Los préstamos internacionales son una herramienta poderosa y un objeto de debate en los países en desarrollo porque pueden verse como una oportunidad o como un arma que pone en peligro la soberanía. En realidad, el resultado es producto de un cúmulo de decisiones a lo largo del tiempo que muchas veces se tejen bajo la sombra de la corrupción.
Veamos por ejemplo el caso de Sri Lanka, un país que se vio obligado a entregar la gestión del puerto de Hambantota a una empresa estatal china por 99 años. De acuerdo al geoestratega hindú Brahma Chellaney, este caso es la prueba de lo que identifica como la “diplomacia de la trampa de la deuda” característica de China, que ante el impago forzó además a campesinos locales vecinos del puerto a vender sus tierras a empresarios chinos.
Sin embargo, no todos tienen la misma lectura de los hechos, Deborah Brautigam, una académica reconocida en esta materia, afirma que la cesión del puerto fue una estrategia del gobierno para fortalecer sus reservas internacionales. Finalmente, el investigador Chen Weng señala algo más inquietante, la crisis no fue causada solo por préstamos internacionales, sino sobre todo por problemas internos como la corrupción y la mala gestión. En otras palabras, si Sri Lanka hubiera tenido instituciones sólidas y líderes responsables, habría enfrentado mejor las presiones externas.
Vemos entonces que cuando la institucionalidad gubernamental es débil, cualquier tipo de préstamo puede convertirse en una trampa. En el caso de China, esto se traduce en problemas que van desde la negociación corrupta de pago a cambio de la explotación indiscriminada de recursos naturales, la instalación de empresas con licencia para cometer abusos laborales en contra de empleados locales, o la permisividad para el biocidio o tráfico de especies, por nombrar algunos.
Ahora bien, existen casos esperanzadores de construcción de institucionalidad sólida como el de Singapur, un país que pasó del borde del abismo a convertirse en un modelo de gestión pública gracias a medidas concretas que enlazaron de forma inteligente aspectos de una renovada cultura política con normas claras.
Entre las medidas que adoptaron se encuentran: una férrea voluntad política, el establecimiento de sanciones a funcionarios corruptos sin importar el cargo jerárquico, la creación de organismos de independientes encargados de monitorear, revisar los procesos e investigar los actos de corrupción, el diseño y establecimiento de programas educativos en ética pública desde temprana edad escolar, rotación dentro de la función pública, incentivo a la participación ciudadana.
Entonces, antes de demonizar a tal o cual fuente de financiamiento, se hace urgente comprender que la fortaleza institucional, el conocimiento del contexto, la correcta lectura de los intereses, son algunas de las claves para prevalecer nuestra soberanía y dignidad, finalmente “los países no tienen amigos, tienen intereses”.