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27/07/2021
Con los pies en la tierra

El falso e inútil debate sobre crecimiento

Enrique Velazco R.
Enrique Velazco R.

Brújula Digital|27|07|21|

Los voceros del oficialismo y varios economistas han iniciado un “debate de titulares” sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para 2021 (si superará el 4.5% y si habrá doble aguinaldo), y sobre la causa de ese crecimiento (reactivación de la economía, o un efecto rebote).

El desempeño social de la economía en una perspectiva estrictamente ciudadana –sin cegueras político-ideológicas ni teóricas- pone en evidencia que ese debate es falso e inútil, primero, porque erróneamente supone que todo crecimiento es bueno; y, segundo, porque al asumir al crecimiento como meta, ignora los efectos del crecimiento en la sociedad.

Comparando los períodos 1990-2005 (P1), y 2006-2019 (P2), la tasa promedio de crecimiento del PIB en P1 fue de 3,83%, y en P2 llegó a 4,67%, un aumento de 0,83 puntos porcentuales; notamos que el mayor crecimiento en Bolivia, no es un caso especial, dado que desde principio del siglo las economías, en general, crecieron.

Pero, ¿qué creció? En Bolivia, distinguimos tres “sub-economías”: la economía extractivista (minería e hidrocarburos); la no productiva (FAPI: servicios financieros, administración pública, y los impuestos); y la economía real, que es la generadora de valor y empleo, e incluye al resto de sectores que producen-comercian bienes y servicios. La extractivista es una economía “fuera de control” porque depende de factores externos (precios y demanda); la no productiva no agrega valor, se nutre extrayendo “rentas” (impuestos e intereses) de la economía real.

Segmentado el PIB en aportes de estas sub-economías, entre P1 y P2 el sector real mantuvo una tasa de crecimiento del 3,3%; el crecimiento del extractivo subió de 4.2% al 5.5% jalado por altos precios internacionales; pero el sector rentista FAPI, no productivo, pasó de 3.8% a 6,4%. En términos absolutos, la participación porcentual de la economía no productiva en el PIBpb, aumentó del 40% al 55% mientras que, la de la economía real, se redujo del 52% al 30%. Implica que, el mayor crecimiento del PIB, no refleja una mayor producción real, sino aumento “contable” por rentas que el sector financiero y el fisco –que paga a la administración pública, extraen a la economía real.

¿Con qué efectos? En síntesis, en P2 crecieron sectores que, no sólo no aportan a crear valor agregado y empleo, sino que obstaculizan el desempeño de la economía real, concentran el ingreso, y acentúan la desigualdad.

En la distribución del ingreso, el excedente empresarial se mantuvo en un 50% del PIB en P1 y P2; la tajada de la remuneración al trabajo, además de ser ya muy baja (en las economías del norte europeo supera el 50% del PIB), se redujo: en P1 era, en promedio, el 34% del PIB, pero, en P2, solo el 26%; la reducción en las remuneraciones, benefició a los impuestos, que suben del 14% al 24% del PIB. Pero, como los impuestos se trasladan a los precios, se encarece la producción nacional y se reduce, aún más, el poder adquisitivo del salario.

Como consecuencia, entre P1 y P2, el consumo de los hogares bajó del 71% al 65% del PIB. Las importaciones legales subieron del 31% del consumo total, al 44.5%; en relación al consumo familiar, las importaciones pasan del 37% al 55%. Si, finalmente, se considera el creciente contrabando, se concluye que el “crecimiento”, está destruyendo la capacidad de crear valor y empleo digno.

Dadas las tendencias identificadas, la evaluación del economista marxista de la UNAM, José C. Valenzuela Feijóo, a los gobiernos “progresistas” en Latinoamérica, es pertinente. Cito:

“Al final de cuentas, lo que tenemos es una gran limosna estatal, en la que se gastan enormes fondos sin que resuelvan nada importante. No hay que ser muy avispado para percatarse que esas políticas, a la larga, no se pueden mantener y sólo buscan ocultar los males que genera una estructura económica que, por lo visto, no se quiere modificar. La pregunta obvia es: ¿no sería más racional generar ocupaciones productivas bien remuneradas, y aplicar una política de salarios reales crecientes, que le permitan, a la población trabajadora, autonomía para pagar los costos reales de los bienes y servicios que requiere?”

Nuestra respuesta, afirmativa, es la “economía para la gente” que proponemos a gobernantes, empresas y trabajadores. Que las cosas sigan empeorando, ya es responsabilidad ajena.

 Investigador interesado en desarrollo productivo*



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