Si me preguntaran que espero del futuro que viene después del COVID-19, respondería: volver a mi pueblo al menos seis meses cada año y trabajar desde allá (y disfrutar de mi mamá, papá y mis tías). ¿Por qué? Porque trabajar desde casa fue uno de los cambios que consolidó, en Bolivia, la pandemia. Pero este futuro que deseo trae consigo una necesidad urgente: internet por banda ancha fija y con precios accesibles en Pocoata, norte de Potosí.
Mas no se trata sólo de satisfacer mi sueño personal, sino de adecuarse a las nuevas circunstancias que nos exigen distanciamiento social. Y más acceso a internet, significará menos contagiados por COVID-19. Para probar mi hipótesis, señalo algunos posibles escenarios.
Internet, servicio básico
¿Imaginas cómo hubiese sido la cuarentena sin internet? Tedioso, improductivo y quizá hasta desesperante. Ahora, ¿imagina cómo están atravesando esta cuarentena millones de bolivianos que gastan cada día dos pesitos en la compra de datos para “whatsappear” y ver una que otra cosita en Facebook antes de que se terminen sus megas? ¿Eres uno de ellos?
Según datos oficiales, sólo el 16 % de la población boliviana tiene conexión a internet fija de los 3,3 millones de hogares, de los cuales 66,7% se encuentran en el área urbana y 33,3% en el área rural. Si persiste esta inmensa brecha digital, se agrandará la brecha social porque esta población no tendrá serias posibilidades de estudiar ni trabajar desde casa, y deberá salir a las calles a enfrentarse cara a cara con el coronavirus.
Comercio electrónico
Es sabido que el COVID-19 hace su festín en las concentraciones masivas. Para evitarlos, tendremos que evitar las ferias; por tanto, las ventas y compras electrónicas (comida, objetos) se harán cada vez más necesarias. Pero sin un buen servicio de internet, millones de personas seguirán yendo a los lugares de venta masivos.
Clases virtuales
Las clases de colegio y universitarias ya no serán las mismas de antes. Por ello, habrá más clases virtuales. Para que sea posible esta mutación, se necesitan dos componentes: profesores con habilidades y competencias en las nuevas tecnologías de información y comunicación y alumnos con conexión a internet fija. Si aquellos no se reinventan, pueden ser jubilados por el nuevo contexto; los estudiantes, no.
Ciberpolítica
Mientras no se invente la vacuna contra el COVID-19, no habrá caravanas callejeras ni mítines partidarios. Entonces, los candidatos deben hacer política 2.0 para buscar votos en las elecciones nacionales pendientes que tenemos en Bolivia. Sin internet, los candidatos no llegarán a los electores.
Gobierno electrónico
¿Queremos que el coronavirus esté en aglomeraciones en oficinas de la administración pública? No. Entonces, el Estado boliviano (gobiernos municipales, departamentales, nacional, universidades, Fuerzas Armadas, Policía) debe mutar sus prestaciones y operaciones a aplicaciones de internet y otras tecnologías para mejorar la información y los servicios ofrecidos a los ciudadanos.
No vale la pena arriesgar salud y vida en una cola para buscar en Tránsito antecedentes policiales. Este requisito para la licencia de conducir debe ser impreso en un click en casa.
¿O mereces ir a una concentración de rendición de cuentas? No. La administración pública debe cargar en sus páginas web la información que produce, interactuar con el ciudadano y fomentar su participación hasta lograr la gobernanza colaborativa. Es más, ahora es cuando tenemos que avanzar al gobierno móvil para que el ciudadano pueda utilizar los servicios públicos en cualquier momento y desde cualquier lugar desde su teléfono celular.
Si logramos los cambios señalados (y a los que estamos obligados por el COVID-19) los ciudadanos, particularmente los millenials y la generación “Z”, evitarán las concentraciones, y ayudarán a papá y a mamá a quedarse en casa mientras dure el distanciamiento social en el mundo que, según expertos, es muy probable que se extienda casi hasta el 2022.
Si una buena parte de la gente se queda en casa, habrá menos pasajeros en los minibuses que, dadas las circunstancias, quizá van a tener que ser dados de baja porque transporta pasajeros hacinados y en permanente roce. Más aún si cargan en la espaldera y llevan paraditos. El coronavirus haría lo suyo ahí adentro y al bajar y subir.
En medio de estos cambios necesarios, los bolivianos debemos despedirnos, además, del Gran Poder, el Carnaval de Oruro y otras entradas de este tipo.
Sin embargo, no hay que esperar que venga este futuro con internet, hay forjarlo, hay que hacer que pase, no sólo por el COVID-19, sino porque mejorará el bienestar social.
Para que sea real, el acceso a internet no debe ser parte de la disputa partidaria, sino de una política del Estado. Caso contrario, valdrá la pena armar un movimiento social grande por “más internet, menos COVID-19” (después, volveré tranquilito a mi pueblo a trabajar desde la casa donde nací).
Andrés Gómez Vela es periodista.