Mi anterior columna (“Generalidades”) fue escrita horas antes de los sucesos del miércoles 26 de junio. Lejos de quedar “resfriada” al momento de su publicación –al día siguiente– abordaba uno de los aspectos que tras la pantomima que protagonizó el General Zúñiga –de ahí el título–: su cuestionado nombramiento como comandante del Ejército, no siendo apto para tal cargo dadas sus paupérrimas calificaciones. En tal sentido, buena parte de la responsabilidad de sus acciones, la de referencia y otras, recae en quien, por favor político, lo colocó en la cima de esa fuerza: el propio Presidente, en su calidad de capitán general de las FFAA.
Lo sucedido hace dos semanas me remite a Ed Wood, el “peor director de cine de todos los tiempos” según muchas fuentes. Una de sus películas, “Plan 9 from outer space” es, a su vez, catalogada como “la peor película de todos los tiempos”. Una de las reseñas sobre la misma, dice: “La película es realmente mala, pero es justamente eso lo que la hace interesante, atrapante y hay que decirlo: cómica, aunque sea de terror”.
Algo de eso se vivió en tiempo real aquel día. Tilín Wood, director y actor al mismo tiempo, se encargó de llevar a escena un producto digno de una antología del bodrio.
La versión hollywoodense del evento, además del propio Wood, incluiría entre su reparto a connotados comediantes, quienes, a sus anchas, desempeñarían sus papeles sin desperdicio alguno: A Zúñiga lo encarnaría Jack Black, en una autoparodia de “Nacho Libre”; a Sonia, Ben Stiller, farfullando contra un blindado; a Novillo, Adam Sandler, en despiste absoluto. También incluiría a actores y actrices secundarios, todos ellos perfectamente maquillados y vestidos con sus mejores galas dando declaraciones en plan “víctima”. Asimismo, un millar de extras, para representar a funcionarios públicos portando carteles previamente preparados de apoyo al régimen.
Escenas sugeridas:
Calles céntricas con tanquetas circulando en medio del tráfico habitual, sin que algún agente de tránsito se percate de su presencia, por lo menos para pedir a los chóferes “su licencia”. Los tanques respetan la luz roja.
Los mismos blindados ingresando a la plaza central como Pedro Domingo a su casa, cuando todos los habitantes de la ciudad saben que, por ejemplo, una persona que tenga un escudo de calamina es inmediatamente detenida y condenada, por terrorismo, dizque.
Personas posando y haciéndose selfis al lado de los “tanques”, cuando en otras circunstancias, como en los desfiles, los “soldaditos” no permiten que la gente se acerque a menos de tres metros de aquellos.
Un vehículo militar pretendiendo estacionar y abollando una reja en tal intento.
Otra “movilidad” de artillería pesada con una llanta pinchada.
Jack Black pidiendo permiso a Ed Wood para darle un golpe (efecto de sonido).
Ben Stiller, como se dijo, lanzando improperios a Jack Black y amenazándole con darle un petardazo.
Adam Sandler diciendo “Ehhhhhh, ehhhhhh, ehhhhhh” al mejor estilo Maradona.
Una profusión inusual de memes que convierten al montaje en la comedia más taquillera del año.
Un partido de básquetbol.
Todo esto podría haber quedado en mera chacota y la obvia aprehensión de Zúñiga, por bobo, sobre todo. Pero, para sostener su propia versión de la broma de mal gusto, el régimen desató una sañuda persecución (aprehensión incluida) a una serie de chivos expiatorios que tuvieron el infortunio de cruzarse en el camino del basquetbolista –en una cacería muy similar a la que se operó en el caso “Las Américas”–. Ahí es donde la película adquiere el giro de tragicomedia.