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Raíces y antenas | 07/04/2024

Gas y dólares, nada por aquí, nada por allá

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

En 1983, David Copperfield, un afamado mago norteamericano, hizo desaparecer la Estatua de la Libertad frente a millones de personas. Este hecho entró a la historia de ilusionismo como el truco más increíble realizado en décadas.

Pero el reinado de este asombroso acto de magia terminó en el año 2014. Para orgullo de la nación, dos magos bolivianos a la voz de: “Nada por aquí, nada por allá. ¡Fuera manos, trabaja vista!”, hicieron evaporar las reservas de gas natural y las reservas internacionales del BCB.

Dicen las malas lenguas vendepatrias que el renombrado taumaturgo Copperfield, al enterarse de semejantes hazañas, quiso venir a Bolivia, pero le negaron la visa. Se sospechaba que, para superar el encantamiento plurinacional, planeaba hacer desaparecer el museo de Orinoca y el teleférico en un sólo acto de magia.

En los años 70, con la exportación de gas natural a la Argentina, la economía boliviana comenzó la era de este energético que prometía traer desarrollo económico y social.  En los 90, la esperanza se triplicó porque se comenzó a exportar el gas al gigantesco mercado de Brasil. Para atender estos mercados en desarrollo, el país comenzó a explorar nuevos campos.

En el auge, se decía que Bolivia tenía como 30 trillones de pies cúbicos (TCF). Según el gobierno de Morales, esta cifra estaba inflada. En 2009, las reservas probadas eran de 9,94 TCF. Con bombos y platillos, en 2017, se anunció un incremento a 10,7 TCF y que, con las reservas, probables y posibles, se podría alcanzar los 14,7 TCF, según la Sproule International Limited. El abastecimiento de gas para el mercado interno y externo estaba garantizado por décadas. Más aún, estábamos sobre un mar de gas según Luis Sánchez, ministro de Hidrocarburos de la época.

Después de esos datos nunca más supimos del nivel de reservas de gas del país. Y de repente, frente a la caída de ingresos de exportaciones de 2014, entraron en acción los afamados magos del proceso de cambio. Huevín y Tilín. En una década hicieron desaparecer el charco y mar de gas. Pases mágicos, propaganda a raudales y resulta que, a vista de millones de personas, las exportaciones de gas que, en 2014, eran 6.600 millones de dólares, en el año 2023 bajaron a 2.370 millones de verdes. La producción de estos hidrocarburos, que hace 10 años era de 60 millones de metros cúbicos por día, para 2023 se redujo a 35 millones. El año 2014 la renta gasífera que recibía el Estado era de 5.489 millones de washingtones. Al año pasado, esta bajó a 2.000 millones. O sea que del Estado boliviano se esfumaron 3.489 millones de dólares.

Frente a una audiencia hipnotizada y servil compuesta de sacerdotes y monaguillos de proceso de cambio, las autoridades hicieron otro acto supremo: desaparecieron el gas. Dejaron de invertir en exploración. Con dedos agiles, cortaron la inversión pública en exploración de nuevos pozos, de 646 millones de dólares, en 2014, a tan sólo 150 millones. Los hermanos y compañeros del proceso de cambio vibraron frente a este truco único de estrangular a la gallina de los huevos de oro, YPFB y cortar así el excedente que hacía funcionar el sacrosanto modelo económico. Pescados en su ardid, Huevín y Tilín se acusan de ser los responsables de la travesura. Ahora, las reservas probadas de gas estarían en torno a dos TCF.

En otra hazaña festejada hasta el delirio por sus seguidores, los dos magos hicieron desaparecer más de 13.000 millones de dólares de las reservas internacionales del BCB. Aquí la argucia fue menos sofisticada. Nuestros prestidigitadores en cuestión descubrieron que, para cerrar la diferencia entre gastos excesivos e inversiones ineficientes, lo mejor que se podía hacer era gastar las reservas internacionales del BCB. Este truco duró por lo menos 10 años. Sistemáticamente, el Estado fue sacando dinero de las bóvedas a un promedio diario de 3,6 millones de dólares. Simplemente se dilapidaron las divisas en gasto corriente, empresas estatales ineficientes e inversiones de dudosa rentabilidad. Aquí los ilusionistas sacaban de la galera los dólares y los tiraban por el aire para beneplácito de una platea delirante y con una fiebre consumista inagotable. En ambos casos, no hubo forma jurídica o política de calmarlos.

En torno a estas artimañas se construyó la historia épica del modelo de desarrollo, contada con fervor religioso. A los no creyentes de esta religión se los despellejó en la plaza de la opinión pública, acusándolos de herejes apátridas y víboras ponzoñosas de las ciénegas neoliberales.

Los maestros de la manipulación y tergiversación ahora proponen: “Jovena votante, papito churro, cholita amorosa, acérquese sin miedo, voy a hacer otra magia del siglo. Oye, chiquito de azul, no me pises la viborita, ¿no ve que es de plástico? Nada por aquí, nada por allá, ¡fuera manos, trabaja vista!”. El truco de ahora es hacer desaparecer los recursos de los pensionistas. 



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