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13/04/2020

El blanqueamiento del MAS, según Hugo Moldiz

Hugo Moldiz ha hecho la autocrítica masista más sincera que se puede encontrar hasta la fecha. Tuvo que venir del más marxista de los seguidores de Evo, del ala más radical del MAS. Para ser comunista hay que ser autocrítico. Y Moldiz es ambos.

En el libro Golpe de Estado, La soledad de Evo, publicado hace poco, el exministro de Gobierno –hoy asilado en la embajada mexicana– hace un largo repaso de la injerencia de EEUU en Bolivia y concluye señalando que la movilización de octubre y noviembre de 2019 fue nada menos que otro capítulo de la acción del Tío Sam en estas tierras. Las pititas, las biblias, los policías y militares son, entonces, solo la proyección de la mano negra de la Casa Blanca.

Moldiz argumenta bien y presenta un relato coherente, pero tiene una debilidad que no logra superar en todo el libro: le faltan pruebas. Habla de espías, de agentes de la CIA, de reuniones secretas, de mucho dinero, pero no dice cómo, dónde ni cuándo.

Asegura que los organismos de inteligencia de EEUU operaron a todo nivel en Bolivia durante los 14 años del MAS, incluso montando enormes bases de operación. No lo dice, pero todo ello habría ocurrido bajo las narices de Evo, de García Linera y de Quintana.

Moldiz dice que Bolivia logró tal protagonismo en el mundo, gracias a su exitoso modelo económico y a su inigualable líder, que a EEUU no le quedaba otra que vencer a como dé lugar a esa molestosa revolución plurinacional. Queda la duda ¿Será que Bolivia les quitó el sueño a los yanquis?

Pero el aporte fundamental de su libro está en mostrar con claridad los errores que cometió el MAS en sus 14 años de Gobierno. Ni Evo, ni Linera se atrevieron a tanto. Hugo Moldiz en el libro ha hecho más contribuciones al debate que todas las exautoridades del MAS juntas.

Osa el exministro incluso apuntar el primer gran error del Proceso de Cambio, y, sobretodo, señala al responsable de ese desvío. En 2009 Álvaro García, el vicepresidente k’ara del presidente indio, no se sabe cómo, logra imponer en el debate interno su tesis del “capitalismo andino amazónico” como horizonte del partido de los movimientos sociales, limitando seriamente la posibilidad de superar el capitalismo, que era la otra tesis. ¿El grupo de Linera su impuso al de Moldiz?

El hoy asilado en la Embajada de México divide en tres periodos lo que llama la “Revolución Boliviana”: el “heroico”, que es el momento constitutivo del bloque popular indígena (2000-2009); el de “ralentización”, cuando se cometen los errores de ruptura con el “sujeto histórico” de la revolución (2010-2016); y el periodo de “ocaso”, cuando se concreta la caída del MAS y de Evo Morales, lapso que Moldiz sitúa entre 2016 y 2019.

El “tiempo heroico” es para Moldiz la ola imparable y lúcida de las movilizaciones populares que logran no solo instalarse en el poder, sino que lo transforman. El sujeto de la revolución –el campesino, indígena y obrero– no solo es clase dirigente sino que es clase dominante. En las calles y en el Estado, el MAS lo abarca todo.

En el periodo de “ralentización”, dice Moldiz, los excelentes resultados económicos provocan la desviación economicista en todos los niveles de gobierno y los dirigentes. La aspiración de superar el capitalismo se debilita.

El sujeto histórico popular indígena va perdiendo su condición de protagonista para dar paso a que el Estado, a través de sus funcionarios, sea el nuevo centro dirigente del proceso de la revolución. El sujeto histórico se ha aburguesado, ha asumido una subjetividad aristocrática y excluyente. Se fetichiza el poder, se delega el Estado a profesionales y técnicos y los mandatarios se dedican a satisfacer necesidades.

