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De frente | 22/06/2022

La seguridad energética y el futuro de Bolivia

Oscar Ortiz
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La escasez de diésel experimentada en semanas pasadas y la crisis de desabastecimiento que sufre en estos días la Argentina, son señales de los problemas que afrontaremos en los próximos años si no resolvemos nuestra falta de resultados en el desarrollo de nuevas reservas que nos aseguren la provisión de los energéticos, especialmente el diésel y la gasolina, que demanda nuestra economía para mantener el ritmo de actividad actual y lograr niveles de crecimiento sostenible.

Se suman muchos factores, externos e internos, para configurar un panorama con perspectivas muy negativas, en el cual confluyen tendencias internacionales, que no controlamos, con problemas internos debido al fracaso de las políticas nacionales en materia en la exploración de nuevos yacimientos de hidrocarburos.

Veamos lo internacional. Como explica el experto Álvaro Ríos, el acuerdo de las naciones desarrolladas por el cambio climático, significó abandonar prematuramente las inversiones en la exploración de combustibles fósiles, como el gas y el petróleo, en lo que nos interesa a los bolivianos, sin que el mundo aún esté preparado para garantizar su seguridad energética mediante fuentes alternativas de energía renovable. A ello hay que sumarle que, en los últimos tres años, la pandemia de la COVID-19, la crisis de la cadena de suministro y, en especial del transporte marítimo, y en el 2022, la guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania, han terminado de configurar un escenario muy adverso para países como el nuestro a los que nos costará mucho más atraer inversiones, si así decidiéramos buscarlas, y al mismo tiempo, tendremos que asumir los costos de forma inmediata, puesto que, las importaciones de diésel y gasolina deben pagarse por adelantado y los precios oscilan diariamente según las cotizaciones internacionales.

El entorno nacional también está complicado, mientras la agenda pública continúa concentrada alrededor de la confrontación política, anuncios permanentes de juicios y disputas internas en el oficialismo, el país se encamina a importar más de tres mil millones de dólares de combustibles durante el 2022, con lo cual por primera vez en las últimas dos décadas, tendremos un déficit económico en materia energética en el cual el valor de nuestras exportaciones de gas natural será inferior al costo de las importaciones de diesel y de gasolina, diferencia que deberá ser solventada por las divisas generadas por el superávit en la exportación de otros rubros.

¿Cómo llegamos a esta situación? Durante el periodo de mayores ingresos, entre el 2006 y el 2014, las inversiones se concentraron en acelerar la explotación de los hidrocarburos, es decir, en cómo extraer cada vez mas hidrocarburos y en cómo comercializarlo más rápido. Se perdió un tiempo precioso para la búsqueda de nuevas reservas que permitieran reemplazar las que se consumían. Todos contentos, el país vivía una época conocida como la bonanza económica, los tres niveles de gobiernos tenían cada vez más dinero, las autoridades lograban reelegirse y la población sentía que el dinero circulaba y el nivel de consumo se incrementaba. Después, cuando las autoridades nacionales decidieron priorizar la exploración, se malgastó miles de millones en proyectos ejecutados a la rápida, sin los estudios previos correspondientes al inicio de las perforaciones, con lo cual la tasa de fracaso exploratorio, normalmente alta en el rubro, se elevó a niveles mayores aún. El mar de gas se convirtió en un mar de frustraciones.

Nuevamente recurrimos a las reflexiones del experto Álvaro Ríos, quien se pregunta si tendremos la capacidad para generar en otros sectores las divisas que se precisaran para cubrir la importación creciente de energéticos, más del 70% del diésel y más del 50% de la gasolina, además del peligro de que nosotros mismos pasemos de exportadores a importadores de gas, como ya le sucedió a la Argentina.

La respuesta es clara, Bolivia necesita afrontar con urgencia el debate sobre el marco legal que rige al sector de hidrocarburos para atraer nuevas inversiones internacionales, con su tecnología, conocimiento y experiencia, para descubrir los yacimientos de gas y de petróleo que aún alberga nuestro subsuelo.

Óscar Ortiz ha sido senador y ministro de Estado. 



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