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En voz alta | 28/10/2024

¿Quién se rinde?

Gisela Derpic
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Bolivia vive en crisis permanente, marchando al abismo para detenerse, desandar camino y reemprenderlo en igual dirección. Una y otra vez. Como un adicto a la adrenalina, “la hormona del estrés”, indispensable para vivir. A veces, hasta morir. Al final del siglo XX, esa incesante dinámica se alimentó de resentimientos nuevos, invencibles. Como el racial.

Hoy Bolivia está bloqueada, de nuEVO. Una vez MAS. Peor que nunca, poniéndose en evidencia su hundimiento en el lodo sobre el cual se edificó el “Estado plurinacional”. El “noEstado” en palabras de Lupe Cajías, “sitio de nadie” en las mías. Experimento de españoles.

No sólo es un bloqueo más. Es más perjudicial por la ya depauperada situación económica del país gracias al modelo masista aplicado desde 2006. No sólo acrecienta la inseguridad y la incertidumbre en lo que sucederá a corto plazo (la certeza del desastre a mediano y largo plazo es total). Va más lejos por sus notas primiciales respecto de sus motivos, sus voceros, su modo de ejecución y las respuestas desde la sociedad.

Los motivos: a) la impunidad de un depredador sexual desde el poder sindical y más al acceder a la presidencia. Para ello, en palabras de sus voceros, el gobierno (¡!) debe levantar los cargos y procesos en contra del pervertido. Queda claro que no hay justicia sino INJUSTICIA al servicio del poder; b) su habilitación para ser otra vez candidato a la presidencia, contra el Derecho. Alguno de los voceros fue más lejos. Dijo que quieren que este sujeto sea otra vez presidente, “por las buenas o por las malas”.

Los actores son, en su mayoría, desconocidos. Al margen de dos individuos en función parlamentaria y el cada vez más desquiciado Quintana, declaran individuos de nombres y rostros extraños, en representación de organizaciones tampoco conocidas.

El modo de ejecución: al traslado de gente con paga de por medio, con presencia de delincuentes habituales, se añade violencia extrema, verbal y física, con amenazas y armas de fuego. Es terrorista.

Las respuestas sociales muestran, en general, un silencio cómplice y culpable en el movimiento de mujeres, las oenegés globalistas y las feministas de última generación; los senadores, diputados y jefes políticos no masistas; las instituciones académicas, profesionales y de derechos humanos; las iglesias; las organizaciones de jóvenes, vecinales y de padres de familia. Los dirigentes de sectores afectados por el bloqueo protestan sin referirse a los motivos de aquél. Los universitarios no saben del asunto. No les interesa. Se preparan para bailar y libar en la próxima “entrada universitaria”. Gran parte de la prensa luce su incompetencia y tendencia prebendaria dando voz a los criminales con poder.

Sin embargo, hay una mayoría ciudadana crítica. Su voz no se escucha porque no está articulada. No forma parte de entes corporativos. Cada quien expresa en privado y/o en voz baja lo que le provoca la debacle institucional, económica, y política causada por el masismo. Siente angustia por el futuro. Siente vergüenza ajena. Está ansiosa de la alternativa -que habrá, seguro- que lleve a recuperar el país y reconstruirlo. Que nos devuelva autoestima de bolivianidad.

¿Cómo se llegó a este estado? En algún punto del camino comenzó una mala siembra de segura mala cosecha que se está recogiendo ahora. Se instaló la tolerancia y la condescendencia con las transgresiones de los seres considerados excluidos y despreciados históricamente, a manera de compensación. Se convirtió en complicidad y encubrimiento. En impunidad. Se lo hizo para estar en la onda, haciéndose parte de la caterva. Por interés o ingenuidad, sin base emocional- afectiva ni cognitiva alguna. En oposición a la empatía y a la solidaridad que se fundan en la consideración del otro como igual. Debilitando los valores de nuestra cultura. Occidental y de fuente judeocristiana.

Entre tales valores es crucial, precisamente, la igualdad de las personas, con iguales derechos y deberes. Ciudadanas todas. Asumiendo que la ley es para todos; que así dura, es la ley. Asumiendo que la tolerancia y la condescendencia discriminan pues se sostienen en la devaluación de unos como eternos incapaces, beneficiarios de permisiones que condenan a la indignidad.  A las personas y a los países también.

De allí derivó la costumbre de suspender procesos penales por comisión de delitos de orden público como condición para levantar medidas de presión, omitiéndose el deber de investigar a dirigentes de organizaciones poderosas para evitar conflictos. De allí derivó condecorar por hechos ilegales. De allí derivó la formación de una falsa conciencia de permisión para delinquir en pro de indígenas y/o trabajadores. De militantes del “proceso”. De allí deriva que un pervertido bloquee y aterrorice el país para quedar impune y ser presidente, otra vez. 

Por eso hoy somos desarraigados culturales, cual exiliados en nuestra propia tierra. Por eso vamos a recuperarla en 2025. Por eso repetimos: ¡nadie se rinde!, ¡nadie se cansa!

Gisela Derpic es abogada.



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