He adquirido el hábito periodístico de escuchar todos los domingos, de 07:00 a 09:00, el programa “Evo, líder de los humildes” y puedo decir que ha evolucionado en cuanto a la efectividad de la comunicación política —lo escuchan y observan moros y cristianos— y se ha consolidado como un instrumento de movilización. No es que me haya convertido en fanático de Evo Morales, pero ha sabido utilizar un espacio que tal vez nació con propósitos distintos a los actuales.
En los últimos meses dejó de ser una conversación entre el jefe político y el periodista evista. Haber dado paso a otros interlocutores —exministros, abogados, parlamentarios, emprendedores y dirigentes del trópico— evita la rutinización del formato y refuerza su liderazgo. La participación de Andrónico Rodríguez, por primera vez el domingo 17 de noviembre, confirmó que el evismo cerró filas en torno a su caudillo.
El domingo 27 de octubre, cuando policías vestidos de civil intentaron detenerlo en el trópico cochabambino, Morales no acudió a una oficina fiscal, parlamentaria o de Derechos Humanos para denunciar los hechos. No. Raudamente llegó a Radio Kawsachun Coca, instalada en Lauca Ñ, para narrar la “emboscada” en la puerta de la Novena División del Ejército y, como siempre, victimizarse.
Exhibió los orificios de los tiros que habían impactado en una camioneta de color oscuro, el segundo vehículo en el que eludió el operativo policial, y desde su programa dominical se movilizó a las bases cocaleras que en cuestión de minutos rodearon las instalaciones del medio de comunicación chapareño para resguardar a Morales. Fue el momento en que más vulnerable se sintió.
El 11 de noviembre participaron las ejecutivas de las seis federaciones del trópico cochabambino. Recordaron las batallas contra los gobiernos neoliberales, efectivos de Umopar y agentes de la DEA estadounidense; hablaron con mucha solvencia sobre la coyuntura política y enseñaron cómo se generan recursos con la producción de piñas, bananas, arroz, tambaquíes… al margen de la coca destinada al narcotráfico.
Ampliar la participación conlleva un claro mensaje político. El caudillo no está solo. Atacar a Morales es atacar al conjunto de la población del trópico de Cochabamba —varones, mujeres, jóvenes— y a sectores populares de otras regiones. Inmediatamente después del programa de Morales, se difunde un sector en el que se reciben llamadas de adeptos al evismo cuyas intervenciones demuestran que la línea política semanal ha bajado en instantes, tal como fue definida por la cúpula.
El caudillo se está preparando para la última batalla, aquella que tiene como objetivo el retorno a la presidencia en 2025 para garantizarse la impunidad ante denuncias de graves delitos y tratar de remediar el descalabro consumado por el actual gobierno, al que torpedeó sin misericordia desde 2021, luego de convencerse de que Luis Arce decidió romper el compromiso de 2020 y quedarse en el poder mediante un plan prorroguista sustentado en el Tribunal Constitucional prorrogado.
Sabe que, si no gana la pelea de fondo, viene el declive definitivo, la jubilación política y hasta el necesario destierro. Eso le aterra. Verse sin poder y sin influencia es algo inconcebible para quien siempre tuvo la intención de perpetuarse en la dirigencia sindical cocalera y en la conducción política e institucional del país.
Van cinco años —desde noviembre de 2019— en los que ha ido quedando fuera del núcleo de las grandes decisiones nacionales y pasar los siguientes seis años —entre 2025 y 2030— en esa misma condición o tal vez peor es motivo de sus peores pesadillas.
Pasaron las denuncias de corrupción que tocaron incluso a la familia presidencial, acusaciones de traición al instrumento político, marchas infructuosas hasta la sede de gobierno, bloqueos carreteros que solo ocasionaron pérdidas por 2.000 millones de dólares para el país, ayunos voluntarios intrascendentes… A Morales le quedan apenas dos instrumentos para intentar ganar la batalla final, aquella que le permita gobernar nuevamente.
Atizar la fase del colapso económico que ya se instaló en el país con todos los síntomas conocidos, con el riesgo del default o impago de la deuda pública, esperando que Luis Arce abdique. O dar la orden para ejecutar la marcha a La Paz que, tal como se la debatió en la última reunión nacional del evismo, apunta más a la toma de la sede de los órganos Legislativo, Ejecutivo y Electoral.
¿Veremos imágenes parecidas a la toma del Capitolio de Estados Unidos por parte de furiosos seguidores de Trump en 2021? Morales ha dejado de ser jefe del MAS por decisión del TCP-TSE y tiene en sus manos la definición de cuándo y cómo será la movilización evista-cocalera-campesina sobre La Paz, poniendo en riesgo a gente inocente. Habrá que seguir escuchando su programa dominical para conocer más claves de la batalla final o lo que extrañará más cuando el poder se aleje de él definitivamente.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.