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H Parlante | 24/12/2020

La fortuna del Diez

Rafael Archondo Q.
Rafael Archondo Q.

Diego Armando Maradona tenía bajo su nombre cuatro cuentas bancarias. En ellas están depositados ahora diez millones de dólares. Diez, diez, diez, es el número de Campeón.  La pregunta del momento en la Argentina sigue siendo numérica: ¿cuántos son sus herederos? Tras la muerte del astro futbolístico, se han reanimado algunas demandas de reconocimiento de paternidad. Ser hijo de Diego es ahora la llave de la prosperidad económica.

En vida, Maradona reconoció a Diego Junior, nacido en Italia; Dalma y Gianina, las hijas de Claudia Villafañe, su principal pareja, pero también a Jana y Diego Fernando, hijos de dos parejas suyas en Buenos Aires (Valeria Zabalain y Verónica Ojeda). A ello debe sumarse la admisión oficial, tras el entierro de Fidel Castro, de sus tres hijos cubanos. En la isla caribeña, entre 2000 y 2004, el goleador fingió rehabilitarse de sus adicciones. En suma, se trata entonces de ocho hijos en seis madres de tres nacionalidades.

Sin embargo, la justicia argentina todavía debe resolver dos demandas en curso: la de Magalí, nacida en 1995, y la de Santiago Lara, nacido en 2001. Los dos jóvenes esperan a las pruebas de ADN para demostrar su origen biológico. Así se completaría otra vez la decena.

Otra posible madre de un potencial hijo número 11 de Diego, llamado Matías, es Laura Cibilla, la exmesera de la discoteca bonaerense La Diosa. Ella es hasta ahora la única mujer en lograr que el campeón aceptara someterse a una prueba de ADN. Sin bien salió negativa, hay sospechas de que fue mal realizada. Diego acompañó la crianza de Matías durante tres años. Luego, como era su costumbre, procedió al abandono.

Otro dato sorprendente de la hiperestudiada vida de Maradona es la fecha en que habría empezado a consumir cocaína. Siempre se pensó que aquello habría dado inicio en Europa. Sin embargo hay cada vez más claridad en que el enganche comenzó en 1981 cuando jugaba en Boca. Ello significa que la FIFA toleró la adicción del Diez durante una década. Diez años de “vista gorda” en aras del espectáculo. También queda claro que la suspensión del Campeón pudo darse una vez que los italianos, incluidos muchos napolitanos, habían empezado a cobrarle a Diego la eliminación de Italia a manos de la Argentina el 3 de julio del año previo. El sistema lo terminaría de liquidar en pleno Mundial de Estados Unidos. Maradona ya había dejado de ser lucrativo para los amos del balón.

Cabe agregar que la tolerancia de una década no solo fue de la FIFA. Leo Sucar, el dueño de la discoteca La Diosa, el lugar donde Diego pasaba días completos, ha contado que la Policía antidroga argentina tenía dos agentes asignados en el lugar de forma permanente. Ingresaron bajo la condición de ser indulgentes con Maradona, quien gozaba de una habitación especial para alinear el polvo adictivo. Lo mismo puede decirse de las autoridades cubanas que permitieron el ingreso de la droga al centro de rehabilitación La Pradera, al sur de La Habana. 

Estos datos verificables prueban la flexibilidad simultánea de los tres sistemas, capaces de doblegarse ante el desenfreno de un ídolo de masas. Ni la FIFA ni los sucesivos gobiernos argentinos de todos los colores (desde Menem hasta los esposos K) ni el comunismo castrista tuvieron el valor de sujetar al Diez. Ello permite ver lo mucho que pesan los imanes de muchedumbres en el universo formado por los estadios. A momentos el deporte y la política revisten formas análogas y no queremos darnos cuenta.



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