En recientes declaraciones el presidente Luis Arce
manifestó “Cómo con el 6% quieren hacerse respetar, hermanos, hemos ganado las
elecciones con el 55% y haremos respetar el voto popular…”. Estas afirmaciones
reflejan una mentalidad antidemocrática, impropia de un Presidente electo por
el voto popular. En una democracia los ciudadanos deben ser respetados en sus
derechos, independientemente de si ganan elecciones o no y de si son o no
candidatos.
Es cierto que la mayoría gobierna, pero siempre de forma limitada, pues lo debe hacer ajustada a la Constitución, a las leyes y a los fallos judiciales. Una democracia es esencialmente un sistema de gobierno limitado. En realidad, quien gana las elecciones presidenciales gobierna parcialmente pues controla el Ejecutivo, que es tan solo uno de los cuatro Órganos del Estado, mientras debe compartir el Legislativo con las otras organizaciones políticas que hubieran obtenido representación parlamentaria, al mismo tiempo que tiene que respetar la independencia de los órganos judicial y electoral.
En realidad, tan importante como la regla del gobierno de la mayoría, que constituye un elemento básico de la democracia, es fundamental el respeto a las minorías. En una democracia las minorías se respetan, en sus derechos fundamentales, en sus garantías constitucionales y en sus libertades. Esta es la esencia de la democracia, un sistema que se basa en la alternancia en el poder y que garantiza que todos los ciudadanos y habitantes de un país, serán respetados entretanto cumplan con la ley y respeten, a su vez, los derechos de los otros.
En el caso del presidente Arce, por ejemplo, la ciudadanía ha reconocido su derecho a presidir el país por un periodo de cinco años, se le ha transferido el poder de forma pacífica y se encuentra en pleno ejercicio del mandato constitucional inherente a la presidencia del Estado. Por lo tanto, lo que corresponde es preguntarse la causa de tantas amenazas.
Por un lado, se podría responder que el Movimiento al Socialismo, partido que lo llevó a la presidencia, responde a una lógica autoritaria, que entiende que quien gana se lleva todo. Obviamente, esta lógica es fruto de una tradición muy extendida en nuestra historia y la de la mayor parte de los países subdesarrollados, porque expresa una forma arcaica y primitiva de organización estatal, incompatible con la institucionalización del estado que caracteriza a la democracia moderna, como lo podemos apreciar en las naciones desarrolladas.
No tengo duda de que esa es la razón de fondo y que, aunque no es exclusiva del MAS, retrata la forma de entender la política por parte de este partido, especialmente del grupo radical que lo dirige. Sin embargo, también debemos preguntarnos por qué una persona como el presidente se suma a esta forma de gobernar, poniendo la cara para el atropello de derechos fundamentales y la violación de los derechos humanos que había jurado proteger, atemorizando mediante el abuso de poder a los ciudadanos que piensan distinto a la mayoría coyuntural, sirviendo de instrumento para el revanchismo y la venganza que reclama el odio de otros; me temo que responde a su forma de sobrevivir frente a la factura que le cobran quienes lo nombraron candidato y se arrogan la propiedad de la victoria con la que este movimiento político volvió al gobierno.
Obviamente, todo esto que está pasando es una muy mala noticia para Bolivia y su futuro como nación, la cual es mucho más plural y diversa que lo que pretende el MAS como lo reflejan las recientes elecciones municipales y departamentales, en las cuales el oficialismo nacional obtuvo menos del 50% de los votos a nivel nacional y, por lo tanto, podríamos afirmar que, apenas cuatro meses después, ya hay una mayoría distinta. Esa es la democracia y cada uno debe actuar según los límites que le impone la Constitución y es un principio que debemos defender con la fuerza moral de la convicción democrática.
Oscar Ortiz ha sido presidente del Senado y ministro de Economía.