Panorama oscuro en extremo. Las imágenes
del derrumbe del pluriestado sobre la patria vejada son inequívocas: se está
hundiendo como todo experimento desafiante de la verdad probada, de la sensatez
y del buen sentido. Amenazando sepultarnos con él. La debacle llegó pronto
–menos mal– a lomo de bestias en galope desenfrenado, pero los daños producidos
en su fatal recorrido son inmensos y su reparación será muy difícil. Mientras
más tarde, más difícil.
Sí, quienes gritaron a voz en cuello que habían llegado para quedarse, como Hitler en su hora hizo, iguales que él en complejos y resentimientos, con odio, lo pudrieron todo. Caterva de hombres masa abriéndose paso como la mazamorra lodosa lo hace con la floresta.
Hicieron añicos la economía con improvisación, incompetencia, despilfarro y hurto a manos llenas, reduciendo a la empresa privada a comodín de su estrategia de dominación, poniéndola bajo el lodo de sus zapatos. Depredaron el medioambiente y parcelaron el territorio entre bandas delincuenciales. Tiraron por la borda la mayor bonanza financiera del país. El futuro.
Sustituyeron la política por la violencia del poder abusivo cuya perpetuación garantizaron con el fraude operado por los siervos genuflexos del sistema electoral, con la mentira extendida en las redes por anónimos repetidores a sueldo de la infamia y la falacia y por los medios comprados y sus voces vendidas, aniquilando a los partidos políticos para matar la democracia.
Vaciaron al Legislativo de su esencia deliberativa para los consensos, reduciéndolo a salón de siestas validador de sus desatinos mientras tuvieron dos tercios. Al perderlos, hicieron de él arena de circo romano donde malvivientes, algunos extranjeros, agreden y torturan a una oposición, piedra en su zapato, cuya carencia de dirección y experiencia la degrada a gritar y golpear como único recurso.
Pervirtieron a la administración de justicia en lodo maloliente de la vulneración de las leyes, los derechos y las garantías, eligiendo a los más descalificados para asegurar el cumplimiento de sus más abyectas órdenes.
Cooptaron a las organizaciones de la sociedad corrompiendo hasta sus huesos con amenazas y prebendas. Ahora son núcleos de agregación humana que usan canchas de “vale todo”, para negocio de los fabricantes de sillas de plástico.
Fundaron la cultura del modus operandi de seres sin escrúpulos morales, diestros en las artes del crimen, beneficiarios del enriquecimiento ilícito y la impunidad a condición de la sumisión y servicio atento a los designios de los dueños del poder, y de sus cómplices y encubridores de todos los calibres, incluyendo a quienes “se hacen los del otro viernes” por temor o por conveniencia, y no miran, no oyen, no hablan, no actúan. Ya están muertos.
Siguieron las recetas de larga data de la pandilla dictatorial del crimen organizado transnacional. Cuentan con su ayuda y la sirven. Hacen grandes negocios juntos.
Así están las cosas. Su impacto subjetivo sobre nosotros, ciudadanos deseosos de una vida digna que nos promueva a la tranquilidad y a la suma de pequeñas satisfacciones que solemos llamar felicidad, es demoledor. No vemos la salida del túnel y nos invade el desaliento con vocación a desesperación. Es parte de la victoria que los canallas hijos de sus madres y sus padres quieren consolidar sobre nosotros. Si se la concedemos. Pero para eso tendríamos que morir porque si algo somos es rebeldes y valientes, y tenemos códigos de honor, con principios y valores. Así que es tiempo de volver a la carga, de reforzar el tejido que nos une y formar filas para las nuevas batallas que vamos a ganar en esta guerra por la recuperación de la patria y la restitución de la democracia y el estado de derecho.
Tengo la convicción de que nuestro ejército será multitudinario. Ansío al general que nos comande, uno solo, pero no soy ilusa, habrá muchos aspirantes. Algunos con perfil para cabos de guardia o sargentos y otros ni para eso. Incluso habrá infiltrados, los mismos de siempre, esos que por unas lentejas o algo más harán el papelón otra vez para dividirnos. Aspiro a que encontremos la ruta para elegir al que concite más apoyo. Eso no es imposible. Sólo requiere buena fe y responsabilidad y oídos sordos a las voces agoreras hablando sabe Dios a nombre de quién. Pero igual, en cualquier caso, reconoceremos quién es quién y, al final, apoyaremos al mejor. Sabiendo que es imperfecto, tendrá cualidades y defectos, sin pretensión alguna de que sea Jesucristo bajado del cielo, pues estamos en pos de encontrar a un general y no a un salvador.
Esta vez, además, decidiremos quién irá por delante de nosotros en la lucha democrática mirando con lupa la lista de sus acompañantes para ver que no sean ignorantes, cobardes, inescrupulosos, desconocidos, apadrinados, irresponsables, inmaduros y/o estúpidos… Que sean demócratas, con principios, que nos hagan sentir orgullosos y bien representados. Que no lleguen por el favor de ningún autócrata.
Que a la altura de nuestro ánimo estén quienes se sienten dignos de representarnos ¡y vamos a vencer!
Gisela Derpic es abogada.