El presidente Arce, en su ya famosa versión del “Discurso de los 16 años del Estado Plurinacional”, nos regaló un espectáculo breve, contradictorio y sin mucho contenido. Si esto fuera un menú, habría sido una sopa aguada de campaña electoral y un plato fuerte de informe presidencial recalentado. Empezó reconociendo que, durante los 19 años de gobierno del MAS, se cometieron “muchos errores”.
Sin mucha modestia se colocó frente al espejo y reconoció algunas arrugas, algunas metidas de pata del hermano Evo y unas cuantas canas, pero se apresuró a tranquilizarnos asegurando que los aciertos fueron mayores que los pecadillos. Como, por ejemplo, el haber matado a la gallina de los huevos de oro YPFB, estrangulando el sector gasífero en Bolivia. Por supuesto una pigricia. Pero para tranquilidad del pueblo boliviano, prometió actualizar el modelo económico y político, como si se tratara de descargar la nueva versión del “Proceso de Cambio 2.0”. Ciertamente, un software pirata.
Acto seguido, nos preparó para el año electoral venidero con su acostumbrada retórica binaria: la patria (o sea, él) versus la antipatria (todos los demás), que ahora incluye a su exhermano Evo Morales. Porque en el MAS, el “amor fraterno” parece durar hasta que se roban el último aplauso. Por supuesto no perdió la oportunidad de sopapear a la oposición ya los enemigos con adjetivos viejos, pero de grueso calibre, imperialistas chupa coto, capitalistas de poca monta, saboteadores consuetudinarios y otras caricias ideológicas. Después de sacudir a la oposición como a trapo viejo, curiosamente, llamó a un pacto social y político. La estrategia parece ser te pego, pero hagamos las paces
La justicia, esa eterna promesa. El presidente nos dio una receta mágica para resolver la crisis judicial: elecciones en los cinco departamentos donde no se realizaron. Luego, en un elegante movimiento de ping-pong político, pasó la pelota a la Asamblea Plurinacional para que ellos resuelvan el problema. Pareciera que la crisis del sistema justicia, que incluye desde corrupción hasta ineficiencia estructural, se solucionará como por arte de magia al elegir a más jueces de la misma fábrica. ¿Un chiste? No, es el plan. Por supuesto ni una palabra sobre los autoprorrogados y su acción cínica de controlar el sistema judicial en Bolivia. En rigor, un saludo a la bandera porque el gobierno ha perdido todas sus fuentes de apoyo y solo le queda el control abusivo del poder judicial.
Economía: pactos y contratos “benditos”. El primer mandatario invitó a unirnos a su modelo de industrialización, que ya incluye dos contratos sobre litio negociados con Rusia y China. Esos contratos, según expertos, no son precisamente un negocio brillante para Bolivia, a menos que consideremos brillante entregar nuestros recursos al mejor postor extranjero. ¿Qué mejor manera de construir un “pacto” que presentando acuerdos que ya están firmados y sellados? Es como invitar a alguien a cenar y decirle que traiga su propia comida. Es, como mínimo, sui generis querer realizar un pacto sobre un proyecto fracasado como es el tema de la industrialización del litio. Los ejemplos anteriores son varios. ¿Quién en sano juicio se animaría a ponerse de acuerdo sobre el cadáver que es la empresa de San Buenaventura? ¿Quién tendría el tupé de apoyar la industrialización de la urea cuando la economía no tiene el insumo principal, el gas natural? ¿Quién se animaría a pactar sobre un derroche de dinero con serios indicios de corrupción como es el caso del proyecto de la industrialización de litio en base a piscinas de evaporación? No pues, wayay. No mamen.
En cuanto a la inflación, Arce encontró a los culpables: especuladores, caseritas sin corazón, agitadores, opinadores del pantano neoliberal y productores malvados. Pero, curiosamente, no mencionó que la inflación tiene algo que ver con que el Banco Central de Bolivia (BCB) viene imprimiendo dinero como si fuera papel para envolver regalos. Controlar precios mientras se ignora la expansión monetaria es como tratar de apagar un incendio soplando con una bombilla. La inflación en Bolivia no es resultado de la lucha de clases y sí de la total desorganización de los precios y el enorme déficit público financiado por crédito neto del BCB. En cristiano, como dirían nuestros abuelos, financiado con emisión inorgánica.
Democracia y elecciones limpias. El presidente llamó a preservar la democracia con elecciones transparentes, pero olvidó mencionar acciones concretas como revisar el padrón electoral o garantizar la independencia del Tribunal Electoral. Prometer elecciones limpias sin medidas reales es como ofrecer un carnaval sin música: pura fachada.
Medioambiente: El pacto verde que nadie pidió. Arce también nos invitó a un pacto ambiental, como si los incendios, la deforestación y la contaminación de ríos fueran culpa de extraterrestres y no de las políticas públicas de su gobierno. Entre las leyes que promueven quemas y el apoyo incondicional a cooperativistas mineros que desbordan mercurio como si fuera agua bendita, el “pacto” parece más un chiste interno que un compromiso real.
En suma, el discurso fue una colección de puntos vacíos y promesas recicladas. Nada sobre reducir el déficit fiscal, recuperar la independencia del Banco Central o mejorar las exportaciones. Arce parece convencido de que un buen chiste puede reemplazar un plan económico sólido. Si el futuro del país dependiera de su discurso, estaríamos más cerca de abrir un “stand up” nacional humorístico que de resolver nuestros problemas estructurales.