Poco a poco, con el transcurrir del tiempo, se va entendiendo en Bolivia que, lo que en su momento se dijo desde el sector productivo, industrial y exportador, era verdad. Lamentablemente, muchas veces “la letra entra con sangre”. ¡Qué diferente sería todo hoy, de haberse escuchado las recomendaciones que se realizaron por un mejor país! No se hablaba “de memoria”, de ninguna manera, sino, sobre la base de la experiencia propia, pero también, de los evidentes progresos observados en otras latitudes donde los gobiernos generaban un buen entorno para la inversión, investigación y mejoras tecnológicas en sectores como el agropecuario, agroindustrial y agroexportador, de altísimo y benéfico impacto para la economía y la generación de empleos dignos.
Nos pasó -en su momento- con los biocombustibles, hasta que, después de diez años de insistencia, finalmente el gobierno decidió dejar de hacer caso a las desorejadas ONG que hoy -cuando el abastecimiento a partir de combustibles fósiles implica un dolorosa sangría de dólares y miles de millones de Bolivianos en la subvención- esas “esclarecidas” ONG y sus librepensadores brillan por su ausencia y no dicen esta boca es mía, después de oponerse a “dar de comer a la chatarra” -como decían- denostando la producción de bioetanol y biodiésel, cuando se propuso hacerlo 15 años atrás; desde entonces gastamos 18.000 millones de dólares importando combustibles negros…
Nos pasa, también, con la biotecnología, hasta hoy, mientras en derredor nuestro, los competidores hacen pingües negocios con la agricultura de precisión, las buenas prácticas agrícolas, la ciencia y la tecnología aplicadas a los cultivos, sacándonos, p. ej., una ventaja de más del 50% en el rendimiento promedio del cultivo de soya, siendo que, para decirlo bien y claro, en 2022 -sin aumentar un solo m2 de tierra cultivada- con dichas condiciones pudimos haber captado más de 1.000 millones de dólares adicionales para el país por exportación, mientras que hay quienes, dándoselas de “expertos” sobre la materia, siguen oponiéndose al agronegocio y a la biotecnología, calificando a la agricultura, además, como una “actividad extractiva” y “monocultivo”, haciendo gala de su impericia, pese a que cada día “comen riquísimo” de ella.
Finalmente, están los cupos de exportación para los alimentos, establecidos con la intención de garantizar primeramente su provisión al país y exportar luego solamente una parte de los
excedentes, previa comprobación de la venta de tales productos en Bolivia a través de un Certificado de Suficiencia de Abastecimiento Interno y Precio Justo -buena la intención, aunque no necesariamente bueno el resultado final- porque, al haber sido dicho precio demasiado bajo en su momento, no solo ocasionó su salida de contrabando (como ocurre con los combustibles subvencionados, ahora mismo), sino que, funcionó como un eficaz desincentivo a producir más, llegándose incluso en ciertos rubros a tener que importar por la carestía provocada, como pasó con el azúcar y el maíz, amén del costo financiero que debe pagar el productor por el “stock de seguridad” exigido, lo que equivale a tener “dormido” parte del excedente, algo que implica una transferencia de ingresos desde el sector agroproductivo privado en beneficio de los consumidores de las ciudades, principalmente.
Pero, el mundo da vueltas, inexorablemente, y resulta curioso observar, cómo cambia la perspectiva de las cosas, cuando cambian las circunstancias: “Cambia, todo cambia”…
“El expresidente de Bolivia Evo Morales (2006-2019) pidió este domingo al Gobierno de Luis Arce que libere las exportaciones de carne para incentivar la producción ganadera, si bien los cupos para las ventas externas de alimentos fueron creados durante su propia gestión”, decía la sorprendente nota de una agencia internacional de noticias, dando cuenta del inédito pronunciamiento (“Evo Morales pide a Arce levantar cupo a exportaciones de carne dispuesto en su Gobierno”, Agencia EFE, 12.11.2023).
La nota da cuenta que el líder del Movimiento al Socialismo (MAS) sostiene hoy que hay que liberar la exportación de carne para vender a los mercados de Rusia y China, este último abierto con un Protocolo Sanitario logrado por su gobierno; pero, no solo eso, Morales sugiere al Gobierno crear un Ministerio o un Viceministerio de Ganadería para apoyar el incremento del hato ganadero a fin de masificar la exportación de carne, añadiendo que -si por causa de la exportación faltara el producto en el mercado interno- “se podría consumir otro tipo de carnes, como cordero, cerdo o llama, o importar carne de Paraguay (…) pero si vamos a limitar, ¿quién se va a arriesgar a ampliar la crianza de ganado vacuno? Nadie se anima porque está limitado" (sic).
Todo lo que hoy dice Morales, se lo dijo a Morales el sector agrícola, pecuario, agroindustrial y agroexportador boliviano, en su momento, y lo sigue repitiendo hasta hoy… Nunca es tarde para cambiar, dice el adagio, a no ser que, ya sea demasiado tarde…
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional