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Tinku Verbal | 16/09/2018

¡Liberen a Jhery Fernández!

Andrés Gómez V.
Andrés Gómez V.

Imagina mientras lees el #TinkuVerbal que eres Jhery Fernández, el inocente sentenciado a 20 años por una violación que no cometió ni hubo ni sufrió el bebé Alexander.

Eres médico, vives en La Paz, estás en tu trabajo y es 14 de noviembre de 2014. Cuando el día va naciendo, recibes una llamada telefónica para atender una urgencia de un bebé en el Hogar Virgen de Fátima, que está a más de 500 metros de donde tú estás. Cuando llegas al lugar, te enteras que ya habían evacuado al infante.

Por teléfono te informan que el bebé está en el Hospital del Niño. Después ya no sabes que fue llevado de urgencia al Hospital Juan XXIII. Menos te enteraste del trabajo de las cuidadoras del Hogar, si pusieron un termómetro en el recto del niño para controlar su temperatura y luego se descuidaron. En resumen, no lo viste.

Mientras tú estás en tu cotidianidad, el personal del hospital Juan XXIII se percata de que el pañal del bebé de ocho meses está lleno de sangre que sale del ano del pequeño. Médicos y enfermeras se alarman y por la impresión deducen: este niño creo que fue violado.

En el transcurso del día, muere Alexander. Horas después, una forense del Ministerio Público, llamada Ángela Mora, concluye: ¡Violación!, sin más prueba que su inexperiencia. De pronto, la negligencia de la forense convierte en algo “real” lo que nunca pasó. Los periodistas se enteran y disparan la mentira con la velocidad de las malas noticias por los medios tradicionales y redes sociales y despiertan la indignación social.

El Ministerio Público cree en su funcionaria negligente y comienza a buscar al “violador” de una violación que nunca pasó. En su cacería detienen a otros médicos. Luego se les ocurre un silogismo de la peor calaña: El niño fue violado; sólo un hombre puede violar; el único hombre que estaba cerca es Jhery; por tanto, es el violador.

Y van por vos que ni tocaste al niño.

Semanas después, te ponen frente al fiscal Edwin Blanco para legalizar la perversidad, no para buscar la verdad. ¡Quién nada hace, nada teme!; y dices al fiscal: No soy yo, está equivocado. El fiscal te responde con tufo autoritario: “Aquí eres culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Listo, te sentenció.

No entiendes cómo te pueden acusar de algo que no hiciste, menos que un promotor de justicia te impute sin un indicio en tu contra. En esa vorágine mediática, aparecen “autoridades” para exigir alguna cabeza de turco y calmar la indignación popular cual si vivieran en un circo romano.

Sufres la primera sentencia y la más dolorosa: la mediática. Los flashes ciegan la razón, las cámaras te apuntan, los periodistas acicatean y un juez te manda a la cárcel. Sin embargo, tienes fe que el tribunal de jueces te escuchará y revertirá la injusticia.

Meses después te enfrentas a los jueces en quiénes habías confiado: Patricia Pacajes, Roberto Mérida y Gladys Guerrero. Te clavan la segunda sentencia: 20 años de cárcel. Lo peor, supieron desde un principio que eres inocente, pero te condenan. Hoy saben que eres inocente y ni se inmutan.

No te explicas por qué esos seres indignos, que fungen de jueces, no tomaron en cuenta las 40 declaraciones, 20 dictámenes periciales, inspecciones oculares y otras evidencias que establecen tu inocencia. Entonces, concluyes: en el Estado Plurinacional valen más las mentiras de dos fiscales: Edwin Blanco y Susana Boyan, que las pruebas reales.

Te sientes solo, acabado, decepcionado de la racionalidad humana porque ni los jueces ni los fiscales toman en cuenta la verdad científica traducida en la auditoria forense que asegura que “el bebé Alexander no sufrió violación que derivó en su muerte, sino una broncoaspiración con posterior falla orgánica múltiple que le costó la vida”.

No conformes aún, tus verdugos apelan la sentencia de 20 años y piden 30 para tapar su negligencia, su maldad y su insania mental.

¿Te gustó ser por un momento Jhery? Quizá los infames que lo condenaron duerman en paz, nosotros no podemos tener la consciencia tranquila mientras haya un inocente en la cárcel por culpa de una forense, dos fiscales, tres jueces y algunos políticos de turno.

Andrés Gómez Vela es periodista



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