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Raíces y antenas | 18/05/2025

El dólar a Bs 20. ¡Hay que actuar! ¿Cuándo? ¡Ahora Carajo!

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

Dicen que las crisis económicas llegan como ladrones en la noche. Pero en Bolivia, la crisis no llegó en silencio: trajo parlantes, luces de neón y un megáfono con la voz del dólar gritando: “¡Hola, estoy a 17 bolivianos y subiendo!”.

Lo peor es que no es una travesura del mercado ni un castigo de la geopolítica. Es el resultado de una larga luna de miel con la irresponsabilidad, el despilfarro y la terca convicción de que la economía es una rama de la poesía revolucionaria.

Pero aún queda una posibilidad. No de salvar el semestre, ya se aplazaron, sino de evitar que la economía boliviana sea trasladada a terapia intensiva sin siquiera tener pulso. Para eso se necesitan medidas de emergencia quirúrgica.

Aquí van, entonces, algunas medidas que se podrían aplicar si existiera la más mínima intención de no pasar a la historia como el peor gobierno económico desde la invención del trueque.

1. Dejar de financiar al Estado con la impresora del Banco Central. El Banco Central, en vez de cuidar la moneda, ha estado actuando como tío fiestero: saca plata de donde no hay y la reparte en tragos, discursos y subsidios sin control. Urge prohibirle, con candado, seguir financiando al Tesoro General del Estado. Ni un boliviano más. Que haga lo que debería hacer: controlar la inflación, cuidar las reservas y no fungir de cajero automático del poder.

En otras palabras: cerrar la canilla del dinero fácil. Se necesita una pausa. Si no es estratégico, no se presta. Si no produce dólares, no se presta. Si es para inflar la planilla estatal o comprar camionetas, menos todavía.

2. Subir las tasas de interés. ¡Sí, subirlas! Aunque suene impopular. Porque si la moneda nacional se sigue depreciando, el boliviano terminará sirviendo solo para hacer figuritas de origami. La idea es sencilla: si el boliviano paga más intereses que el colchón o la caja fuerte, la gente preferirá guardarlo en el banco y no salir corriendo a comprar dólares. Es economía básica con traje de emergencia.

3. Crear un fondo de dólares para importar lo esencial. Mientras el dólar se pasea por las nubes, el país importa combustible como quien compra pan: sin control, sin trazabilidad y con subsidios que alimentan más al contrabando que a la economía real. Se necesita un fondo exclusivo y transparente para importar solo lo indispensable: diésel, gasolina y medicamentos. Lo demás, que espere.

4. Cortar todos los gastos del Estado (empezando por la propaganda). No es posible que el país esté prendido fuego y el gobierno gaste millones en decirnos, con jingles animados, que todo está bien. Basta de spots, vallas, consultorías decorativas y viajes oficiales a ninguna parte. Si la casa se incendia, no se pinta la fachada, se apaga el fuego.

5. Congelar el incremento de los salarios del sector público. Esto no es un ajuste: es sentido común. Si el país no tiene dólares, no tiene reservas, no tiene exportaciones… no puede darse el lujo de aumentar sueldos. Congelar el incremento de los salarios no es castigo, es un gesto de coherencia. Y si alguien se queja, que mire al dólar y le pida explicaciones.

6. Aprobación rápida de créditos en la Asamblea con vigilancia ciudadana. Sí, se necesitan créditos. Pero no para pagar campaña ni para cubrir agujeros sin fondo. Hay que aprobarlos con condiciones: cada dólar prestado debe tener apellido, destino y trazabilidad pública. Para eso se puede crear un comité de control mixto: Asamblea, universidades, sociedad civil, y por qué no, una madre de familia que controle mejor que la Contraloría.

7. Liberar las exportaciones de inmediato. ¿Queremos dólares? Exportemos. Punto. Nada de cupos, permisos ni trabas kafkianas. El que produce y puede vender al mundo, que lo haga. Con una condición: que al menos parte de esos dólares entren al sistema financiero y no a una cueva en el Chapare, los Yungas o San Ramon.

8. Subastas de diésel y gasolina diferenciada. Hoy el diésel subsidiado va menos al tractor y más al camión fantasma que cruza la frontera. ¿La solución? Subastas públicas, digitales, transparentes. Que gane el que más lo necesite, con trazabilidad y geolocalización satelital. Y si hay desvío, cárcel, no disculpas. Con carácter de emergencia distribuir la gasolina a través de estaciones diferentes. Uno para el sector público que siga vendiendo a precios subsidiados y con cuotas y otras que vendan la gasolina a precios de mercado internacional. También hay que establece la libre importación de combustibles, pero en serio, si yo quiero irme con mi barrilito a Puno, a comprarme gasolina, nadie debe mirarme ni en la entrada ni la salida

9. Nombrar un vocero económico creíble (y con cara de verdad). La economía boliviana no necesita más slogans. Necesita un rostro técnico, serio, confiable. Un “zar económico de transición” que hable con cifras, no con adjetivos, y que explique a la gente qué está pasando sin usar la palabra “saboteo”.

Todo esto no requiere genialidad, solo un poco de decencia y otro tanto de pánico bien orientado. ¿Estamos tarde? Sí. ¿Estamos al borde del colapso? También. Pero incluso los peores gobiernos tienen una última oportunidad de redención: el pie de página. “Lo hicieron mal, pero al final, evitaron que todo explote.”

Casos internacionales hay. Jamil Mahuad en Ecuador hizo estallar el sistema financiero… pero dolarizó la economía y evitó la hiperinflación. Lo sacaron a empellones, sí, pero al menos dejó el país con algo de estabilidad. De la Rúa en Argentina no fue un héroe, pero tampoco disfrazó la crisis. Y eso, en política, ya es una muestra de decencia.

Sí, sé que pedirle a un gobierno en caída libre desde el décimo piso, sin paracaídas, sin credibilidad y con el manual de economía usado como abanico, roza lo ingenuo. Pero peor será para todos, y especialmente para el que venga después, tener que revivir un cadáver económico, en vez de atender a un paciente en coma con chances de recuperación. Tal vez estas ideas, como tantas otras, se pierdan en el aire espeso de la negación oficial, pero al menos yo podré dormir tranquilo, con la conciencia lavada y planchada: lo dije, lo propuse, lo advertí. Mientras otros se aferraban al poder, yo me aferré al sentido común. Todas las medidas sugeridas son paliativos de corto plazo y están destinadas crear un mínimo de estabilidad. Los cambios profundos que requiere la economía boliviana deberían ser implementadas por un nuevo gobierno, si es que llegamos agosto.



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