Es difícil quedar indiferentes ante la enésima grave crisis política que vive el país. Bien podría aplicarse a este gobierno el viejo chiste de que tomó el poder cuando el país estaba al borde del abismo y gracias a sus políticas se ha dado un pequeño paso adelante.
En efecto, el país ha entrado en una espiral de locura nunca vista anteriormente por obra de un gobierno carente de humildad, realismo y creatividad y que parece empecinado a desmentir la famosa máxima de Víctor Paz Estenssoro: “En Bolivia pasa todo y no pasa nada”.
Lo hace recurriendo al libreto acostumbrado: distorsionar la realidad mediante la astucia criolla; amenazar sin ningún “fair play” (por no decir cavernícolamente) por boca de sus clientelares SS (Sectores Sociales); reeditar aventuras criminales como el Hotel de las Américas o el Porvenir; atacar, como si fuera un juego de niños, una estructura económica que aporta divisas al país y, sobre todo, soplar sobre las brasas del odio, del racismo y del regionalismo, a sabiendas de que la economía le está pidiendo cuentas y que ya no puede patear la lata hacia adelante.
Paradójicamente, lo que Evo Morales solo amenazó hormonalmente, sin llegar a cumplir esa locura genocida, Luis Arce lo permite conscientemente para intentar acallar una reivindicación justa, pero que no se adecúa a los planes prorroguistas de la ‘familia monárquica” masista, en carrera para definir la línea de sucesión del próximo quinquenio.
Es innegable que hay un departamento que sigue creciendo demográfica y económicamente y que reclama su protagonismo en el quehacer nacional. El censo es el instrumento de ajuste si sus resultados son tomados en cuenta en los tiempos políticos correctos, visto el retraso que ya lleva. Sin embargo, es evidente que la intención del gobierno es postergar, hasta después del 2025, la redistribución de la representación política entre departamentos y también entre ciudades y campo, la cual hoy está totalmente distorsionada y lleva a resultados electorales engañosos.
Por su lado, y para evitar sospechas de angurria económica, Santa Cruz podría resignar parte de los nuevos recursos que en buena ley le corresponden en favor de los departamentos golpeados por la crisis y la emigración y concentrarse en lo innegociable de su demanda que son los escaños que le corresponden constitucionalmente. Sin embargo, el gobierno ofrece redistribuir, antes de 2025, la plata (siempre más escasa) mas no los escaños (que ponen en entredicho su hegemonía). Es curioso que el partido que hace 17 años ganó el poder con la consigna del cambio, hoy se resista a cambiar lo que la realidad y la Constitución (art. 146.V) exigen. Pero no sería el primero ni el último “gatopardo” de la historia.
Volviendo al mencionado adagio de Víctor Paz Estenssoro, si bien es cierto que, después de cada crisis que parece terminal, Bolivia suele recuperarse rápidamente como si nada hubiese pasado, no es menos cierto que después de cada crisis quedan “cicatrices” en el cuerpo social del país. No hace falta recordarlas, porque están en la memoria de los bolivianos y en el subconsciente de la nación, como un peligro de muerte apenas esquivado.
Las cicatrices nos obligan a mirar al pasado y revivir, a veces distorsionándolas, las circunstancias de esos accidentes, pero, al mismo tiempo, nos muestran las consecuencias de la desfiguración permanente del cuerpo y del alma, que ninguna cirugía plástica logra borrar, a no ser una sincera reconciliación, que a nadie parece interesarle.
Espero que, como suele suceder, la situación que estamos viviendo pronto sea solo un mal sueño; sin embargo, quedarán nuevas cicatrices que condicionarán sensiblemente la salud futura del país.
Francesco Zaratti es docente investigador Emérito del Laboratorio de Física de la Atmósfera de la UMSA, analista en hidrocarburos y energía y escritor