Para Moldiz, el MAS no hizo trabajo político ideológico y no se venció la idea triunfante del capitalismo que sigue en el centro de la sociedad boliviana. No se logró hegemonía cultural.

El escritor describe tres momentos de ruptura entre el Estado y la base histórica del proceso: el enfrentamiento entre campesinos por una planta procesadora de frutas en la Paz, en 2010; la marcha del Tipnis en 2011 y el fracasado intento de nivelar los hidrocarburos en 2011, conocido como “gasolinazo”.

Recalca Moldiz que cada cosa que sucede en Bolivia tiene a EEUU como principal instigador y financiador.

Hay en su libro dos acusaciones que creo que son para tirarse de los pelos: la primera, que el caso del narcogeneral René Sanabria fue montado por la CIA para desprestigiar a Evo Morales. Pero si mal no recuerdo fue el mismo gobierno del MAS que investigó al exjefe antinarcóticos caído en desgracia. Otra acusación, más disparatada aún, es que el caso Zapata fue dirigido, producido y ejecutado por la Embajada de EEUU a través del exencargado de Negocios Peter Brennan. ¿Cómo habrá convencido el yanqui a una joven Gabriela para acostarse con Morales? Moldiz no explica.

Pero volviendo a lo serio, Moldiz dice que una pequeña burguesía tomó el control del Estado y su gestión dejando de lado cualquier avance a sociedades postcapitalistas. La dirigencia del MAS se “clasemedianizó”, tanto la del partido como de las organizaciones sociales. Moldiz va directo a la yugular y asegura que el MAS se volvió un partido pequeñoburgués, que el partido de los movimientos sociales sufrió un proceso de “blanqueamiento”.

Moldiz admite que los funcionarios eran los protagonistas de las movilizaciones y que desplazaron a los movimientos sociales. El MAS dejó la izquierda y pasó a ser de centro. Moldiz apunta claro y fijo a los tibios del MAS.

Admite también en que el intento de reelección de Evo Morales por encima del 21F fue un error. Apunta a que confiar en la OEA fue una ingenuidad y que los colaboradores de Evo fueron muy infantiles. Dispara directamente contra el excanciller Diego Pary y todos los colaboradores del área de política internacional del MAS. Critica que la política de alejamiento estratégico con Venezuela y Cuba no sirvió de nada.

Además, dice, el Gobierno sobreestimó el liderazgo de Evo en el plano internacional.

Sobre el exjefe de las FFAA, Williams Kaliman, se limita a decir que fue un error confiar en su lealtad. Otro dato que ya han repetido otras exautoridades, pero que se confirma con Moldiz, es que la decisión de que Adriana Salvatierra renuncie a la presidencia del Senado –y por tanto a la sucesión–, fue de Evo y Álvaro y que esta determinación se convirtió en uno de los errores más perjudiciales.

El balance de Moldiz cierra con una muestra de hasta dónde podría haber llegado el ala radical del MAS para mantenerse en el poder. El exministro dice que la Policía falló en su táctica de contención y debió dispersar las protestas urbanas. Asegura que fue un error no sacar a las FFAA a las calles y no tomar el control del Alto Mando militar y, por último, dice que se falló al no convocar a las bases más duras del MAS para defender el proceso y se confió demasiado en el aparato estatal.

En resumen, no había masas ni armas para defender a Evo, que quedó solo.

Para Moldiz, Evo subestimó el escenario. El expresidente debió convocar a los partidos antes de que aumentara el tono de las protestas, debió hablar con cívicos y Conade y, además, tardó en anular las elecciones. Las decisiones llegaron cuando el tiempo político se había agotado.

Moldiz hace la autocrítica, pero no se aleja del MAS en ningún momento. Asegura, desde su asilo en la Rinconada paceña, que la dupla Arce-Choquehuanca se encamina a la victoria.

Hay, seguramente, muchas cosas que no sabemos del conflicto de octubre y noviembre de 2019. Pero Moldiz nos ha dado el primer gran pantallazo desde adentro. 



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