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Raíces y antenas | 03/12/2023

Presupuesto 2024, entre Mandrake y Locotito

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

El Presupuesto General del Estado es el principal instrumento de la política fiscal y es a través de él que el Estado planifica los gastos e inversiones que realizará a lo largo de un año; establece también cuáles serán las principales fuentes de ingresos para cumplir con sus objetivos económicos y sociales.

En rigor, familias, empresas e instituciones planifican sus gastos e ingresos, pero también es una práctica común y saludable evaluar el presupuesto del año anterior para que así las proyecciones que se hacen para el siguiente periodo sean consistentes.

A pesar de que la normativa en Bolivia obliga al Poder Ejecutivo a hacer un informe sobre los resultados del presupuesto del año a través de la Asamblea Plurinacional, en la práctica esto nunca se cumple. Por lo tanto, todos los años es borrón y cuenta nueva y se dibuja el presupuesto sin mirar atrás.

En realidad, la presentación del presupuesto se asemeja a un acto de magia contable en dos etapas. En la primera, aparece el renombrado Mandrake del Ministerio de Economía y anuncia, en hora estelar, que en esta oportunidad (2023) sacará un enorme conejo, de cola esponjosa, de su galera y que exhibirá a propios y extraños. Anuncia un crecimiento económico de 4,9%. Los hechizos del modelo nuevamente desplazarán sus bendecidas alas sobre la economía. La varita mágica del Estado comandará el desarrollo para alcanzar metas económicas y sociales increíbles, a saber: industrialización con sustitución de importaciones, aumento de la productividad, salud y educación gratuita y reducción de la pobreza. En el amor vagabundo y la politiquería, el papel aguanta todo.

Sin embargo, pasan los meses y el presupuesto inverna en las cuevas de la burocracia. Los datos de cumplimiento de las metas salen a cuentagotas. A estas alturas del año (noviembre y diciembre), el otrora gran ilusionista se ha convertido en Locotito, un aprendiz de hechicero de esos que animan fiestas infantiles. Ahora se encarga de sacar de su sombrero de copa a un escuálido conejo más parecido a un ratón. El crecimiento económico será solo del 2%, pero por supuesto Locotito exhibe una larga lista de pretextos recién pulidos por los ideólogos del régimen para explicar ese fracaso. Para 2024, redoble de tambores, se anuncia un crecimiento de…. 3,71%. ¿Otro conejín de colita blanca como el algodón que al final será un conejo enano?

Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la inversión pública. Se monta el escenario del acto pirotécnico. Un coro de ñustas vírgenes revolucionarias se prepara para cantar. Pututus al viento para anunciar el tótem del modelo de desarrollo económico. En 2023, la inversión pública llegará a 4.000 millones de dólares en equipamiento y construcción de infraestructura productiva dirigida a la industrialización. El taumaturgo mayor, con su mejor capa, posa orgulloso frente a una montaña de dinero contable en el presupuesto.

Otra vez, transcurrido el implacable tiempo y cuando la mayoría de la gente ha olvidado las promesas del mago Mandrake, nuevamente aparece Locotito y con una sonrisa que le come la vergüenza reconoce que la inversión pública no llegó a la mitad de lo prometido. Para 2024, Mandrake hace los pases de magia clásicos y anuncia 4.274 millones de dólares de inversión pública.

Tampoco puede faltar en el ritual contable del PGE, el truco de los subsidios a los hidrocarburos. En este caso Mandrake se endurece, pero sin perder la ternura revolucionaria larga una arenga justificando la subvención. Todo por el pueblo boliviano, se anuncia. Pero no se dice que los subsidios beneficiaran a gente que no necesita: clases medias altas, grandes cooperativistas mineros del oro y agroindustriales gigantes. Todos en el mismo saco a disfrutar de las mieles del Estado. Por ejemplo, los prestidigitadores anunciaron que los subsidios para este año no pasarían de 684 millones de dólares, pero terminada la gestión, con la vergüenza debajo del brazo y sin decir “Jesús”, vuelve el mago de feria de pueblo y reconoce que las subvenciones al final fueron más de 1.700 millones de dólares. Para 2024, el sablazo será mucho más fuerte.

Finalmente viene el acto de cierre. Aquí Mandrake debe mostrar sus mejores habilidades con las manos y la garganta. Convertir elefantes en tiernas hormiguitas. Se debe justificar los sueldos y salarios de 432.000 empleados públicos. Una población más grande que los departamentos de Beni, Oruro o Tarija. Aquí, el mago dice que no puede tocar a los empleados de salud, educación, policía y ejército. Son 320.000 hormiguitas trabajadoras que sustentan los servicios en Bolivia. Pero con un juego rápido de manos, “nada por aquí-nada por allá”, convierte a ballenas y elefantes de la burocracia, que ganan fortunas en salarios, en dóciles abejitas serviciales y eficientes. Aquí se incluye empresas públicas (15.000 almas), entidades descentralizadas (13.000 angelitos), órganos Legislativo y Judicial (12.000 querubines) y órgano Ejecutivo (9.000 seguidores de la madre Teresa y Marx). Por supuesto a fin de año todos ellos se reproducen y engordan y reciben las bendiciones de Locotito.

Y así todos los años, decenas de ítems del presupuesto son decorados con las luces de la Navidad y la magia de la revolución para su aprobación. Primero Mandrake nos promete el país de las maravillas en el papel y después viene Locotito y nos enchufa a la realidad de una economía en decadencia. Ahora, lo más surreal de todo es que Mandrake y Locotito son la misma persona, solo que en dos diferentes etapas del año.



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