El año 2014 Bolivia exportaba 6.600 millones de dólares de gas natural y el Estado recibía una renta petrolera de 5.489 millones de verdes. Unos años antes fui invitado a una conferencia mundial sobre la industria de gas natural en San Diego, California. Fue una experiencia fabulosa y un ejemplo de cómo se debe tratar a un “jeque” andino de la Bolivia saudita. Recuerdo que ni bien llegado al aeropuerto, no fui como el resto de los mortales por la manga que comunicaba el avión con la terminal, sino que bajé unas escaleras de la puerta del aeronave directamente a una limusina, en la que me esperaba un burbujeante champán y un Macallan de 18 años. Por supuesto, en el trayecto tomé una dosis del whiscacho con un hielo redondo de derretimiento lento.
Llegamos al hotel, tampoco pasé por la recepción como los otros huéspedes sino que subí directamente a la habitación. Era espectacular. Tenía una piscina interna. En ella también me esperaba mi credencial, que era de color dorado, para el seminario. Después de un desayuno pantagruélico me dirigí a un centro de convenciones de limusina, donde más de mil personas se aglomeraban para entrar, era un mar de gente, pero con mi credencial el gentío me abrió como el Mar Rojo. Había llegado el nuevo Moisés de Villazón. Nunca había tenido un tratamiento tan excepcional, comprendí lo que significa ser Very Important Person (VIP).
En un primer momento no entendí por qué tanta deferencia conmigo, hasta que vi, en la inauguración del evento, el mapa de América del Sur. En este se proyectaba una red de gasoductos que conectaban el subcontinente. Obviamente, todos estos ductos pasaban por el territorio boliviano y transportaban nuestro gas natural. Bolivia era el Señor de los Anillos, el centro de distribución de gas natural de la región. El hub de la integración energética. De Bolivia salían imaginarios gasoductos a Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay. En la época éramos percibidos como la Arabia Saudita de Sudamérica y, por supuesto, como los petroleros pueden no tener alma, pero saben de negocios, trataban al profesor boliviano como a un nuevo rico del continente.
Apenas antes de la pandemia, en 2019, volví al mismo seminario de gas natural en San Diego. Llegué al aeropuerto. En esta oportunidad nadie me fue esperar. Tuve que tomar transporte público para llegar a un hotelucho donde estaba en un cuarto a lado de la cocina, con cama simple y tenía que entrar, de lado, al baño. Por supuesto mis credenciales no estaban sobre la cama. En la tarifa del hotel no estaba incluido el desayuno, así que tuve que comer, eso sí, un delicioso bagel con crema de queso con un jugo de naranja en caja que compré de un camión de comida. Después me dirigí al seminario también de transporte público. Una vez en este, demoré como dos horas para conseguir mi credencial después de haberme agarrado a codazos con centenas de participantes y adivinen qué, estaba en la última fila de seminario con vista parcial de la testera. ¿Por qué se había producido, en un lapso de pocos años, esta degradación de VIP a nadies?
Nuevamente, en la primera presentación apareció el mapa del continente. Solo había dos gasoductos que salían de Bolivia, uno Argentina y otro Brasil, los que tenemos hace décadas, pero, bordeando la región se habían construido por lo menos una decena de plantas de LNG. Bolivia ya no era el centro de la distribución del gas natural, al país le habían hecho un loop. Lo habían rodeado de plantas de LNG. El mapa tenía puntos rojos en el borde, eran plantas de LNG como un anillo que rodea al continente.
En todo este tiempo, en el caso de nuestros compradores, Argentina había decidido apostar a fondo en el autoabastecimiento de gas natural invirtiendo masivamente en exploración y construyendo gasoductos, como el llamado Néstor Kirchner. Asimismo, Brasil optó por la misma política energética, sus autoridades no querían que Bolivia los agarre del caño. Los vecinos habían decidido seguir políticas energéticas pragmáticas bajo el lema “los países no tienen amigos, pero sí intereses”.
Asimismo, en Bolivia -por talento propio, o mejor dicho, por falta de inversión en exploración- bajó su nivel de producción de gas natural de 60 millones de metros cúbicos día (MMCD) a menos de 40 MMCD. La exportación de gas natural se había reducido a 3.000 millones de dólares. El Estado sólo recibía 2.298 millones de renta. En el ajedrez energético del continente quedamos degradados a ser actores muy secundarios. Ahora habíamos pasado de la Bolivia saudita al país Patacamaya, país de tránsito, donde no nos queda más que trasladar el gas natural argentino de Vaca Muerta al mercado brasileño y para que se nos pague el transporte con alfajores.
Gonzalo Chávez es economista.