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H Parlante | 20/05/2021

¿Quién era Ivanbor?

Rafael Archondo Q.
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Reviso su muro en Facebook y aquilato la abundancia de amor que lo cubría. Boris Iván Miranda Espinoza dejó este mundo a considerable distancia de su patria, de su club, el Bolívar, y de la patota de cómplices fraternos, sumados en tantas noches de parranda y aguda estimulación intelectual. 

En solo dos días, desde que se anunció la mala noticia, 225 personas le han dedicado palabras llenas de pesar, pero también de nostalgia agradecida por la tremenda dosis de vida que distribuyó con inocente desparpajo.  Por acá quisiera sumar mi carga a la montaña de recuerdos, persuadido de que cada quien acude a esta cita acompañado por razones tan plurales como contradictorias.

Ivanbor era su moneda de identidad en las redes sociales, aunque era más llamativa su claridad al hablar y al escribir. Como muchos periodistas de nuestro país, vivió su adolescencia y juventud bajo vibrante intensidad política.  Ese cargamento suele hacernos robustos. “Todo periódico de derecha necesita a los mejores periodistas de izquierda”, leo por ahí entre sus homenajes. Concuerdo. Es muy difícil hacerlo de otro modo. El amor por lo público se mece en la cuna de una politización hasta el tuétano. Nuestro Boris aparece en algunas fotos sosteniendo una bandera negra, en abierta provocación anarquista y en plena plaza San Francisco. Se lo ve disfrutando.

Su padre militaba en el Partido Comunista, aunque era de una serenidad que rayaba en el conformismo. Parece que Ivanbor cultivaba en cambio un temperamento algo pugnaz o mejor dicho, aventurero. Cuando lo entrevisté en Erbol en 2013, me contó que formó parte de la juventud universitaria que salió a las calles durante la Guerra del Gas. A esos episodios, él le dedicó un libro que tardó diez años en madurar.  Su otro trabajo editorial es sobre los desquiciados tropezones del MAS en 2008, cuando disolvió la Media Luna a punta de maniobras y garrotazos.  

En la Fundación Che Guevara, al mando de Antonio Peredo, se forjó en la necesidad de un cambio que vino, sí, de la mano de Evo Morales. Boris coronaba con ello su vuelo como estudiante en Cuba, su admiración por los barbudos de la Sierra Maestra, pero sobre todo sus desenfrenos libertarios en gozosa exploración de la isla. Hasta ahí, resultaba consecuente con las pulsaciones del pueblo boliviano, que un buen día decidió barrer a su mal parada clase gobernante.

Es ahí cuando Iván Junior invade el terreno aún desconocido de una briosa redacción. Bien pudo dedicar sus días al análisis político y terminar como vocero infatigable de los ex rebeldes de 2003. Pero no, el azar se propuso salvarlo de una vida acartonada. De “La Prensa” pasó a fundar “Página Siete” y de ahí, saltó a BBC Mundo, cuyas sedes en Miami o Bogotá, llenó de ideas nuevas y enfoques creativos.

Puede decirse que el periodismo obró el milagro. Boris dejó de lado su militancia original y se obligó a construir una plataforma personal en la que cupieran todas las voces y perspectivas. Menuda herejía para los estalinistas que le siguieron exigiendo fidelidad al catecismo de partida.

De él sigo intentando aprender cómo el periodismo es una forma de rigor que no admite regateos vergonzantes con los datos. En ello solo resta ser implacable. El resultado fue esperanzador. En Boris Miranda disfrutamos de contrapuntos negadores de la polarización reinante, de visiones que cruzaron los dogmas y horadaron las trincheras. Las suyas solían ser miradas serenas, ansiosas de convivencia y reconciliación.

Volviendo a la entrevista en Erbol, en 2013 pronosticó lo que ahora podría estar ocurriendo en Bolivia. Acá transcribo un puñado de sus palabras: “Lo que sí creo es que vamos a ver el surgimiento de liderazgos locales, la aparición de fuerzas políticas surgidas del mismo seno del MAS. El relevo histórico va a nacer de las mismas entrañas del proceso. Vamos a ver liderazgos que van a poder disputar, quizás en cinco años, ahí sí, la titularidad del Estado. Es urgente reivindicar la independencia de los dirigentes con respecto a un poder temporal y también la crítica desde la izquierda. Hay que reivindicarla para evitar la satanización. Al que critica, desde el gobierno le dicen que es de derecha o que es un resentido. Eso no ayuda”.

Lo que Boris Miranda advertía hace 8 años, está tardando en llegar. En su menú para Bolivia figuraba una democracia plena en disensos, un sistema que consagra la crítica como un correctivo indispensable y que con ello da paso a que la búsqueda del bien común deje de ser el oficio de unos cuantos. Gracias Ivanbor.

Rafael Archondo es periodista.



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