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17/05/2020

Manual de política pública para el gobierno de transición

En las redes sociales existen innumerables usuarios que, frente a las críticas lanzadas debido a los “errores”, “omisiones” o “vulneraciones a la ley” que comenten los funcionarios del gobierno, salen en defensa de los ministros y la propia Presidenta y señalan que esas equivocaciones se deben a su inexperiencia.

Conmovido por esa indulgencia busqué un texto que leí cuando estudiaba políticas públicas: “Gestión estratégica y creación de valor en el sector público” (Moore, 1998). Tal vez pueda ayudar en algo para resolver el problema. En resumen, con relación a lo que nos preocupa, señala: “un funcionario público, más aún si es un tomador de decisiones, para adoptar una medida, (como por ejemplo, aprobar un decreto, escribir una carta, realizar una declaración pública o usar naves del estado en medio de la pandemia), lo primero que tiene que analizar es qué problema existe y si puede o debe resolverlo.

Una vez que ha respondido a ello debe entonces plantearse un conjunto de alternativas, mejor si no son muchas, para concentrarse en lo que desea conseguir; ello también se denomina el “valor sustantivo” de lo que quiere lograr. Al analizar el pro y contra de cada una de las medidas puede ver si cumple el objetivo que busca.

Un segundo aspecto que menciona el autor es la “viabilidad operativa” de la medida, es decir establecer si el funcionario y su institución tienen las capacidades políticas, financieras, de comunicación y otras para la implementación exitosa de acciones y de esa manera resolver el problema. La gestión política es clave en este punto, además de analizar cómo reaccionarán los aliados, los neutrales y los enemigos.

Por ejemplo, en el caso del decreto 4231, ¿qué buscaba el gobierno? Según los portavoces del Ejecutivo, la medida deseaba castigar a las personas que a través de los medios de comunicación o en las redes sociales hagan propaganda o inciten a tomar acciones en contra de la cuarentena. La vida muestra que los contrincantes del gobierno buscarán otras formas de expresarse, como por ejemplo lanzar petardos o golpear cacerolas. Entonces la medida iba a ser poco efectiva. Además, los aliados dudarían respecto a la validez de la medida porque vulneraba la libertad de expresión.

Las asociaciones de la prensa, que han jugado un rol fundamental para recobrar las libertades democráticas, se pronunciaron en contra el DS. Durante años habían denunciado que el gobierno de Evo Morales justamente buscaba restringir la libertad de expresión. Pasados unos días el Ministro de la Presidencia comunicó que la norma fue anulada. La decisión equivocada de aprobarla erosionó su imagen de demócratas y les hizo perder credibilidad.

Otro ejemplo es la carta del ministro de gobierno, Arturo Murillo, a Evo Morales. ¿Qué sentido tiene? ¿Será que Morales va a reflexionar tras leerla? El propio ministro es un convencido de que eso no es posible. ¿O es que desea mostrar una imagen de interesado en el dialogo? Pero a las pocas horas volvió a las amenazas. ¿Para qué “blanquear” su perfil de hombre fuerte, de discursos altisonantes y agresivos? ¿O busca cambiar su estrategia? Talvez sería mejor que siga haciendo de “malo de la película”, pero con un poco más de arte.

En una situación compleja de crisis como la generada por la pandemia, se necesita una gran capacidad para el diálogo y de tener información para gestionar el conflicto, lo que además requiere de una sola línea comunicacional. Por ejemplo, con relación a los infectados por el coronavirus, diferentes autoridades hablan de potenciales números catastróficos sobre el aumento de los contagiados en los próximos días. El ministro de salud dijo de que deberá infectarse el 80% de los bolivianos para vencer a la enfermedad. Su viceministro, que a estas alturas parece ya no serlo, afirmó por el contrario que el pico de la pandemia ocurrirá a fines de junio.

Con estas versiones distintas las autoridades desinforman y generan incertidumbre. Algo parecido ha sucedido con los reactivos para realizar los test. Desde hace un mes, diferentes autoridades prometen que éstos van a llegar al país, pero no llegan. ¿No era mejor decir la verdad y utilizar el denominado “test rápido”, que no es muy seguro, pero es mejor que nada?

Llegamos al punto fundamental: da la impresión de que en el gobierno las autoridades actúan como poderes aislados y, muchas veces, enfrentados. Se requiere una sola cabeza (equipo) de conducción bajo la autoridad de la Presidenta; y una estrategia única que coordine las decisiones políticas y la gestión de la crisis provocada por el virus. Política, salud y economía son vectores complementarios que interactúan y que no se pueden obviar en el actual contexto.

Gregorio Lanza es economista con maestrías en políticas públicas.



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