El año pasado, el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) cumplió 60 años de vida. Con solo 11 años menos que su madre,
la Organización de Estados Americanos (OEA), el BID suele ser catalogado
formalmente como el brazo financiero del continente. Ambas entidades operan
desde sus centrales en Washington y bien podrían ser vistas como socias del
mismo sistema, cuya tercera pata es la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, asentada en la vecina Costa Rica. Presidentes, cancilleres,
embajadores, gobernadores, jueces y comisionados integran un cuerpo burocrático
extenso, calificado y muchas veces decisivo para orientar el rumbo de los
países que integran este nuestro rincón del mundo, en el que vive el 13 por
ciento de la población de la Tierra.
El nuevo presidente del BID se llama, desde hace unos días, Mauricio Claver Carone. A principios de este año, no usaba barba. Hoy, sí. Sin embargo las diferencias parecen ser solo faciales. En febrero, entrevistado por CNN en español en su condición de asesor de seguridad de la Casa Blanca, el señor dijo lo que sigue: "El Presidente de los Estados Unidos ha dicho que vamos a aplastar y destruir la tiranía de Maduro, él así lo dice y así lo vamos a hacer (...) Aquí solo hay una salida, la salida física de Nicolás Maduro (...) el tiempo se le está acabando".
Usted y yo sabemos que a Maduro tiempo es lo que le ha venido sobrando. Como vocero para América Latina del Consejo Nacional de Seguridad en Washington, Claver Carone se dedicó a cumplir con la amenaza de Trump de imponer un cambio de régimen en Venezuela.
Uno de los pasos pioneros en esa dirección fue precisamente la designación en marzo de 2019 del economista Ricardo Hausmann como representante de Venezuela ante el BID. Solo seis meses después, éste fue reemplazado por el ingeniero Alejandro Plaz. Lo insólito del hecho es que por decisión interna del BID, dicho puesto depende desde hace poco más de un año de la firma del diputado Juan Guaidó, el presidente que medio centenar de países reconoció formalmente cuando se creía que el chavismo se venía abajo inexorablemente. De ese modo, la supuesta recuperación de la democracia venezolana comenzó a orillas del Potomac. Lástima, pero de allí no se ha movido. Venezuela le debe al BID 900 millones de dólares. ¿Quién los terminará de pagar?, ¿la oposición a Maduro?
Guaidó no solo se reserva nombramientos clave dentro del BID. Desde abril del año pasado, Gustavo Tarre funge como embajador suyo en la OEA gracias a 18 votos de los países congregados en el llamado Grupo de Lima. El gobierno paralelo controla además parcelas empresariales junto a una red de embajadas en el mundo. Al interior del país al que dice representar, las cosas tienen un color adverso, sobre todo ahora cuando se avecinan las próximas elecciones legislativas de diciembre, en las que se renovará la Asamblea Nacional, rama legislativa conquistada en 2015 por las fuerzas adversas al proyecto activado por Chávez en 1998.
Claver Carone nació en Miami. Su madre es cubana, su padre, español. Él creció y se educó en Madrid. Es el primer estadounidense a la cabeza del BID. Como ha ocurrido con sus cuatro predecesores en el cargo, fue elegido por el Directorio. Allí se sientan los representantes del dinero. Mientras más billetes aporta un país, más votos posee. El 50% de este cuerpo electoral está en manos de 26 países de América Latina y el Caribe. Es un espacio ultrafragmentado. Las naciones con más peso son Argentina y Brasil con 11,3% cada uno, México con 7,2%, Colombia, Chile y Venezuela con un poco más del 3%, Perú, Uruguay y Bolivia, con un poco más o menos del 1%. Estados Unidos tiene el 30% y Canadá, el 4%. Otros 20 países, europeos y asiáticos, controlan juntos el 16% de las decisiones. Solo para marcar un contraste, en el BID, Japón tiene más poder que Chile solo porque puso más dinero. Así funcionan los bancos.
Pues bien, es muy posible que Claver Carone, el candidato de Donald Trump, haya conseguido los votos de su país, de Canadá y de los delegados extra continentales. Eso hace el 49% del voto. Si a ello agregamos el respaldo declarado de Brasil y Colombia, asunto arreglado. El BID ha dejado, con ello, de ser tan latinoamericano como podría esperarse. La enajenación de la segunda pata del sistema interamericano a favor de los países del norte ha sido consumada.
Por último, quienes acusan al gobierno de Añez de haber dado su voto por Claver Carone, exageran la importancia de Bolivia, que solo tiene el 0,9% de la iniciativa. Si así lo hizo, nadie se dio cuenta.
Rafael Archondo es periodista.