De tanto mentir, está aflorando la verdad. En el intento de enderezar su gran mentira del supuesto “golpe” que mandó a Morales a huir del país, el gobierno del MAS ha “armado” un juicio, acusando a los supuestos conspiradores, y una “investigación” de los hechos.
Pero resulta que parece que los masistas han destapado la botella y el genio se les ha escapado. De las declaraciones del general Jorge Terceros y de su abogado y de otras evidencias se desprende el hecho de que Evo Morales, al no contar con el apoyo militar para defender su fraude, quiso provocar un golpe militar.
Ahora cobra sentido aquella bizarra decisión de Morales de dimitir e instruir la renuncia simultánea de toda la sucesión presidencial a fin de provocar un vacío de poder y abrirle el paso, e incluso invitar mediante su entonces ministro de defensa Javier Zavaleta, al comandante de las FFAA del momento, general Williams Kaliman, a que se haga cargo de la presidencia.
Esa era su coartada perfecta. ¡Pero les falló!
No cabe duda que el Gral. Kaliman era hasta entonces un incondicional de Evo Morales y, aún después de su renuncia, continuó en contacto con él, siguiendo sus órdenes.
La instrucción de Morales era la de mantener las tropas acuarteladas y desatar una ola de violencia principalmente en la ciudad de La Paz.
Al grito de “ahora sí, guerra civil” la turba evista vandalizó El Alto y descendió sobre la sede de Gobierno sembrando el pánico entre la población. Junto a otros grupos afines incendiaron las casas de periodistas y líderes cívicos, quemando más de 66 buses municipales y cometiendo todo tipo de desmanes. Morales estaba así castigando a la población y sometiéndola al terror.
Por varios días, La Paz estuvo abandonada a su suerte contando sólo con una débil protección policial que estaba siendo rebasada por la turba violenta. No se sabe aún qué paso con los dos mil mercenarios que Morales ordenó soltar sobre la ciudad, a su ministro Romero, aunque se podría presumir que se unieron a ese asedio.
Un poco antes, el comandante Kaliman, por iniciativa propia y de forma inconsulta con el Alto Mando militar, le había “sugerido” renunciar en aras de la “pacificación” del país.
Era lo que necesitaban para más tarde argüir la existencia de un “golpe militar” y el surgimiento de un presunto “gobierno de facto”. Incluso después de la renuncia colectiva de Morales y su séquito, Kaliman continuaba recibiendo órdenes de Morales, ya desde el exilio.
Quien sería horas más tarde la presidenta transitoria tuvo que hacer una exhortación pública y hasta amenazante al comandante Kaliman para que permita que la fuerza militar apoye a la Policía a mantener el orden. Algo a lo que Kaliman se había resistido, siguiendo las órdenes de Morales.
Y aquí surge lo inesperado. Los altos mandos militares (y se conoce el nombre en particular de un general de división) se enfrentan a Kaliman y no sólo le cierran el paso a cualquier devaneo presidencial, sino que lo obligan a prestar el apoyo militar a la Policía.
Es así que no sólo no existió el tal “golpe”, sino que los militares salvaron la democracia al no intervenir y así permitir a las fuerzas políticas, incluido el MAS, a encontrar una salida constitucional y legítima, a la crisis.
De ese modo surgieron nuevos héroes: los militares institucionales. Algunos aún anónimos, otros hoy encarcelados o perseguidos y enjuiciados por haber cumplido con su obligación constitucional de reencauzar la democracia.
Al MAS le falló el “golpe” que necesitaba Morales para
ocultar su crimen electoral y su vandalismo mercenario.
Hoy, la verdad está surgiendo por las grietas de su “gran mentira”, la del “golpe”,
que fue evitado nada menos que por ¡los propios militares!
*Fue alcalde de La Paz y ministro de Estado