Por décadas dio línea política en las federaciones cocaleras y sindicatos obreros, en el partido con el que llegó a la Presidencia, en el gobierno que no quiso tener fecha de expiración y a nivel regional, en el primer ciclo de regímenes del socialismo del siglo 21. Su iniciativa, su determinación, su palabra y su liderazgo eran definitorios.
Semejante protagonismo en la política nacional y continental no fue obsequio de nadie. Lo labró desde la dirigencia social, en su paso por el Parlamento boliviano, en las guerras del agua y del gas, en la acumulación histórica que acabó con el neoliberalismo y en la obsesión por eternizarse en el poder.
Se mantuvo como actor central incluso desde su asilo político en Argentina, tras el fraude electoral y la grave crisis política de 2019 que lo obligaron a renunciar y huir. Y cuando retornó a territorio nacional, hace casi dos años, todo hacía pensar que gravitaría con fuerza en la vida política del país.
Las cosas habían cambiado, empezó un nuevo gobierno y repentinamente dejó de ser dueño de vidas y haciendas. Se resistió a aceptarlo y hasta intentó que se piense que Bolivia tenía una conducción bicéfala, con un presidente elegido en 2020 administrando el Estado y él ejerciendo el verdadero poder.
Pero, su protagonismo empezó una fase de decadencia, lo que debe ser perturbador para alguien que se asume como único factor de aglutinación en su partido y cree que puede seguir definiendo las principales acciones de gobierno.
Encabezó una marcha entre Caracollo y La Paz a fines de 2021, sugirió cambios de ministros en el actual gabinete, se enfrascó en polémicas por el control del narcotráfico en Bolivia y hasta organizó un campeonato internacional de fútbol en el Chapare, pero no tuvieron el impacto de otros tiempos.
Evo Morales libra una lucha contra la jubilación política y el nuevo episodio en su cruzada personal es el lanzamiento de sectores evistas de Santa Cruz y El Alto de su candidatura presidencial en representación del masismo en el año del Bicentenario, aunque la mayor parte de 2025 el país estará presidido por Luis Arce, quien, según la Constitución, puede aspirar a la reelección.
El lanzamiento de la candidatura no fue hecha por cocaleros, campesinos, mineros o políticos de izquierda. Fueron jóvenes alteños y evistas clasemedieros de Santa Cruz, tratando de proyectar la imagen de que el caudillo expresa a las nuevas generaciones dentro y fuera del partido de gobierno y que continúa vigente, pese a su desprestigio.
En las campañas electorales de 2014 y 2015 afirmó que los mayores de 60 años ya no deben ser candidatos y que deben descansar, es decir, pasar a la jubilación política. En dos meses, Morales cumplirá 63 años y, según su propia sentencia, debería estar descansando en el Chapare, pero la aterra no estar en la primera línea de la acción política.
Si Lula da Silva, el octogenario líder del PT es candidato presidencial en Brasil con posibilidades de ganar la elección de octubre y tratar de evitar una segunda vuelta, el jefe del MAS cree que está en condiciones para enfrentar una nueva elección y que su figura garantiza un grueso colchón electoral, aunque las encuestas muestran que sus negativos son altos y pueden ser irremontables.
Sabe que su postulación presidencial puede terminar fracturando definitivamente al masismo. No le importa. En 2025 habrá completado seis años alejado del poder real, condenado a un rol secundario en la política y con la probabilidad de diluirse en la historia del país.
No está dispuesto a pasar a la jubilación política y el lanzamiento de su candidatura es un mensaje a sus adversarios internos en sentido de que no será nada fácil deshacerse de él. ¿Cómo lograr que baje su anticipada postulación? Es la gran pregunta para los sectores “renovadores” del masismo.
Está seguro que tener el control de su partido puede consolidar la iniciativa lanzada por evistas de Santa Cruz y El Alto. Por ello, se apuró en tratar de soldar la inscripción y reinscripción de militantes a su postulación, aunque de dientes para afuera sostiene que no es tiempo de candidaturas.
Morales encontró en su candidatura la clave para evitar la jubilación política. Hará todo para cumplir su propósito, pese a la decadencia de su liderazgo y el desprestigio de su imagen expresada en las encuestas. Con o sin apoyo del conjunto de su partido, intentará que su fotografía quede impresa en la papeleta electoral del Bicentenario.
Edwin Cacho Herrera es periodista