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17/07/2020

La Razón, entre mafiosos y cortesanos

Raúl Peñaranda, hace ya seis años, tuvo el valor de decir las cosas como eran: el poder había cooptado a diversos medios de comunicación, entre los cuales las cabeceras de playa eran La Razón, ATB y PAT. Álvaro García Linera, dueño y jefe de almas y máquinas, comenzó una dura campaña que buscó destruir a ese periodista para pulverizar la verdad. No pudo, pero tuvieron que pasar seis años para ver que no quedaba la menor duda de que las denuncias de su libro Control Remota eran ciertas.

El oficialismo había construido una tenebrosa maniobra para cambiar las noticias, distorsionar los hechos y rendir pleitesías a los nuevos amos. Entre directores y jefes de redacción armaron los tinglados de la mentira; con periodistas, la mayoría trabajando por necesidad, extendieron sus tentáculos a un núcleo de intelectuales que se convirtieron en los nuevos cortesanos del Virrey García Linera. Algunos por ideología, la mayoría por subir su estatus, tal la pequeñez de nuestros intelectuales.

Edwin Herrera, que fue director del periódico La Razón y ahora hace de portavoz de Juntos, y Claudia Benavente, que de mujer de confianza del exvicepresidente se convirtió en dama de hierro que no dudó en despedir sin desahucio a 97 empleados vía Zoom. Armando Ortuño, ex gerente general, fue además asesor del PNUD. Hay que decir que junto al equipo de gobernabilidad del PNUD fue parte de ese entramado que ahora sale a luz. Rafael Archondo se ha encargado de documentar esta trama y contar la historia con detalle.

Los empleados de PNUD, ocupando altos cargos en La Razón, unos como ejecutivos y otros como miembros del directorio, trabajaban para aprobar los dictados de Palacio... pero la empresa tenía pies de barro, se basaba en la mentira, el chantaje, los negocios turbios y clandestinos. La sociedad tenía en un empresario apellidado Gill, el accionista mayoritario, que hacía negocios con el aval de Hugo Chávez y de García Linera. No sólo se preocupó de los medios sino que extendió sus tentáculos a los ferrocarriles, al turismo, al teleférico y la agroindustria en el país. Así, el exvicepresidente, junto a su hermano Raúl, no solo manejaban el diezmo obligado de los empleados públicos, que representaban millones de bolivianos al año, sino también las comisiones de las adjudicaciones, entre otras, las del teleférico. En resumen, construyeron todo un entramado mafioso.

ATB no se quedó atrás, fue parte de la misma conexión, con el nuevo millonario Jaime Iturri convertido en accionista mayoritario, palo blanco que hacía además de director de noticias para trastocar la información. Eso pasaba todos los días, a veces de la manera más grosera, como durante el caso Gabriela Zapata, novia de Evo Morales, cuando hizo una entrevista trucada para intentar cambiar el curso de la investigación.

O algo más importante, en las elecciones presidenciales de 2019, ATB, junto a PAT, Red Uno y UNITEL, con el soporte en las encuestas de CiesMori, tejieron la cobertura mediática para el fraude. Articularon la campaña para posesionar la idea de que Evo Morales tenía una ventaja sobre Mesa de más de 10 puntos y que pasaba el 40%, de tal manera que iba a ganar en primera vuelta. Así, el fraude sería resultado natural de la tendencia ya mostrada por las encuestas. Conspiraron contra la democracia y engañaron a la población. Es una lástima que en ATB, prestigiosos periodistas hubieran rifado los últimos gramos de la credibilidad que tenían.

La Razón, ATB y PAT, que recibieron decenas de millones de dólares de la llamada “pauta publicitaria estatal”, fueron los reyes del fake news en el país. El armazón mafioso de la era de Morales comienza a salir a luz. Decenas de nuevos comunicadores, con el apoyo de las redes sociales, están dando fin con ello.

Gregorio Lanza es economista, con maestrías en políticas públicas.



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