La jerarquía actual del Movimiento al Socialismo (MAS) aspira a convertirse en una zigzagueante máquina de falsificación del pasado reciente. Los historiadores tendrán que vérselas con ello muy pronto. Su labor consistirá, ojalá, en desmontar una a una las fábulas que el actual gobierno está tratando de instalar en la mente de propios y extraños.
En el programa mexicano de televisión “Diálogos por la Democracia”, dirigido por el académico John Ackerman, el presidente de Bolivia se entregó a la cómoda tarea, dado el encandilamiento de su interlocutor, de ir destripando cada retazo del devenir reciente del país hasta producir un percudido montaje informativo. Vayamos al recuento de la asimétrica conversación. Ackerman lo recibe con un afecto impropio de un interrogador. “Aquí estamos también para celebrar la victoria de usted”, exclama, “usted representa el milagro económico”, apapacha, “fascinante diálogo”, se contempla.
“¿Llegaron un día a sacarlos de la oficina?”, quiere saber el buen John, imaginando soldados con casco y bayoneta ingresando en tropel a cada ministerio aquel 10 de noviembre de 2019. La estampa corresponde más a Birmania de febrero pasado que a la Bolivia del desaliñado general Kalimán. Arce no tiene más opción que defraudar a su incondicional cuando recuerda: “Yo de joven había resistido el golpe en Bolivia del año 79 y luego el año 80 de García Meza, también lo había resistido como joven universitario y socialista en esas veces. Por lo tanto sabía lo que era un golpe”. Con ello aprendemos que Arce fue un universitario precoz. En noviembre de 1979 Natusch lo sorprendió con 16 años cumplidos y el siguiente golpe se dio antes de que el chico cumpliera 17.
De modo que no. Ni Natusch ni García Meza operaron como Añez. Ella condujo, dice Arce, “un golpe diferente al que teníamos en mente”. Ackerman luce interesado en las diferencias al decir: “¿Tiene usted la impresión de que fueron varios meses, incluso años que estaban preparándose para sacarlos?”. “No creo que años, pero sí meses de planeamiento”, asegura el entrevistado. Y entonces subraya el contraste: “Esta vez se usó algunos argumentos supuestamente en defensa de la democracia. Se empezaron a utilizar inclusive elementos religiosos, pero también movilizaciones de jóvenes, que eran sacados a la calle para protestar contra una supuesta dictadura”. ¿Sacados a la calle?, ¿quién los sacó?, ¿por qué se dejaron sacar? El relato empieza a sonar extravagante.
Arce, que ya ha advertido que no es todólogo, habla de un juego psicológico. Los supuestos golpistas habrían embaucado a la juventud, pero también aterrorizado a las autoridades. “Hubo una labor psicológica, de amedrentamiento, antes, mucho antes”, previene. Tras las elecciones, recuerda, vino la estocada del señor Almagro. Arce toca ahí la frontera de lo insólito: “el papel de la OEA fue nefasto ahí, con un informe que no había sido acordado con el gobierno”, y prosigue: “eso es un detonante para que titulares ya preparados de varios medios manifiesten que hubo fraude. Y ese era un llamado a la sublevación contra el supuesto fraude que nunca se pudo demostrar”. “El golpe fue muy bien planeado, había un manual que tenían que seguir ellos”, reafirma.
¿Por qué abandonaron el poder? Arce asegura que lo hicieron ante la insoportable presión ejercida sobre sus casas, familiares e integridades físicas. En sus palabras: “Todos temíamos por nuestra vida. Yo mismo he sido víctima de toda esa parte (…) Esas son las renuncias forzadas, de esa manera lograban que muchas autoridades del MAS tuvieran que renunciar ante la presión de esos golpistas”.
Ackerman necesita aún escuchar la palabra “imperialismo yanqui”. Entonces pregunta: “Algunos teóricos dicen que el golpe de Estado no tuvo tanto que ver con racismo o con autoritarismo, sino que al final de cuentas era una jugada geopolítica por el litio, que era un castigo porque ustedes se atrevieron a hacer contratos con los chinos” (sic). Acá el repliegue de Arce es total. Se ve obligado a aclarar que ya había un contrato “muy avanzado” con los alemanes y que lo de los chinos es “en otro salar”. “Sin duda el litio es uno de los principales elementos”, concede, pero al final debe asentar una verdad menos confortable para los oídos de la izquierda mexicana, que creyó y cree que Evo es el Allende del siglo XXI: el “golpe” fue un acto político, no geopolítico. La entrega de la batería artesanal de litio hecha en Uyuni se pospone para otro día. El anfitrión no está listo para recibir evidencias de nada.
Rafael Archondo es periodista.