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12/04/2020
Tinku Verbal

Entre la vida y la libertad

Andrés Gómez V.
Andrés Gómez V.

Si en estos días de COVID-19 te preguntaran: ¿prefieres perder tu vida o ceder un poco de tu libertad? No creo que hagas una larga deliberación contigo mismo para responder. Sin embargo, vale la pena poner en una balanza la vida y la libertad para analizar las causas y consecuencias de la colisión de ambos derechos.

Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano, escribió hace días en El País de España que cuando acabe la emergencia sanitaria mundial “China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo” y hasta es posible que exporte su sistema político, que confina la libertad política e incluso la libertad metafísica, a occidente porque fue eficiente en la defensa de la vida de sus habitantes frente al COVID-19.

Esta proyección pronostica el triunfo de los sistemas políticos totalitarios, dictatoriales o autócratas y el arriamiento de las banderas de la libertad de los ciudadanos, lo que significaría la derrota de la democracia. Para lo peor, sería una derrota consentida.

Empero, es improbable que se cristalice el vaticinio del filósofo surcoreano por una razón esencial: la libertad es el alma de la cultura política de los ciudadanos que nacieron en países que abrazaron la democracia como forma de convivencia, ya sea hace más de dos siglos o recientemente. 

Esa cultura política se la vive, no es pura teoría. Los ciudadanos chinos no reaccionan ante la vigilancia policial invasora de su Estado porque: 1) no conocen el valor de la libertad y 2) prefieren preservar la vida a defender algo que no saben para qué sirve.

En América Latina, la situación es algo diferente. Si bien gran parte de los gobiernos dictaron cuarentenas, estados de sitio y ordenaron a las Fuerzas Armadas tomar el control de las vías públicas, que en condiciones normales serían resistidos, no significa que los ciudadanos hayan resignado su libertad.

Prueba de ello, hay voces aisladas que critican estas medidas, aunque, por ahora, sin eco social. De hecho, seguirán solitarias mientras los ciudadanos libres sepan que su vida está en riesgo no tanto por un exceso del Estado, el gobierno o el sistema económico, sino por un fenómeno no político.

En consecuencia, estos ciudadanos prefieren ceder parte de su libertad por unos días y mantenerse con vida. Dicho de otro modo, el miedo a la muerte, acrecentado por la “mediápolis”, los persuadió a tal punto de hacerlos percibir al Estado como al protector de su derecho a la vida a cambio de un poco de su libertad.

Giovanni Sartori distingue entre: 1) libertad interior y libertad para querer, por un lado; y 2) libertad exterior y libertad para hacer, por el otro.

En el caso que nos ocupa, la libertad interior individual es cohibida por el miedo a la muerte y la libertad exterior social, por el temor de poner en peligro la vida de sus semejantes.

Para ser más riguroso, recurro a John Locke que entendió dos tipos de libertad: a) la metafísica como autodeterminación; y b) la empírica “como no estar sometido a la voluble, incierta, desconocida, arbitraria voluntad de otro hombre”.

Por estos días de cuarentena, un ciudadano no es libre de ejercer su libertad, no por la arbitraria voluntad de otro hombre, sino por la fuerza de su consciencia (ética). Y, por supuesto, por fuerza de la ley porque donde no hay ley, no hay libertad, diría Locke. 

Estoy planteando la norma en los términos de Rousseau que puso la ley por encima del ser humano porque “ninguno de vosotros tiene tan pocas luces como para no saber que allí donde disminuyen el vigor de las leyes y la autoridad de sus defensores, no puede haber ni seguridad ni libertad para nadie”.

Exacto, las leyes protegen la libertad de una persona no solo frente al Estado, sino ante la tiranía de la sociedad y de otro ser humano (no siempre gobernante).

En los días de coronavirus, la libertad “de” y la libertad “para” se limita porque tiene un bien superior que proteger: la vida, lo que quiere decir que la libertad no puede ser ejercida para matar o poner en riesgo la vida de otros.

Pasada la emergencia sanitaria, imposible que los ciudadanos regalen su libertad a un régimen totalitario o aun autócrata. El sistema chino no se impondrá en los países de occidente que abrazaron la democracia porque sus ciudadanos viven a diario su independencia, intimidad, poder, oportunidad y capacidad. 

Entonces, ¿prefieres perder tu vida o un poco de tu libertad?

Andrés Gómez Vela es periodista.



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