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Tinku Verbal | 20/11/2022

Lucha contra la ignorancia

Andrés Gómez V.
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Juan Gabriel, odontólogo, me contó que su papá, sastre; y su mamá, pollerera, trabajaron durísimo para mandar a él y a su hermana a estudiar a la universidad. A ella, a la Universidad Católica Boliviana (UCB); y a él, a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Lo conocí recién personalmente hace una semana en un agradable almuerzo.

Alicia, profesora, me dijo que su papá es albañil y su mamá se dedica a “labores de casa”, además, de ayudar a su esposo en las obras. Alicia y sus hermanos se formaron en diferentes profesiones gracias a que sus progenitores invirtieron en ellos.

Julio, mi vecino, es albañil. En una de nuestras charlas, me relató que uno de sus hijos es ingeniero civil y la menor está estudiando arquitectura. Durante 30 años cuidó una casa porque no tenía donde cobijar a su familia. Papá, albañil; hijo, ingeniero civil; e hija, arquitecta, un gran equipo de construcción. Ahora, su hijo tiene casa y Julio, también.

¿Qué tienen en común Juan Gabriel y Alicia? Que son hijos e hijas de una generación de padres y madres que sin haber tenido oportunidades para terminar su formación han cultivado oportunidades para sus descendientes mandándoles a centros de formación y transmitiéndoles un valor esencial: el esfuerzo.  

¿Cuál es el común denominador de Julio? Que hay miles de personas como él que han luchado contra la ignorancia invirtiendo en la educación de sus familias porque el nuevo contexto socio-tecnológico requiere conocimientos para sobrevivir en un entorno tecnológico.

Recordé estas tres historias, de las muchas que escuché, después de haber leído que el secretario ejecutivo de la COB, Juan Carlos Huarachi, dio un plazo de 72 horas a los croatas y “yugoslabios” que, según él, viven en Santa Cruz. 

“Indignados con estos croatas, ‘yugoslabios’ que se creen dueños de Santa Cruz, hijos de migrantes. Nosotros somos los dueños, los que hemos construido Santa Cruz, los que hemos aportado para el desarrollo de Santa Cruz y ahora recibimos discriminación, racismo, difamación, violencia, asesinatos”, dijo el dirigente.

Pienso que un dirigente sindical, por la responsabilidad social y política que tiene y porque su voz recibe cobertura de los medios de comunicación por el cargo que ocupa más que por el contenido de sus ideas, debería tener menos prejuicios, resultado de su ignorancia, y más juicios como resultado de su permanente contacto con la realidad cambiante.  Las palabras de Huarachi constituyen un discurso de odio contra habitantes de una región de Bolivia porque instiga a la gente como él o seguidora de él  a la violencia contra una parte de la humanidad.

En la época de los padres de Juan Gabriel y Alicia, el acceso a la educación y al conocimiento tenía enormes obstáculos. Uno de ellos: la falta de recursos económicos.  Conozco a decenas de personas que han tenido que trabajar desde niños y abandonar la escuela precisamente porque sus familias no contaban con dinero como para garantizarles alimentación, vestimenta, vivienda y menos educación.

Un dirigente como Huarachi no puede alegar falta de recursos económicos porque no es el minero descrito en la canción de Savia Andina (mana imaypis kapuanchu – no tengo nada), sino parte de una élite masista que por ahora, porque está declarado en comisión, cuenta con un salario mensual superior a Bs15.000, y que, según averiguaciones hechas, su sueldo antes de asumir la dirigencia rondaba los Bs25.000. La sociedad boliviana tiene el derecho de saber sus ingresos porque él es parte de una empresa que pertenece, justamente, a la sociedad boliviana. 

Con el sueldo que percibe, Huarachi puede acceder a libros, a internet, a tecnologías de información y comunicación y a otras herramientas para acceder a conocimientos y desarrollar más su sentido común.

Entonces, se podría enterar, por ejemplo, que el ser humano, desde que apareció hace 300 mil años en África, es un migrante permanente. Podría saber que una de las causas del progreso de las sociedades fue y es la diversidad cultural porque los viajeros no sólo llevaban/llevan sus necesidades, sino que también traían/traen consigo sus conocimientos e innovaciones.

A través de internet podría observar la vida de los bolivianos que, precisamente, por falta de oportunidades han tenido que migrar a otros países.

¿Acaso le gustaría a Huarachi que haya otro Huarachi, por ejemplo en Argentina o España, y dé 72 horas al hijo de un boliviano, que nació en uno de esos países, para abandonar ese territorio sólo porque su padre fue un día extranjero migrante?  Creo que ni se enteró que al partido al que es afín promueve la ciudadanía universal y que la nacionalidad se adquiere por nacimiento y decisión personal.

Bolivia necesita menos gente como Juan Carlos Huarachi y más padres y madres como los de Juan Gabriel y Alicia que invierten en educación porque la sociedad del conocimiento requiere conocimientos para adaptarse a las nuevas tecnologías y a la nueva realidad de convivencia.

Andrés Gómez es periodista



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