El periodismo es a la democracia lo que la sangre al cuerpo. No estoy exagerando. La sangre cumple funciones desde el transporte de oxígeno y nutrientes, pasando por la defensa inmunológica hasta la coagulación y reparación de tejidos. El periodismo tiene una similar función en un cuerpo político. Transporta información que es un nutriente del gobernado para vigilar al gobernante. Facilita la circulación de opiniones que viene a ser el oxígeno de la participación y el pluralismo. De este modo, hace inmune a la democracia frente al totalitarismo. Por supuesto, coagula y repara tejidos sociales.
Deduzco que fue por eso que un juez inglés escribió en un fallo de finales del siglo XX que “La Libertad de Expresión es la sangre de las venas de la democracia”. Es cierto que la libertad de expresión no sólo puede manifestarse a través del periodismo, pero el periodismo tiene la obligación de desechar los discursos de odio disfrazados de libertad de expresión. También es cierto que los ciudadanos pueden ahora informarse a través de otros ciudadanos, pero el periodista tiene la obligación de buscar la verdad.
¿Cuál sería la consecuencia en un cuerpo político si los periodistas dejaran de ser la sangre del sistema democrático? La consecuencia podría ser tan letal como la de una patología de la sangre en un cuerpo humano. Por ello, vale la pena analizar los tres problemas sociales que sufre en este momento el periodismo.
El 10 de julio de 2020, el portal Guardiana publicó que más de 520 trabajadores de la prensa fueron despedidos en Bolivia durante la cuarentena por el Covid. El 30 de abril de 2022, www.rimaypampa.org difundió el reportaje: “Periodistas sobreviven con salarios reducidos y contratos sin beneficios sociales”, basado en testimonios de periodistas que cayeron en la informalidad.
El pasado 9 de mayo, 24 horas antes del Día del Periodista en Bolivia, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) publicó un estudio deprimente sobre el estado de los periodistas. Sólo dos de cada 10 tienen un contrato fijo en el marco de la Ley Laboral. Los restantes 8 deben buscarse la vida en lo que puedan. Algo más, el 44,7 % percibe menos de un salario mínimo nacional (Bs2.500).
La misma investigación verificó que 65,8 % de los periodistas trabaja entre 8, 9, 10, 11, 12 o más horas cada día. También revela que el 55,9 % se ha convertido en periodista independiente autogestionario y el 34,2% es dependiente asalariado.
Los datos demuestran que el periodismo sufre la peor crisis de su historia. ¿Cuáles son las causas? Identifico tres:
Estas tres causas generaron consecuencias gravísimas para el periodismo. A saber:
Un periodista desempleado o con empleo precario es fácil presa de intereses políticos o poderes fácticos con suficientes recursos, pues, de buscar la verdad pasa a buscar dinero. Al ver que sólo puede encontrar dinero público usado por el gobierno de turno con fines particulares pasa a ser servidor de los intereses de éste.
Entonces, se limita a reproducir, como si fueran verdades, las declaraciones de los gobernantes (periodismo declarativo) que pautean o prometen pautear avisos en el medio que les da cobertura. De ese modo, muere el reporteo que consiste en ir a buscar la verdad en la vida, y muere el periodismo como método interpretativo de la realidad social sucesiva.
Luego, la ética se derrumba y las audiencias que antes aplaudían al periodista porque era un escrutador del poder deja de confiar en él. Entonces, la sangre de la información y la opinión ya no circula por el cuerpo político. En consecuencia, el ciudadano ya no recibe los nutrientes para vigilar a sus gobernantes y para limitar el poder de éstos. De este modo, la democracia como un sistema de gobierno basado en la verdad flaquea y puede dar paso a un sistema donde gobierna el fake news y la posverdad promovido por un tirano. Obvio, hay excepciones que asumen este momento crítico como un desafío. Gracias a esas excepciones aún respira el periodismo.
Andrés Gómez Vela es periodista y abogado.