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Ojo en tinta | 17/09/2024

¿Es posible que un ajuste del Estado sea bienvenido por los electores bolivianos?

Javier Medrano
Javier Medrano

El presidente de Argentina, Javier Milei, llegó al poder con un solo slogan: Muerte a la casta. Y se refería a todos los kirchneristas, sindicalistas, dirigentes sociales y a una larguísima lista de funcionarios públicos de un sinnúmero de ministerios deficitarios que le generaban al estado argentino un severo déficit fiscal.

Los electores alucinaron con un Milei desaforado que en los actos públicos se mostraba con una sierra eléctrica, prometiendo el recorte a los miles de enchufados que sólo por ser del partido de Cristina Kirchner, gozaban de sueldos y dietas públicas a manos llenas.

Ese ajuste desnudó, por ejemplo, que un reconocido dirigente social, Juan Grabois –quien incluso vino varias veces a Bolivia para liderar actos de agitación social apoyando a Evo Morales–, ahora debe enfrentar una dura denuncia por parte del Ministerio de Capital Humano que puso en evidencia lo que terminó por llamarse los “comedores fantasmas”. Unos 1.600 comedores y merenderos que recibían fondos a manos llenas por parte del Estado peronista para su supuesto funcionamiento. Jamás ofrecieron un día de servicio. Nunca entregaron ni un pedazo de pan a las villas y barrios pobres de Argentina. A cambio, dichos dirigentes se embolsillaron millones de pesos argentinos.

Lo mismo pasó con el llamado Ministerio de la Mujer que ni siquiera le dio ayuda y protección a la propia primera dama de la Nación Argentina, que fue golpeada en reiteradas ocasiones por el expresidente, Alberto Fernández y que hoy debe enfrentar varias causas judiciales por abuso y violencia de género. Fue una cartera que sólo promovía activismo político y discriminación de género.

Ni qué decir del dirigente Eduardo Belliboni, considerado una figura emblemática de la izquierda argentina y líder de Polo Obrero que actualmente enfrenta denuncias judiciales por el mal manejo de más de medio millón de dólares que el gobierno Kirchnerista le entregó, supuestamente, para obras sociales que jamás se hicieron realidad. Todo fue a parar a los bolsillos de los dirigentes. Y es sólo la punta del iceberg.

La lista es interminable de usos y abusos de recursos públicos y de empresas estatales que sólo son generadoras de funcionarios parásitos que juran lealtad a un partido político en desmedro de la eficiencia y la competitividad y que sólo lacera a los ciudadanos de a pie. Es el caso de Aerolíneas Argentinas cuyo sindicato se negó a aceptar una rebaja de sueldos millonarios, dejando varados, en un día, a más de 30.000 pasajeros en el aeroparque de Buenos Aires, al detener sus operaciones por completo.

Todas estas medidas –que fueron parte de la promesa electoral del derechista y liberal Milei–, fueron bien vistas y hasta aprobadas por los argentinos que le dieron su voto de confianza, gracias al cual llegó al poder. Esta realidad refleja que los argentinos están hasta el copete de una maquinaria estatal holgazana, deficitaria y, absolutamente, corrupta.

Entonces valdría la pena preguntarse si los bolivianos estaríamos de acuerdo con una drástica reducción del enorme aparato estatal que montó el MAS para cubrir sus demandas partidarias en un claro menoscabo de las arcas públicas y de la eficiencia administrativa. Sin mencionar, los recurrentes y millonarios robos por parte de dirigentes campesinos, interculturales y una dirigencia masista parasítica que vive a costa del reducidísimo porcentaje de bolivianos legales y formales que pagan sus impuestos para el beneficio de esta lacra dirigencial. Porque el informal, el gremialista, comerciante, narco cocalero y transportista no aporta ni con un centavo al fisco. Les importa un bledo. Sólo protestan cuando sus intereses sectarios son afectados. Jamás cuando se trata de los intereses de todos los bolivianos.

¿Pero es este un tema fundamental para una promesa electoral en Bolivia? ¿Moverá el voto ciudadano? ¿Existirá una toma de conciencia sobre la necesidad de aplastar a este elefante blanco que le quita futuro y bienestar a millones de bolivianos?

Sólo pregúntese por qué los municipios, gobernaciones y las universidades públicas están en quiebra. Destinan hasta el 80% de sus ingresos a sueldos. Son verdaderas maquinarias de empleo. Si usted visita sus instalaciones, se están cayendo a pedazos. En las universidades, por ejemplo, no hay investigación académica o un concurso de méritos. No existe competitividad. Por eso no figuramos ni siquiera entre las 2.000 universidades a nivel mundial. No existimos como academia. Y eso repercute directamente en la mala calidad en la formación de profesionales en el mercado. Ya ni siquiera es triste. Es sencillamente patético.

En todo caso, lo que debemos tener en cuenta es que, este tema de falta de eficiencia y transparencia pública sólo es interesante para el elector como una lucha frontal contra la corrupción en todos los niveles de la cosa pública. Que es el principal tema de preocupación para el boliviano. Pero no es el asunto decisivo.

Sólo los tarifazos, el ajuste de precios y la devaluación son factores críticos para el desplome de un Gobierno.  Estos tres factores son extremadamente tóxicos para una presidencia. ¿O ya se olvidaron del ajuste que quiso hacer García Linera –cuando fungía como presidente interino, para evitar que fuese el propio Evo Morales el que dé la cara– como regalo de Navidad en 2011? 

Fue un hecho sin precedentes en la historia reciente de América Latina: el primer levantamiento popular contra un Gobierno de izquierda, provocado por el aumento del precio de los combustibles. Hasta quemaron la imagen de Morales en El Alto. Esa es la bestia negra a la que este Gobierno le huye y es a la que deberá enfrentar el gobierno no masista que llegue al Gobierno en las elecciones de 2025.

Por eso, Arce Catacora, en un arranque de cobardía política, quiere justificar lo injustificable en un referéndum jalado de los pelos. El firmó las leyes y decretos de subvención de precios de carburantes y el financiamiento de empresas estatales monstruosas, en desmedro del equilibrio fiscal, cuando era ministro de economía. Su desfachatez no tiene parangón. Menos su ineptitud. Jamás fue líder de algo. Ni siquiera de su equipo básquet de colegio. Siempre fue un administrativo de escritorio. Un burócrata. Un tipo de poca estofa.

Así que la reducción del Estado es sólo una parte del ajuste, pero no el más difícil. El que realmente vale y al que nadie quiere enfrentar: el tarifazo. Y para tomar ese camino tienes que ser un político corajudo y díscolo como Javier Milei. Que no lo hay, por supuesto. Así que, en pocas palabras, el próximo gobierno seguirá siendo cómplice o víctima de este callejón sin salida.




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