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De frente | 03/10/2023

Expocruz y el país que quisiéramos ser

Oscar Ortiz
Oscar Ortiz

Ha finalizado la Expocruz 2023 y, como siempre, nos deja 10 días en los que las buenas noticias prevalecieron sobre los crímenes y conflictos que generalmente ocupan la realidad informativa nacional. La Expocruz no solo refleja el empuje y la cultura emprendedora de Santa Cruz sino también la aspiración social de vivir en un país distinto al que tenemos después de casi 200 años de historia republicana. Un país que mire hacia adelante, un país que en el que todos caminemos juntos por las mismas calles, un país en el que los bolivianos nos enseñemos a nosotros mismos que podemos salir adelante y prosperar juntos, trascendiendo nuestras diferencias y diversidad.

En la Expocruz se respira éxito y modernidad. La población no solo escucha de los logros de nuestros productores, con los avances de la genética pecuaria, por ejemplo, sino que puede visitar los pabellones y observar, e incluso tocar, también sacarse fotos, con esos ejemplares bovinos que superan una tonelada de peso, marcando una competitividad a nivel internacional que ya se ha transformado en una nueva fuente de exportación, generación de empleo, atracción de inversiones y producción de divisas.

La gente comprueba que lo que le dicen es realidad; en el país de las eternas promesas incumplidas la gente puede tocar y sentirse parte del éxito productivo y emprendedor de los sectores económicos más importantes de Santa Cruz y de Bolivia. Éxitos basados en la iniciativa privada que se sobrepone a las múltiples barreras con las que las normas y la burocracia estatal limitan el desarrollo empresarial nacional, afectando nuestras opciones de un desarrollo sustentable basado en la creatividad y el talento de nuestra gente.

Cuando la gente camina por las calles de la muestra ferial y visita sus pabellones aprecia y valora el esfuerzo de las empresas por mostrar lo mejor de sí mismas, por exhibir sus productos o presentar sus servicios de la mejor forma posible ante un ciudadano que se convierte en estos días en el centro de todas las atenciones, al que se le procura brindar la mayor información con el mejor trato, a diferencia de las penurias que sufre el ciudadano común en su cotidiano vivir en el que en su mayor parte sólo tiene contacto con la burocracia de alguna entidad estatal, en la que la mala atención, el abuso, e incluso la extorsión marcan de forma constante una amarga experiencia.

Al mismo tiempo, en estas mismas calles se respira un aire internacional. En un país en el que el trauma de las perdidas territoriales llevó a los gobiernos nacionales a aislar al país, no solo físicamente sino también culturalmente, en los días de “la feria” como le decimos en Santa Cruz, los ciudadanos caminan al lado de cientos de visitantes del exterior. Por unos días, no somos los bolivianos los que viajamos a admirar los avances de otras naciones, sino quienes recibimos la visita de quienes vienen a presentarnos sus avances tecnológicos y a buscar oportunidades de negocio, e incluso de inversión, en nuestra propia tierra.

Lo más importante, en mi opinión, por esas calles caminan bolivianos de todos los orígenes, clases y sectores sin distinción alguna. Empresarios grandes, personajes importantes de la política y de la sociedad civil, referentes de la cultura y de los medios de comunicación, mezclados como uno más entre las decenas de miles de ciudadanos que transitan por el campo ferial con la sola condición de haber comprado su entrada. Pareciera que en este espacio se logra la seguridad y tranquilidad que no tenemos en nuestros barrios y calles, y que, la democracia económica nos brinda la igualdad de oportunidades que quisiéramos tener en los otros aspectos de nuestra realidad social.

La pregunta para cuestionarnos sería porqué la Expocruz ha logrado mantener con éxito durante más de 60 años una muestra que combina los encuentros empresariales especializados con la participación ciudadana masiva en lo que también constituye una feria popular; en mi opinión porque es la consecuencia de las trascendentales ventajas de la asociatividad ciudadana convertida en una institucionalidad sólida y eficiente frente a la constante inestabilidad e ineficacia de la burocracia estatal.

La lección que debiéramos aprender es que si a la ciudadanía y al sector privado se lo deja crecer, crecerá y que el Estado debe ser quien acompañe estas iniciativas y no el que procure controlarlas o, pero aun, reemplazarlas, porque inevitablemente las retrasará. El éxito de Expocruz nos demuestra que podemos construir el país que anhelamos. 



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