La cruzada a favor de los cultivos genéticamente modificados (cultivos GM en adelante) está ganando terreno en Bolivia. Está sumando apoyos de todo tipo, incluso de parte de personajes insospechados del ámbito político, economistas sin conflictos de interés o algunos periodistas fogueados en el oficio de buscar y reportar la verdad. El mismo Evo Morales, pisoteando su pasado de defensor de la Madre Tierra, se pronunció esta semana pidiendo celeridad para legalizar el uso de “biotecnología”.
Los agropecuarios cruceños que piden cultivos GM ganaron adeptos gracias a su olfato para tomar ventaja en momentos de dificultades, como el actual contexto de crisis económica. Esta habilidad explica por qué las reuniones y mesas de diálogo se están convirtiendo en plataformas de posicionamiento y negociación de la agenda de los agropecuarios. Según este sector, los eventos transgénicos contribuirán decisivamente a solucionar la crisis económica del país. Aseguran que su aporte económico bordeará 4.000 millones de dólares en cuatro a cinco años, lo cual es el doble del valor actual y equivale nada menos que al 37% del total de las exportaciones del último año (2023).
Sin embargo, la realidad es distinta, muy distinta. Aunque insisten que los cultivos GM conllevan grandes beneficios, lo cierto es que están lejos de contribuir a la superación de la crisis económica.
En lo fundamental, es una promesa vacía porque todos los supuestos impactos económicos están calculados a partir de una investigación que adolece de serias deficiencias analíticas, realizada por la facultad de ciencias agrícolas de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM). Este documento concluye que la “soya Intacta” incrementará los rendimientos agrícolas en un 28%, por lo que asume que se cosecharán tres toneladas por hectárea, en lugar de las 2,1 toneladas actuales.
El problema con este hallazgo es que no concuerda ni siquiera con los resultados obtenidos por Monsanto (ahora Bayer), la multinacional propietaria de la semilla modificada. Según éste último, existe “un diferencial de rendimiento positivo, con un promedio del 6,4% de ventaja”. Dice casi lo mismo el estudio realizado por Graham Brookes en cuatro países de la región (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). Aunque Brookes investigó con financiamiento de Monsanto, ello no le impidió concluir que el rendimiento aumenta solamente en 9,2%.
También tienen pies de barro las bondades atribuidas al maíz Bt, trigo HB4, soya HB4 y otros. El estudio de la UAGRM señala que el rendimiento de las cosechas de maíz aumentará en un 84% con los transgénicos, pero olvida que, actualmente, el maíz Bt ya se emplea ilegalmente en el 80% o más de los campos de cultivo. Esto significa que la legalización prácticamente no modificará los rendimientos existentes.
Respecto a las semillas HB4, los agropecuarios sostienen que es la respuesta para las sequías. Bioceres, la compañía propietaria de esta variante, comercializa como cultivos “tolerantes a la sequía”, cuya función es minimizar las pérdidas de cosechas en situaciones de estrés hídrico moderado. Si la sequía es severa su efecto se anulará y lo mismo cuando las lluvias sean regulares. Dicho de otro modo, las HB4 mitigan las pérdidas en ciertas circunstancias y no de forma generalizada.
Entonces, si los cultivos GM no mejoran los rendimientos agrícolas y tampoco solucionan la crisis económica del país, el lector acucioso se preguntará, ¿por qué exigen su legalización? La respuesta es simple: reducen los costos de producción, principalmente en cuanto a plaguicidas y tareas de fumigación.
El uso de nuevas plaguicidas y herbicidas de glufosinato de amonio aliviana la lucha contra la proliferación de insectos y malezas cada vez más resistentes a los venenos. Los agricultores tienen la oportunidad de sustituir algunos de los numerosos pesticidas que emplean actualmente, además de reducir la frecuencia de las fumigaciones. De esta manera, tienen la posibilidad de maximizar sus márgenes de ganancia y, en el caso de pequeños productores en dificultades, minimizar las pérdidas.
La “biotecnología”, si bien representa una ventaja o un alivio para los productores, no es una solución mágica para la crisis económica ni para la pérdida de las capacidades productivas de las tierras cruceñas. Pero, en el afán de hacer más atractivo los argumentos utilizados para exigir la legalización, los agroexportadores acabaron atribuyendo propiedades casi milagrosas a los transgénicos. ¿Por qué Bolivia tiene los peores rendimientos agrícolas?, ¿cómo solucionar la sequía?, ¿qué hacer para exportar más?, o ¿cómo salir de la crisis económica? Para estas y otras inquietudes, la respuesta ha sido una sola: la “biotecnología”, es decir, los cultivos GM.
Aceptar que los cultivos modificados en laboratorio no son la pomada milagrosa para todos los males, bien podría abrir las puertas hacia un diálogo y debate mucho más productivo y prometedor sobre el futuro del agro cruceño.