“Tienes que aprender a pensar como ellos”
me aconsejó alguien de mi confianza, muy perspicaz. “Aprender a pensar como
ellos”. Es un desafío mayor pues se aprende a pensar y se piensa “desde la
cuna” y empatizar con los otros en ese plano es en extremo difícil aunque
indispensable para comprender y enfrentar con alguna expectativa de éxito la
situación en la que Bolivia se encuentra desde hace casi 18 años; así que me
esforcé en el intento y algo he logrado avanzar prestando atención a los
detalles antes desapercibidos, eludiendo el engaño y la manipulación tras haber
aprendido a no creer nada de lo que dicen. Bajo esa premisa veamos la coyuntura
política.
Las señales de ruptura entre dos sectores masistas menudean, presentándose dos –los evistas y los arcistas– aunque hay quienes hablan de otro, más esotérico y por lo mismo disuelto en los aires como humo de plantas que se queman. No sólo los voceros medios y bajos de uno y otro supuesto bando acaparan la atención pública con pintorescas e incoherentes declaraciones, amenazas de variada intensidad y acusaciones de todo calibre. Incluso ya hablan abiertamente de arcistas y evistas algunos ministros, como el de (in)justicia en una de sus últimas entrevistas en el Café de la Mañana de radio Fides, donde se refirió sin ambages a esa fractura del “instrumento”.
Sin embargo, no les creo, y las evidencias de lo contrario están disponibles y pueden ser recolectadas a condición de hacer de la duda un criterio firme en nuestra estrategia probatoria. Una de tales evidencias es que hasta ahora ni el fugado ni su entorno de mayor confianza están siendo investigados o perseguidos por la comisión de hechos delictivos, pese a los suficientes indicios de su responsabilidad. Otra, los nombramientos de algunos fieles esbirros del Jefazo en altos cargos del gobierno actual. El más reciente, el de la impresentable canciller.
Las decisiones de comisarios políticos desde juzgados y tribunales, incluido el electoral, en apariencia contrarios a los intereses de uno u otro bando, roban la atención de la opinión pública y alegran a los distraídos e ingenuos, quedando en nada, sin afectar a nadie. Pasan a formar parte de escenas del culebrón de última categoría, tomadas como auténticas por las “bases” y algunos “jefecitos” convertidos en los extras y actores de reparto actuando azuzados por sus jefes y jefazos, verdaderos directores de montaje de una zaga de ficción.
¿No podría terminar el régimen arcista sobre la base de la mentira del golpe? ¿No es acaso un arma mortal de los evistas? Por supuesto que la es, dado que todos los actos del gobierno de la señora Jeanine Añez, presa por golpista según ellos, tienen origen en la usurpación de funciones y, por tanto, están viciados de nulidad. Uno de esos actos es la convocatoria a las elecciones de 2020 en las que ganó Arce. ¿Por qué están unidos en el atropello de los derechos de tantos presos políticos con esa mentira como pretexto y los evistas no la alegan para precipitar la terminación del gobierno actual?
Se dice que entre el fugado y su exministro estrella hay pugna por la sigla y la candidatura. Sí, pero no. Quien ocupa hoy la silla fue ungido como candidato por su Jefazo, haciendo a un lado al sumo sacerdote del altiplano paceño. ¿Por qué fue elegido? ¿Por sus cualidades o por sus defectos? ¿Para promoverlo o quitarlo del paso? Arce no es carismático, carece de perfil de caudillo y no tiene experiencia política. Tampoco es un intelectual destacado. Ni siquiera sabe con qué país se enfrentó Bolivia en la guerra del Chaco y sus declaraciones al referirse a la subvención del precio de los hidrocarburos le hacen merecedor de un premio a la imbecilidad.
Fue elegido por su inocuidad política, para cargar solo la culpa por el desastre económico que ya está facturando, el cual sabemos es resultado de la incompetencia, la improvisación, el despilfarro y la corrupción a gran escala desde 2006. A él le toca tomar medidas impopulares como la eliminación de la subvención a los hidrocarburos y reprimir la protesta social sucesiva. En buen castellano, Arce es el chivo expiatorio que lavará la imagen del fugado para facilitar su vuelta al poder como salvador. Él es el malo y el otro, el bueno. Estrategia malévola, con olor a mar Caribe. Cuenta a su favor con la ausencia de oposición democrática y de opción unitaria. Cuenta con la sumisión leal del pagote sentado hoy en la preciosa silla mientras viva.
Por tanto, el éxito del fugado está sujeto, y ahí radica su talón de Aquiles, a la posibilidad del fracaso de Arce, pues el hastío por el “socialismo del siglo XXI”, la conciencia de que sus representantes son todos iguales en incompetencia, abuso y corrupción, y los vientos refrescantes que soplan desde la política en algunos países vecinos se sienten también aquí. Además, cuando el poder se apodera de los enemigos de la libertad, es para siempre. Uno de ellos es el fugado y otro, su exministro. La última palabra no está dicha.