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29/08/2019

La patria no espera, ¡pactemos carajo!

Cuando veo que Soledad Chapetón, la opositora alcaldesa de El Alto, logra un acuerdo con Evo, me doy cuenta que algo grave ha pasado; o cuando veo a Oscar Ortiz equivocando al enemigo y tirando a matar a Carlos Mesa, ratifico la gravedad del asunto. Vamos a perder. Sí, dudo de que podamos revertir la tendencia a la baja de Mesa y al estancamiento de Ortiz. Evo nos va a sacar más de 10 puntos y ésta será una crónica de una muerte anunciada.
Frente a ese panorama, que es mejor advertirlo y no ser cómplices de un descalabro anunciado, es imprescindible decir alto y fuerte: aún podemos unirnos. Debemos pensar en Bolivia y en su arrebatada democracia y unirnos. No hay excusas y sobran los cálculos electorales. Creo que se ciernen algunos mitos o medias verdades que impiden sobrepasar esta estrategia de (torpe) inmolación. 

He identificado 10.

Uno, la idea de que Mesa está mejor de lo que pensamos y que todo es un complot del gobierno para hacer decir a las empresas encuestadoras que Mesa ha sido ya derrotado. ¿Verdad? Claro, el gobierno usa lo que tiene en manos para generar esa imagen de candidato derrotado. 

Sin embargo, es necio no darnos cuenta de que más allá de la evidente manipulación en curso, Mesa es la sombra de lo que pudo ser y la explicación metodológica sobre las encuestas que realiza Ricardo Paz es a estas alturas un despropósito.

Dos, la idea de que “por lo menos vamos s sacar dos tercios se los votos” y que ello va a ser un escudo, es una de las peores propuestas. Nos adormece y estupidiza. Incluso si se obtuvieran, no habría dos tercios que valgan. Al día siguiente de la elección, el MAS saldría de shopping y compraría a 20 diputados además de amenazar a otros 20 y/o cercar la Asamblea. No hay consuelo con esa cifra mágica. En Venezuela la oposición tuvo la mayoría en el congreso y no le sirvió de nada. O vamos a la segunda vuelta o no nos sirve nada.

Tres, la idea de que Mesa “fue arrogante y por eso no me junto ya con él”. Ese es el argumento de Ortiz, que no deja de ser válido. El consejo de los asesores de Mesa fue “nada con Costas” (y consecuentemente con Ortiz).

A estas alturas parece claro que aquello fue un error monumental. Le sirvió a Mesa para sentirse insustituible y único. Le tocó la vena narcisa y el hombre cayó redondo. ¿Basta eso, sin embargo, para que Ortiz le diga “no me quisiste cuando te quise, ahora te cago a palos?”. No lo creo. El país es más importante que los resentimientos infantiles de quien fue rechazado. Hay que dejar ese trago amargo (de ambos lados) y unirnos.

Cuatro, la idea de que es tarde, que ya no se puede hacer nada para evitar la victoria de Evo. Esta tesis es posiblemente la más estúpida. Aún respiramos y Mesa le puede decir a Ortiz y Costas, “che hermanos, cuando seamos gobierno les vamos a dar mayores transferencias fiscales, cerraremos algunas de las desastrosas empresas públicas y con los montos ahorrados del despilfarro, fortaleceremos la región metropolitana cruceña. Oscar va de gobernador y Costas de alcalde”. Sena quina; podemos hacer eso esta noche.

Quinto, la certeza de que la guerra sucia nos está dañando y por eso estamos perdiendo. Nada que ver, esa es la excusa. ¿Qué esperábamos? ¿Que el MAS nos regale un milímetro de poder? Nunca pues. Por eso sé con firmeza sólo por poner un par de ejemplos que, si estuviésemos aliados, la Sole no nos hubiese abandonado transando con Evo y que la persecución contra Ximena Valdivia estaría jugando a nuestro favor pues podríamos mostrar este acto como parte de la guerra sucia (y de la impotencia) del MAS. Ergo: no es la guerra sucia la que nos jode, sino nosotros empeñados en dar rienda suelta a los egos.

Sexto, una de las ideas más perjudiciales es aquella de que está bien que haya más de un candidato pues estamos en democracia y tenemos el derecho a elegir de entre muchas opciones.

¿En serio? No, este argumento parte de una premisa absolutamente errada: no estamos más que en un simulacro de democracia y nuestra vocación plural debe ceder terreno a la necesidad de tener un solo bloque, no de oposición, sino de resistencia. Ese argumento nos hace mal y termina favoreciendo al divisionismo promasista.

Siete, la idea de que el talento verbal de Mesa y su excelente programa electoral (que por cierto, creo que es el mejor, de lejos) deben ser las puntas de lanza. En ese sentido, hemos visto a Mesa, siguiendo su programa de gobierno, argumentar últimamente sobre el litio.

¿Cree alguien en su sensato juicio que los electores que se desprenden cada vez con más fervor de Comunidad Ciudadana están atentos a las noticias sobre el litio? No, no podemos perder de vista que el programa ayuda, pero no gana nada. Lo que gana es la posibilidad de consolidar una coalición poderosa.

Ocho, la idea de que Evo es indispensable y sin él volverían las marchas y la inestabilidad es miserable. Pero siendo miserable es posible por el estado de debilidad del contrincante. Si no se ve suficiente solidez al frente, la gente opta por lo menos malo.

Nueve, la certeza de que la democracia depende de nuestros votos. Este es un axioma trillado hasta la saciedad. ¿Es cierto? Tan cierto como que todos moriremos, pero por ello bastante obvio e innecesario de decir. La democracia depende hoy más que nunca de que dos señores se pongan de acuerdo y cedan a sus pretensiones personales. La patria y la democracia deben estar antes que nada.

Y la 10 tiene que ver con argumentos como el que “la Sole nos ha traicionado” o cosas por el estilo. No hay tal, la Sole es una política seria, inteligente y ética, pero no es una monja clarisa. Debe hacer política y no se puede hacer política con quienes huelen a derrota. Simple. O nos unimos o “las soles” pactando con Evo se convertirán en la regla y no en la excepción.

Diego Ayo es cientista político.



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