37 años después de la caída de la última dictadura militar, el soldado Kaliman desempolvó el terrorífico apelativo “enemigo de la patria” (Antipatria, en la versión del masismo) para amenazar a las mujeres y hombres que piden respeto por la democracia y a la Constitución frente a un gobierno que las viola.
“A nuestros gratuitos detractores antinacionalistas, que por su apetito de poder piden cambiar la estructura vertical, la disciplina y la jerarquía de las Fuerzas Armadas, con oscuras intenciones. Decirles a estos antipatrias que la institución más antigua del Estado, creada bajo el fragor de los cañones y forjadora del Estado, jamás permitirá que esto suceda”, disparó Kaliman como si fuera a vivir los 5.000 millones de años que le quedan al sistema solar.
En ese momento, busqué en mi memoria si últimamente algún sector social del país había pedido cambiar la estructura de las FFAA. Hummm, pues no. La última solicitud de esas características vino de los sargentos y suboficiales de las mismas FFAA en abril de 2014. Entonces, concluí que Kaliman se refería a sus propios camaradas. Más grave aún. Luego, recordé que sus camaradas habían osado hacer esa propuesta de hacer cambios en la estructura castrense azuzados por los propios masistas. Más grave todavía.
Sin embargo, cuando se declaró leal antes que a Bolivia al régimen del “hermano Evo”, cuestionado precisamente por la mayoría de la población por violar la Constitución e incumplir el mandato del soberano a quién se supone representa, colegí que el máximo jefe de los militares puso la mira contra nosotros.
Lo que hizo Kaliman en el Día de las FFAA no es un simple discursito sino una revelación de su decisión dictatorial de poner al servicio del poder político el poder de las armas contra los ciudadanos que reclaman democracia. A un régimen de este tipo se llama totalitarismo militarista.
Este Kaliman no tiene la sabiduría del “verdadero Kaliman”, sino hubiera leído el artículo 244 de la Constitución que dice: Las Fuerzas Armadas tienen por misión fundamental (…) asegurar el imperio de la Constitución y garantizar la estabilidad del gobierno legalmente constituido, lo que significa, por ejemplo, hacer respetar el artículo 168.
Tampoco leyó el artículo 245 que estipula que las FFAA no deliberan y no realizan acción política. A Kaliman le “valió un carajo”, como dicen en los cuarteles, estas órdenes constitucionales y fundió una institución del Estado con los intereses de un partido en ejercicio de gobierno, con lo que pasó de ser soldado de la Patria a soldado del Movimiento Al Socialismo (MAS).
En democracia, una institución del Estado es neutral en materia de ideología, religión o algún otro aspecto homogeneizante como raza o etnia, lo que significa que las FFAA, que tienen el monopolio de las armas, deben preservar la independencia y seguridad del Estado para todos los bolivianos, sean éstos derechistas, izquierdistas, liberales, socialistas, animalistas, tendencias que tienen derecho a disputarse, organizados en partidos, su opción de gobierno en las urnas sin la amenaza de las armas.
La amenaza de Kaliman terminó de confirmar que el régimen de Morales es totalitario militarista porque además de controlar los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, tiene a su disposición el poder de las armas. En resumen, el masismo tiene el poder total porque también controla instituciones como la Defensoría del Pueblo y organizaciones de la sociedad civil (Csutcb, Bartolinas, Cocaleros, COB, etc.). Por lo visto, su siguiente paso es fundir en una sola persona la sociedad política, la sociedad civil y el Estado.
Bajo la amenaza agazapada de las armas, 6.935.122 ciudadanos bolivianos iremos a las urnas en octubre próximo.
Andrés Gómez Vela es periodista.