La pelea interna del Movimiento Al Socialismo MAS revela la catadura moral de los actores en disputa. En la ch’ampa guerra vale todo. Cuchillazos, intrigas, acusaciones de grueso calibre y veneno a raudales. Si así se tratan entre supuestos hermanos del proceso de cambio ahora se entiende mejor la ira ideológica para cortar la cabeza de sus enemigos políticos y de lo que son capaces para destruir a los contrincantes.
Por el lado práctico, la reyerta muestra el fracaso de la política hidrocarburífera. La gestión del gas natural es una joya de la improvisación e impostura en el manejo del sector. Durante varios años nos dijeron que el excedente económico, que venía del sector del gas, era el oxígeno que alimentaba la política social, los subsidios, la política industrial, en suma la revolución.
El presidente Morales gritaba a los cuatro vientos que gracias al dinero que proviene del gas natural Bolivia realizaba un proceso de cambio único en términos económicos y sociales. Asimismo, el ministro Arce en la época, además de jefe del gabinete económico y padre del modelo económico, nos decía que la genial idea de capturar las rentas del sector hidrocarburífero, debido al incremento de los precios internacionales, era admirada por un mundo que tenía la boca abierta, que se maravillaba con los logros del modelo económico. Gracias a esta excepcional idea de capturar las rentas del gas, Bolivia tendría el primer premio Nobel de economía. La Academia Sueca estaba en shock.
En la narrativa épica del proceso de cambio no había la menor duda que la gestión del gas, es decir la obtención del excedente económico, era central en la política económica y la sustentación del modelo económico. Siendo así: ¿por qué, a partir de 2015, bajaron los niveles de inversión en exploración en el sector de hidrocarburos? ¿A qué santo estrangularon, con tanta saña y talento, a la gallina de los huevos de oro, YPFB? ¿Si del gas venía el maná que alimentaba la revolución, porqué se dispararon en el pie? Ahora resulta que, por una parte, el expresidente Evo Morales le reclama al hermano y compañero Lucho, ahora Presidente, por no acelerar la exploración de gas. Y éste, a través de su novel ministro de Economía, le responde que el problema se origina en su gestión por no haber hecho exploración, aunque el ministro Arce era el taita del modelo económico. Los dos en cada esquina del cuadrilátero sueltan lenguas de fuego y cantan: “yo no fui, fue teté, pégale, pégale que él fue”.
Ninguno asume el estrangulamiento de la gallina de los huevos de oro. Ambos se sienten engañados por el ministro de Hidrocarburos de la época, un genio del sector que ahora administra una ferretería y que es el autor del cuento revolucionario más patético de la última década: Bolivia navegaba en un mar de gas natural que habíamos descubierto casi sin explorar.
Presidente, Vicepresidente, ministro de Economía y todas las autoridades del régimen masista de la época aparecen como wawitas de pecho, angelitos de Dios que fueron engañados por este infiltrado de las cavernas del gas, un pitita viajero del tiempo.
Imagino que este anuncio tan importante del “mar de gas”, antes de comunicarlos al país, fue tratado en un gabinete. Ahora bien, para verificar si esto era verdadero no se necesita ser un geólogo sino tener algunas intuiciones básicas, por ejemplo saber que el gas o el petróleo se consigue perforando la tierra y que esto significa hacer pozos. En este contexto, ¿a nadie se le ocurrió preguntar: “cuántos pozos se han perforado y cuánta inversión estamos haciendo?”. Parece que siguiendo la línea prepitagórica del segundo hombre de la nación, todos desconocían algunas reglas aritméticas básicas. Si hubieran preguntado cuántos pozos se exploraron a partir de 2015, la respuesta hubiera sido uno por año y a veces ninguno. Y si con un pozo hubieran encontrado un mar de gas, inmediatamente deberían haber declarado feriado nacional, porque sería primera vez en la historia que alguien con una bala mata un mosquito a cinco kilómetros de distancia.
En el caso del Ministerio de Economía, la cosa era más complicada. Sus responsables sabían cuál era el presupuesto que se le otorgaba al Ministerio de Hidrocarburos y también conocían el nivel de ejecución de esta inversión, que no pasaba de 100 millones de dólares por año, una cifra muy baja. Entonces a los gloriosos y sagaces revolucionarios, a los estrategas de las tácticas envolventes, a los genios de la política, a los candidatos a Nobel de economía, le hicieron “lero, lero” y les contaron el cuento del tío, versión gas.
Pues ahora se andan pasando la factura uno al otro, el país se ha quedado sin gas y el modelo económico agoniza por obra y gracia de los Chuquiago Boys. Y recién se les ocurre buscar el energético cuando están raspando la olla. La crisis ya está entre nosotros. La economía boliviana está en la sala de terapia intensiva y los líderes y militantes del proceso de cambio sólo se les ocurre lanzarse bisturís y darse con bacinicas y chatas, llenas dígase de paso, en plena crisis.