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28/06/2019

Las violaciones más allá de las noticias

En estos últimos tiempos hemos asistido desde el asombro, la indignación, la impotencia o simplemente desde el horror a informaciones descarnadas sobre los actos de violación a los que están sujetas niñas, adolescentes y jóvenes de este país en el que vive usted y vivo yo. No he podido dejar de preguntarme y cuestionarme ¿cómo hemos llegado a este estado de cosas, a este grado de degradación y crisis?, ¿en qué hemos contribuido para que la violencia se naturalice en lo cotidiano y se reduzca a una información de titular y de datos que espetamos detrás de nuestras computadoras o el televisor?
La realidad boliviana nos muestra niñas y adolescentes violadas, lastimadas, ultrajadas y humilladas hasta perder la sonrisa y alegría para siempre. Son violadas por sus tíos, padrastros, abuelos, hermanos, primos, compañeros, compadres, amigos de sus padres, y sus padres... Las violan las instituciones que no cumplen la Ley, que no las escuchan, y las revictimizan; las viola la justicia que no les cree, que ha hecho de la impunidad su mejor guarida; las viola el Estado que no las protege, valora y cuida; las viola una sociedad permisiva, indiferente, tolerante con lo delictivo, una sociedad que ha naturalizado la violencia, que la mira, la escucha, pero no actúa, están mudos.

Donde quedó la responsabilidad de los adultos, donde se diluyó el rol que nos otorga la experiencia, en que momento perdimos la brújula y dejamos de entender que somos nosotros, en la familia, en el sistema escolar, en las calles, el deporte u otro ámbito, los que diseñamos y trasmitimos los valores en que se van a forjar los adolescentes, los valores que les permitirán mañana no pasar la delgada línea de la violencia agrediendo al otro o haciendo objeto de vejamen a la otra.

Si no volvemos a repensar nuestra responsabilidad en todo esto, si no incorporamos nuevamente, en nuestro bagaje teórico pragmático el mostrar con nuestro ejemplo el amor, el respeto, la dignidad o la empatía (palabras que parecen hoy vacías de contenido) si no retomamos la obligación de ser la referencia que necesitan los adolescentes y que a veces lo piden a gritos con todas sus rebeldías, delineando los límites y controles para su camino, esta violencia será sin retorno, será irreparable, seguirá haciendo estragos en la vida de ellas, las llevara a cortarse, a tener adicciones, a no quererse, a no soñar nunca más o a disparar trastornos en su salud mental.

Como padres, como maestros, como tutores, como administradores del Estado tenemos que ponernos a pensar cuál es nuestra complicidad en esta tragedia, qué nos corresponde emprender para revertir este actuar devastador y repulsivo, o seguiremos siendo unos simple espectadores al otro lado de la pantalla, creo que nos toca actuar a todos.

Elizabeth Machicao Barbery dirige la Casa del Adolescente Bolivia.



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