se pasa a sr una “democracia híbrida” o democracia a medias y de ésta a un régimen de “autoritarismo competitivo” y sólo de acá se transita hacia la dictadura. Si le ponemos nota no se va de un 10 a un 1 de sopetón sino gradualmente: del 10 democrático a un 5 como democracia híbrida, a un 3 como autoritarismo competitivo y de ahí a un 1, como dictadura, que es a lo que Evo quería llegar. Afortunadamente ni la policía ni las fuerzas armadas se subieron a ese trajín de iniquidad.

5.  Se debe incorporar la crisis económica como variable esencial a ser atendida de inmediato

No me extiendo pues este campo amerita un artículo entero. Sin embargo, sí me quiero concentrar en un aspecto: no se puede mantener la aureola de racismo como bandera de movilización. Se debe pasar del discurso de odio al discurso constructivo. He ahí la meta principal a desarrollarse. Requerimos de un país productivo, de un país sano, de un país educado. Es una tarea que debe exigirnos ser verdaderamente propositivos. La tónica “a la defensiva” no sirve. Vienen tiempos difíciles y es necesario responder con propuestas e ideas. La simple mención al color de nuestra piel gana votos pero no salva sociedades. He ahí la importancia de este nuevo diseño.

Diego Ayo es cientista político.



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