Héctor Arce Zaconeta acaba de ser nombrado como nuevo embajador de Bolivia ante la Organización de Estados Americanos (OEA). Seis meses estuvo el país ausente de ese foro regional; seis meses dejó el canciller Mayta aquella silla vacía. El pasado 5 de diciembre, Evo Morales le había sugerido a Luis Arce que el designado sea su ex vicepresidente García Linera, de modo que le acaban de cancelar su reserva, caballero; aunque, la verdad, el nuevo comensal deja aún mucho más que desear.
Nuestro embajador entrante, el señor Arce Zaconeta, estuvo por última vez en la sede de la OEA el jueves 24 de octubre de 2019. Arribó a Washington siendo el entonces ministro de Justicia y acaparando por enésima oportunidad las tareas de la política exterior. Acudió ante el consejo permanente para defender la pureza de las elecciones realizadas cuatro días atrás. Aquel día cerró su discurso con la siguiente frase: “Nuestro gobierno ha invitado a la OEA a realizar una auditoría del cómputo electoral y aquí el canciller ha ratificado esa invitación a todas las autoridades que están presentes. Nuestra vocación democrática está totalmente abierta a todos los organismos internacionales. Quien nada debe, nada teme”.
Cuando una treintena de auditores de la OEA llegó a Bolivia para descubrir un servidor alterno y oculto, capaz de engordar el cómputo oficial, Héctor Arce salió sigiloso de su departamento para pedir asilo en una embajada. ¿Qué debía?, ¿qué temía?
Tras 360 días de encerrona diplomática, el exasilado recibió en su sala al periodista Junior Arias de Gigavisión. Allí soltó un par de lágrimas, mientras recordaba conmovido el modo en el que el gobierno de Jeanine Añez lo había tratado al negarle un salvoconducto para abandonar el país. Nadie le recordó que cuando él y los suyos gobernaban, entre 2012 y 2013, le dispensaron idéntico trato al ya fallecido senador Roger Pinto, quien a pesar de haber logrado el asilo, quedó cautivo un año y tres meses dentro de la embajada de Brasil en La Paz. A Pinto tampoco le dieron el salvoconducto, lo cual obligó al personal de la legación a desplegar la travesía transfronteriza del asilado.
En la entrevista con Junior Arias, Arce Zaconeta desafió a la excanciller Karen Longaric a debatir ante sus comunes alumnos de la universidad sobre violaciones al derecho de asilo. Creo que los dos hubieran reprobado aquel lance académico.
Demos ahora un pasito atrás en el tiempo. Arce Zaconeta no viajó a la OEA solo para ofrecer auditorías electorales y salir huyendo en las siguientes dos semanas. En los hechos ya era un reincidente en Washington. En efecto, el 4 de octubre de 2017 llegó hasta esa ciudad para defender el derecho de Evo Morales a la reelección. En aquella ocasión protagonizó un discurso desbordado de adjetivos, dirigidos a la humanidad ausente del secretario general Luis Almagro. Arce Zaconeta acusó al uruguayo de ser un “portavoz y lazarillo político” de la oposición boliviana. En la cúspide de su indignación, el señor Arce Z., blandió un cartón sobre el que había mandado a imprimir un trino de Almagro que a letra justiciera decía: “Evo deberá respetar la decisión popular que dijo No a la reelección. Ningún juez puede levantar el dictamen del único soberano: el pueblo”.
Tras exhibir la opinión para cibernautas del principal funcionario de la OEA, Arce le encajó toda la artillería verbal de la que fue capaz: “acción insultante, intento vacuo de generar influencias, acto inaceptable, subterfugio intervencionista, grosero y vergonzoso, pisoteo inescrupuloso, exponente de intereses foráneos, inconducta y atropello”. Pronto lo veremos entregándole sus cartas credenciales al objeto de sus agrias invectivas.
Lo que el agredido secretario Almagro no sabe, es que en noviembre de 2020, en la ya citada entrevista con Junior Arias, Arce Zaconeta cometió un doblez inesperado. Refiriéndose al derecho de Evo a la reelección perpetua, señaló: “Hay muchos errores que se han cometido, que no deben volver a cometerse. (Buscar la reelección) fue un error terrible, nunca más se debe ir contra la voluntad del pueblo. Fue un error que se pagó con creces. Ese fue el más grave de los errores”.
Por todo lo reseñado acá, cabría sugerirle a Almagro que mande a imprimir otro cartel en el que se pueda leer la autocrítica del señor Doblez. Lo podría exhibir hasta obligar al flamante embajador a otorgarle una merecida disculpa pública. Sí, Don Doblez, no se debe ir contra la voluntad del pueblo y menos doblegarse ante la adicción del poder vitalicio.
Rafael Archondo es periodista