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19/01/2020

Opositores: problemas electorales a la vista

En Bolivia, luego de anuladas las elecciones de 2019 y acercándonos un nuevo proceso electoral, el contexto político ha cambiado sustancialmente. Conforme la última encuesta publicada por Página Siete (02-01-2020), aunque el MAS lidera la preferencia electoral con el 20% de intención de voto, puede colegirse que una buena parte del 80% restante votará en contra de esta organización política. Esto parece develar un escenario generosamente propicio a favor de los partidos opositores al MAS; sin embargo, en este trasformado contexto, la oposición debe afrontar tres complicadas opciones relacionadas con la conformación de alianzas electorales para poder encarar las elecciones. Describir las características de estas opciones es el propósito del presente artículo.

Opción 1: conformar, entre los opositores, un frente único. En la actual coyuntura electoral hay quienes piensan que todos los opositores al MAS deben unirse en una sola coalición para afrontar estas elecciones, lograr más de 2/3 de la representación parlamentaria y acabar definitivamente con el MAS.

La consecuencia de este espantoso anhelo no solo es antidemocrática sino funesta y peligrosa para nuestro país; con seguridad, dicha opción desembocará en el gobierno de otro  “bloque hegemónico” (conjunto de grupos sociales afines que cumplen la función de dirección intelectual y moral unida a la del dominio del poder político) y, según nuestra memoria histórica, tales experimentos políticos irremediablemente concluyeron en “autoritarismo electoral” (régimen donde las elecciones formales son ampliamente utilizadas para ejercer la autoridad política, pero donde frecuentemente el partido de gobierno viola las reglas democráticas y los patrones mínimos convencionales).

Esta fue la forma como gobernó el bloque oligárquico entre 1880 y 1934; similar estrategia utilizó el bloque movimientista entre 1952 y 1964; y también de esa manera pudo gobernar el recientemente destronado bloque masista.

Esta alternativa política de la oposición no pretende consolidar una verdadera democracia; al parecer, su objetivo es conformar un “bloque hegemónico” simplemente para sustituir al depuesto bloque del MAS y, posiblemente, a corto o mediano plazo instaurar un régimen basado en el “autoritarismo electoral”. Ojalá no prosperen las convocatorias a “cumbres” para cohesionar en una sola alianza a toda la oposición y ojalá que el voto ciudadano impida la constitución de otro frente hegemónico. Sin duda, esta opción debe ser absolutamente descarta: cuidado que el remedio resulte peor que la enfermedad.

Opción 2: participación dispersa de los opositores en las elecciones. Considerando las diferencias ideológicas, políticas, sociales, el interés personal y el cálculo electoral entre los distintos partidos, es probable que los opositores al MAS no logren ningún acuerdo y decidan competir en las elecciones cada quien con su propia organización política. Esta osada determinación muchas veces es alimentada por el ingenuo optimismo de los partidos: todos creen que ganarán las elecciones o por lo menos lograrán una importante cantidad de escaños para “negociar” ciertas cuotas de poder.  

Con semejante desacuerdo entre los partidos, el resultado no solo se reflejará en la dispersión del voto sino en la peligrosa fragmentación de la representación parlamentaria. Este exagerado fraccionamiento engendra problemas de gobernabilidad debido a que la relación entre Ejecutivo y Legislativo no es de cooperación, sino de obstaculización.

Apelando nuevamente a la memoria histórica, cabe recordar que en Bolivia (1982 y 1985) el gobierno tuvo que dimitir debido a que la mayoría parlamentaria, controlada por la oposición, entorpecía toda iniciativa gubernamental; obviamente, dicha renuncia se llevó a cabo en un contexto de profunda crisis económica y social. Sin duda, se trata de una opción opuesta a la anterior pero también nefasta como la precedente.   

Opción 3. Constituir una mínima coalición. Entre una alternativa autoritaria y otra anárquica, el óptimo electoral para la oposición parece ser constituir una coalición mínima entre los dos partidos con mayor intención de voto, pero también con mayor afinidad política. La consecuencia de esta alternativa es que, posiblemente, permita al nuevo gobierno contar, si no con 2/3 en la Asamblea Legislativa, con una representación mayoritaria; esto implica que el resto de los partidos, según su fortaleza electoral, accederán a un número considerable de escaños. En este contexto de pluralismo político y en la perspectiva de construir una real democracia, los partidos deberán recurrir al diálogo entre oficialismo y opositores para alcanzar acuerdos mutuos en beneficio del país.  

Es muy probable que esta última opción permita construir una efectiva democracia electoral con una pluralidad de partidos en el sistema político y con una efectiva alternancia en la titularidad del gobierno: libre del “autoritarismo electoral”, libre de toda forma de “bloque hegemónico” y libre de toda anarquía.

Eduardo Leaño Román es sociólogo y docente universitario.



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